De cómo empezó este libro: En septiembre de 2008, después de mi regreso a México luego de un exilio involuntario de varios años, visité a Isaac Levín en su casa de Pátzcuaro, ciudad en donde había recalado luego de pasar dos décadas en Zirahuén al lado de María Luisa Puga, quien había dejado una gran cantidad de textos sin publicar.
Los textos eran de variada índole: había relatos, cuentos y muchos, pero muchos textos sueltos escritos “en el momento”; para evitar que esas primeras impresiones se perdieran. No eran para el diario íntimo, sino primeras pinceladas que a veces uno pergeña y ahí se quedan. Como “instantáneas fotográficas”.
Fueron varios meses dedicados a la lectura de textos dejados en hojas sueltas, servilletas o en papeles arrugados y luego desarrugados. Claramente nos encontrábamos ante un perfil de María Luisa poco conocido para el lector. Como si la intención de María Luisa hubiese sido el no dejar escapar un estado de ánimo, un gesto, algo atrapado al vuelo.