Los surcos no se caminan ni se recorren: se labran. En el surco no hacen ola aguas mansas ni prenden hierbas húmedos maderos. Los surcos son laberintos lineales; avenidas sin aceras, camellones sin árboles, alamedas sin estatuas, inconmensurables. Las paredes no existen, tampoco manivelas, engaños, ni simulaciones, uno se pierde cuando no hay salida hasta que la planta desiste la natura y se hace de mimos para sembrarse, entonces el surco se nos muestra como la vida: a fragmentos. Intensos abaten, leves como la anécdota. El sentido del surco es que se da, y en ese darse nos convierte. Los surcos se vuelven el todo, y nosotros los fragmentos.
El Surco aborda sentimientos, profundas reflexiones y al amor como motivo, sentido y significado de la existencia. Describe el dolor vuelto incertidumbre y la mirada esperanzadora de quienes labran la huella de sus pasos. Iván Uriel plasma historias cortas para vidas largas con apasionada sensibilidad, mediante una dinámica e innovadora técnica narrativa, haciendo de su ópera prima, la novela definitiva de los senderos migrantes.