Como si fuera algo anormal ser un receptáculo para la vida, esta mujer poeta atraviesa sus nueve lunares meses entre la culpa y el horror. Ve la suerte de otras mujeres, su fertilidad indecisa. Cuestiona su derecho a traer hijos a un mundo cuyo futuro está preñado de amenazas.
Su vientre se hincha y en él se hinche un poema lleno de zozobra y presagios que hacen incierto, a veces esperanzado y en ocasiones temible, el horizonte de sus días.
Ser portadora de un milagro —porque generar y sustentar la vida lo es— provoca espanto. Quizá porque en el vientre luminoso de la vida crece fuerte la semilla de la muerte. También la alegría, el coraje, la fe; la poeta celeste confía en el alba que está en su nombre y aguarda la aparición del arco iris con la esperanza cumpliéndose en la renovación.
Gloria Gómez Guzmán