La belleza es una de las heridas más dolorosas que sufrimos: tarde o temprano cobra la ambición de poseerla. No ha vivido quien ignora el temblor creciente, la perturbación constante del que ha sido tocado por lo bello. La belleza no habla, y los hombres crearon la poesía para dar testimonio de su paso. La belleza es una alegría eterna sólo cuando no deseamos ser su dueño. Quien se atreve a enfrentarla está en camino de ser un poseído: la belleza termina poseyendo a quien más ha querido hacerla suya.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2000. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.