Por el río irrumpen torrentes secos, se vuelcan, dan vuelta, fluyen, devoran las orillas. A cuesta de la corriente se agitan tablones, reptan embriones ahogados. Tormenta de aire, vertiente calurosa. Lagañas. En el lecho seco, una sombra de hocio largo y garras embiste a su familia. Chorros de sangre, trozos de Macrina y de Carolina mezclados. La bestia termina con ellas, voltea hacia arriba y le lanza a Gonzalo una mirada y un rugido que lo hacen caer de nuevo sobre la banqueta. Cae y cierra otra vez sus ojos, No quiere que ese fantasma aparezca de nuevo. Noche que no termina, día sin amanecer. Tanto es el sueño. Sombras que pasan desapercibidas, que le causan más dolor, que parten su alma, asesinas contra él. Sobre la banqueta del puente queda un poco de sangre y unas nubes blancas.