"Los minoicos encarnan una cultura refinada y excéntrica, un pasaje de mundo para recordar que “civilización” no será vocablo inofensivo. La yuxtaposición de sus estilos ?al menos dos de ellos plenamente reconocibles, pero vibrantes cada uno en desviaciones, subversiones y matices? nos acerca al abismo; un paradójico abismo de armonía donde la chispa del misterio es cultivada por los demonios de la risa. Donde el toro sagrado ?esa bestia: la poesía? es sujetado no por los cuernos sino por la cola. Los minoicos son, no lo olvidemos, una isla: de ahí la peculiar concentración de su riqueza. Pero una isla abierta, dispuesta a comerciar consigo: un espejo-isla. El lenguaje minoico, derivado de la plasticidad jeroglífica, se prolonga en dos ramas. La rama A es un silabario de melodías inauditas; la rama B, un alfabeto preclásico: elocuente, puro y bárbaro a la vez. Ambas líneas, unidas, en zigzag, han erigido un espléndido edificio. Lo llamaremos laberinto que en lengua minoica significa palacio." Julián Herbert