De años he sido lector de poesía y en particular de la poesía chiapaneca. La razón es simple, tengo una atracción especial en tratar de entender el sufrimiento humano, y es en la poesía, a mi parecer, donde mejor se recrea.
Durante largo tiempo he venido recopilando la obra poética de Chiapas, y de su lectura, maravillosamente, el tema de la muerte ocupa un sitio especial, sólo equiparable con el tema del amor. Tal pareciera que el poeta chiapaneco encuentra en su pasado histórico y cultural, aislamiento e idiosincrasia, los referentes que habrán de configurar su idea sobre la muerte. Así, el poeta la concibe desde su forma primigenia hasta a lo más elaborado. Cada poeta le imprime su sello personal y lo transcribe a través de las palabras en una diversidad de sonidos e imágenes que dicen de su universo, que a final de cuentas no es más que la recreación del pensamiento dual, en este caso, vida y muerte. Si el tema del amor es un canto a la vida, el canto a la muerte es la búsqueda del lado oscuro, incomprensible, misterioso, insondable y destino final del ser humano. El poeta no trata de dar respuestas, lo embellece y se recrea, duerme con ella de la mejor manera posible, camina a su lado en un diálogo permanente, van inseparables a todas partes, como única manera de entender el destino de ambos. Así pues, en este convivir...