Esta formidable novela, escrita por Miguel Méndez, es una clara muestra de lo que actualmente es la literatura del Norte de México. Sonora es el escenario majestuoso, donde transcurren los días (monstruos de lumbre) y los sucesos que componen esta historia. Santa María de las Piedras es un pueblo imaginario, igual que Comala y que Macondo, que Mechigua y Placeres, pero allí ocurren las más terribles realidades y los más inesperados acontecimientos que van ensartándose en la hebra mágica del idioma que mueve a Miguel Méndez a escribir con pasión, humor, conocimiento y una maestría a toda prueba.
Un loco, Timoteo Noragua, cansado de su miseria y olvido, decide cruzar la línea para ir a buscar a Dios. Y ahí va el infeliz, imaginando dónde podrá estar Éste. Le pregunta a su burro, a su conciencia, al viento, a la gente, y todos se ríen de él, todos lo humillan, sirve para que se diviertan con su hazaña de querer hallar al Creador entre los edificios de las ciudades más fragosas de la Unión Americana.
Con esta obra, Miguel Méndez no sólo reafirma su nata vocación creativa, sino que quedará como el autor chicano más importante de la literatura que también así se llama, y uno de los que mejor manejan los símbolos y el estilo, de cuantos forman la generación de escritores mexicanos que radican en el Norte de México y en el Sur de Estados Unidos.