Una cofradía de vanguardistas se ve cercada por un acuarelista vengativo. Un heredero se afana en buscar a la prostituta que ilusionó su infancia. Un abogado planea la artística violación de su secretaria. Un cachorro es misteriosamente torturado en un bungalow vacacional. Repleto de propuestas alarmantes como estas, El jardín japonés recurre a la ironía, la violencia, la sátira y hasta a la melancolía como estrategias narrativas principales. Ajeno del todo a las viejas convenciones verbales, decorativas y sentimentales de la narrativa latinoamericana, este volumen ofrece una colección de relatos feroces e intensos, con una prosa que es, a la vez, adictiva y hospitalaria para con el lector.
De Antonio Ortuño se ha escrito: “Su prosa se va como agua, es una muestra tranquilizante de que el estilo todavía importa”, Álvaro Enrigue; “Hecha de sentencias casi autónomas, su obra exige una lectura detallada, sin resquicios. Imposible leerla en diagonal, esquivando algunas de sus oraciones”, Rafael Lemus, Letras Libres; “Sorprende por la eficacia de la prosa, que consigue convulsionar al lector antes las contradicciones y las debilidades del género humano”, Guadalupe Nettel, Hoja por hoja; “Violento y trepidante. Uno de los valores más notables de la joven narrativa”, Geney Beltrán, Nexos; “Con admirable ingeniera narrativa, con el vigor y los arrestos para hacerse cargo de asuntos que eluden quienes detentan prestigios mullidos por la corrección y los buenos modos”, José Israel Carranza, Replicante.