Un juego de cajas chinas: dentro del cuento, un escritor decide emprender la tarea —que habrá de consumirlo, intuye— de crear un libro de libros. Las cajas chinas se multiplican. ¿Su idea? Rastrear los personajes inadvertidos de la literatura ("El amigo de Georg, el protagonista de La condena, que vive pesaroso en Rusia. Algún caminante ojeado por Ana Karenina en el último viaje hacia la estación. Alguien que seguro había de recordar el memorioso Funes. El viejo banquero sobre cuya cabeza, en Balbec, se fue brincando la mayor de las jeunes filles en fleurs"), conocer sus vidas mediante las escasas evidencias, trazar los vínculos posibles entre ellos. "El suyo —dice el escritor— es anhelo de justicia, desquitar a las figuras inicuamente reputadas menores y que son, sin embargo, esenciales para el crecimiento, y la fortuna, de las glorias." ¿El resultado? El fracaso, por supuesto... Pero cada fracaso tiene su también su riqueza.
En Otra condena, Marco Perilli (Trento, Italia, 1964) nos regala, con una prosa limpia y sumamente inteligente, el retrato vivo (y un tanto extravagante) de la mente de ese escritor frustrado y de todos los vericuetos detectivescos de su memoria literaria. Fulvio Testa (Verona, Italia, 1947) lo acompaña con imágenes casi inocentes que ponen un telón de fondo contrastante y sorpresivo.