"Blackouts ortográficos. Decisiones axiológicas. La jodida categoría de la Primera Persona. En la urgente búsqueda de algo que imponga orden y sentido a la experiencia cotidiana, Saldaña París trueca al psicólogo por el semiólogo. La introspección es, ante todo, un juego lingüístico. Pero tampoco el semiólogo tiene respuestas. Además, ¿quién quiere rebuscar respuestas en la poesía? Lo que pide el poeta es un lenguaje que articule la experiencia. Lo que nos da a cambio es una palabra que sí dice lo que tiene que decir: celosía, risa, aparato digestivo. Lo que se quiere es que el diccionario nos sirva, por lo menos, de oráculo retrospectivo.
La Poética aristotélica nos enseñó que el poeta era un “hacedor de tramas”. Saldaña París revela aquí que lo contrario también incumbe a la poesía: deshacer la narrativa biográfica; destejer las ficciones personales; mondar las obsesiones primarias hasta que no quede más que su esqueleto lingüístico. Pero desmontar la armadura de la personalidad no es un ejercicio ensimismado, autoabsorto, sino uno que requiere la búsqueda constante de las palabras que se comparten e intercambian todos los días. La máquina autobiográfica se pone en marcha para desescribirnos.
Desenfadado y socarrón pero también vulnerable y diáfano, el lenguaje de Saldaña París le estalla en la cara al lector: un resplandor." Valeria Luiselli