Encontrar una poeta del viento que fuera recolectora de pájaros y sus gorjeos, de la piedra de jade y obsidiana, mientras danzan y se arremolinan en los iris de los ojos las palabras símbolo del cascabel, la flauta o la ocarina, es un hecho casi mágico.
Tuvimos la suerte de encontrar a través del polémico diálogo cibernético a una mexicana que descubrió que el viento labra uvas / desborda el polen de la antera / avanza entre vapores de gardenia / ... / dentro de una luna líquida se aquieta / es una nave ya remota lontananza.
Sabemos el valor de poder reproducir para los lectores de nuestra América un trabajo de las características de Viento de obsidiana. Acá en el sur vivimos otras realidades, pero intuímos que en alguna parte hay un espacio de encuentros para los seres sensibles.
En ese espacio seguramente estará la palabra de María Elena Solórzano, como una pieza irrenunciable.
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