Cuando Fabio Morábito se mudó temporalmente a Berlín para terminar un libro de cuentos en el que se encontraba atorado, acaso no adivinaba que la propia ciudad que recorrería caminando sin cesar terminaría por convertirse en el material literario que daría pie a la escritura de También Berlín se olvida, aparecido originalmente en 2004, ahora reeditado en Editorial Sexto Piso.
Como si a través de la escritura buscara descifrar un enigma elusivo, la mirada de Morábito divaga por los más minúsculos y aparentemente nimios resquicios, retratando la ciudad a la manera de un mosaico fragmentario, aproximándose a su propia fantasía de que el tren elevado conocido como S-Bahn transitara por el interior de las moradas berlinesas, lo que convertiría a Berlín en «la primera ciudad cubista de la historia, la primera en abrirse a todas las miradas y a todos los puntos de vista».
Con su habitual capacidad para observar los pequeños detalles que componen ese todo al cual llamamos existencia, Fabio Morábito discurre sobre si el río que atraviesa Berlín es o no en realidad un río, para concluir que «El río de Berlín, en realidad, es su cielo». Del mismo modo, intenta resolver el impasse en el que se encuentra un percance automovilístico ofreciendo a los protagonistas una escoba para barrer los escombros, o imagina la abolición de los signos de puntuación gramaticales tras la caída del Muro, lo cual explicaría la supremacía de la poesía sobre la prosa en la producción literaria alemana de la época.
Si bien Morábito considera que «el hombre rehúye en el fondo cualquier forma de perpetuidad, y aunque una parte de él aspira a la hechura de cosas perdurables, otra más profunda le aconseja que no deje ninguna huella perenne», También Berlín se olvida constituye una pequeña traición a su propia máxima, pues se trata de un entrañable y duradero retrato de una de las ciudades más fascinantes de nuestros tiempos.