Un asesino serial se ensaña preferentemente con mujeres estudiantes de bachillerato, y no se trata de un delincuente ordinario. Sus huellas son preocupantes: es hematófago, es despiadado y suele marcar extraños sigilos sobre el corazón de sus víctimas. Las autoridades, sometidas a gran presión política, lo niegan y se obstinan en censurar en medios de comunicación estos dolorosos acontecimientos que convulsionan la urbe metropolitana de Guadalajara. Más grave aún, hay infectados que multiplican las hostilidades.
Con esta novela, Expediente Is 34:14, Sergio-Jesús Rodríguez nos traza una vívida alegoría de los alcances de la corrupción, aliado sustantivo del mal. Un hematófago suelto en una sociedad como la tapatía, que tan poco atiende a sus jóvenes y sus justas demandas, puede derivar en una pesadilla cuyo remedio se adivina sólo en esos mismos jóvenes y en hombres y mujeres conscientes de las consecuencias de la corrupción, capaces de actuar con valentía para poner freno a la quiebra de un pueblo.
¿Los vampiros son, pues, ese glamoroso terciopelo de semidioses atractivos que se nos ha vendido en estereotipos cinematográficos, o son bestias engendradas para el mal y para destruir la Creación? ¿Sobrevivirá una ciudad de millones de personas, desgraciadamente habituadas a la desunión, la negligencia y las corruptelas? En esta novela se medita crudamente sobre vampiros, con sus héroes y sus demonios.