Un perro viejo y cansado recorre sin rumbo la ciudad, cada día de sus últimos días. Abandona una banqueta para abrevar en un charco. Deambula, se resguarda en la sombra... Nos lleva de una calle a otra, indiferente, sin sortear su suerte. Nos evita una pelea con otros perros, nos hace comer de una lata filosa que nos raja la lengua, sin inmutarnos siquiera... Andamos bajo un sol furioso que reverbera en el asfalto y, sin embargo, un helado pesimismo nos recorre desde el lomo hasta los ojos para ver el mundo sin sentido, sin ímpetu, sin valor. Inusual no sólo por su protagonista, esta magnífica obra de Carlos Bortoni es coherente consigo misma al no dejarse etiquetar: ¿relato largo?, ¿novela corta? Luego de leerla quedará muy claro que nada de eso importa.