Todo diccionario, desde el punto de vista de su consultante, debe ser una fuente útil de conocimientos necesarios, una herramienta servicial. y no instrumento destinado a satisfacer la curiosidad pecaminosa de algún niño, ni, menos todavía, un simple estorbo. ¿Cómo puede ser calificado el diccionario de la Academia Española? Al azar lo abre un lector serio. Halla esto: "impudicia. Impudicicia". Impudicia es impudicicia. ¿Qué es impudicicia? "impudicicia. Deshonestidad". ¿Y qué es deshonestidad? "deshonestidad. Calidad de deshonesto". Ahora el lector quiere conocer el significado de deshonesto: "deshonesto. Impúdico, falto de honestidad". ¿Qué sentido tiene impúdico, también de acuerdo con el diccionario de la Academia? "impúdico. Deshonesto, sin pudor". Acerca del pudor, los académicos informan: "pudor. Honestidad, modestia, recato". Estos son sus datos sobre honestidad: "honestidad. Recato, pudor". Y de recato dicen: "recato. Honestidad, modestia". ¿Cuáles fueron los beneficios de la correría? Supo el lector que impudicia es impudicicia, que impudicicia equivale a deshonestidad, que se llama deshonestidad a la calidad de deshonesto, que deshonesto viene a ser tanto como impúdico, que impúdico es deshonesto o sin pudor, que pudor se identifica a honestidad, que honestidad es pudor y recato, que recato es honestidad. La consulta ha sido una aventura infructuosa. No bastaría lo anterior, empero, para formarse ni siquiera una idea aproximada de la obra de la Academia Española, que teóricamente representa casi dos siglos y medio de labores lexicográficas. Se requiere, por tanto, una exposición suficiente de todos sus aspectos; un estudio, en fin, como el de Nikito Nipongo, escritor y periodista que cotidianamente dedica su erudición, su talento y su ágil pluma a los estudios lingüísticos. El libro de Nikito Nipongo es un análisis completo del Diccionario de la Lengua Española, presentado en forma muy original. No se trata de una simple cacería de errores y, evidentemente, debe ser visto como un libro de buen humor. Sin alejarse del terreno científico, el autor procura amenizar el tema aprovechado, pone aparte la aridez y la pedantería y la absurda veneración a los mitos, a la vez que hace resaltar los aspectos cómicos del producto académico. Nikito Nipongo, interesado en divertir al lector, ha querido también ofrecerle una imagen sintética, pero sustanciosa y verdadera, del célebre lexicón. Alberto Beltrán, el gran dibujante, ilustró el libro con ingeniosas viñetas.