En el humano sitio de las cosas que nos rodean, el mundo de los sentidos es también el mundo de los objetos. Voyeur y veedor del drama en que participan esos actores de la doméstica realidad, A. E. Quintero da voz en este libro a seres animados e inanimados, aparentemente insignificantes (pájaros, árboles, caracoles, zapatos, fotos, hormigas, nubes) y los hace hablar en un lúcido monólogo representado en el teatro de las tribulaciones: la vida común.
Escrito en un tono conversacional y hondamente revelador, Sentidos de permanencia nos muestra que los objetos son también materia de los sueños y recuerdos, profundamente entrañables y asibles, tanto o más que nuestros verdaderos " seres amados". Así, el hombre, sumido en la objetual compañía del silencio, es sólo un niño adánico destinado a cifrar y descifrar su pequeño universo, siempre en pugna contra la desmemoria, contra la oscura noche de la soledad: No sé cómo se olvida, porque guardar personas objetos y lugares definitivamente es lo mío.