Somos cuerpo que pide a gritos la palabra. Aquí, en estas páginas, hay seis voces de mujeres poetas que hallaron la palabra y la tomaron. En batalla cotidiana de la vida, ellas saben que la palabra es su espada y su escudo, el ancla y la esperanza y es, también, la costra de sangre que a la menor provocación se abre a los ojos de otros.
Entonces, la sangre apalabrada tiembla, suda, expectora, contagia, provoca, duele porque es la vida aprehendida, es decir, la vida que se coge con las manos; por tanto, es la memoria, la pasión, la humedad latente.
El lector que se atreve a hurgar en estos versos, se arriesga a descubrir el gozo de escuchar el pulso de la sangre.
Lucía Rivadeneyra
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2013. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.