Los redactores de los evangelios –cuyo número y cuyas identidades no son inaccesibles– se apoyaron en tradiciones orales que no siempre fueron coincidentes o siquiera afines. Mediante un análisis comparativo de textos, el presente libro examina su composición tratando de deducir –a través de las contradicciones, rupturas y lagunas– los variados estratos que contienen y el grado de historicidad que puede calculárseles. ¿Qué hechos reales conservan estos relatos que no se proponen documentar una vida tanto como promover una fe? Así, la materia histórica fue encontrando su forma en la actividad de la memoria colectiva, en los procesos de la imaginación simbólica y en las necesidades argumentativas de los evangelistas afanados por consolidar una doctrina y por adecuarse a las necesidades del momento. De un texto a otro, la nueva fe prefiere una confrontación con el judaísmo antes que con las autoridades del poder romano y esa política también deja su huella en los relatos. A tantos siglos de distancia, el autor de este libro cree que hoy resulta posible y necesario leer los evangelios con ecuanimidad suficiente para entender las razones a las que sus redactores obedecieron dejando a salvo la dignidad de las instituciones y del pueblo judío al que Jesús perteneció. Y que la lectura de esos textos capitales desempañará un papel decisivo en nuestro mundo, obligado a encontrar su unidad en el respeto a la pluralidad de las culturas.