Una noche, la estudiante Antonia Maurer es perseguida e intentada violar por un grupo de jóvenes a la salida de su trabajo. Por casualidad, Efrén Rivacoba, un burócrata retirado de alto nivel, se arriesga a defenderla y refugiarla en la casa de su mejor y tal vez único amigo.
Este hecho marca el inicio de El último elefante, historia donde el choque entre la violencia de la nueva criminalidad y la indefensión de los habitantes de las modernas ciudades nos llevan a descubrir zonas insospechadas del alma de quienes defienden un mundo a punto de extinguirse: la callada inteligencia y decisión de un viejo coronel y de un malhumorado ingeniero en comunicaciones que rompen sus reglas y costumbres para intentar salvar la vida de la muchacha.
Antonia Maurer descubrirá la fragilidad de su mundo, el abandono que la rodea y el contraste de su soledad con las del viejo viudo y el incontenible Rivacoba.
Más allá de estos acontecimientos, la novela de Bernardo Ruiz muestra uno de los aspectos menos conocidos de nuestra cotidianidad: aquellos donde las nuevas herramientas tecnológicas manifiestan su poder y su límite en el miedo que amenaza determinar todos los actos humanos; y la constante duda respecto a la trampa de nuestro siglo, donde todo individuo se descubre más como una minoría que como una persona.
Relato áspero, preciso, riguroso, El último elefante, se centra en un postulado estremecedor: "Al elefante lo trastornan la soledad, el abandono de su tribu, el insatisfecho celo, la frustración. Se colma su ira, que se desborda: su cerebro se rebela contra el mundo y sus objetos, arrasa a su paso cualquier obstáculo. A través de la devastación, el animal huye de sí mismo. Equívoco es llamar divina a la locura de un paquidermo. Su locura es sinónimo de la violencia humana."
