Cerdeña, la isla de Eolo ¿Por qué a Julián Meza le gustan tanto las islas? Tienen que ver la soledad que en ellas se materializa, con su condición de estar rodeadas de agua, sí, pero también rodeadas de otros tipos de mares: estéticos, conceptuales, políticos. Es como si nos dijera: lo que no es una isla debería de serlo. Y ese debería nos lo transfiere como una tarea —un deber justamente— a nosotros sus lectores.Y en sus libros de viajes o en los de crítica literaria configura un archipiélago personal, digno de esa realidad superior que es la creación. La isla en sí es un viaje, o mejor sería decir: un viajero. Como la isla de Eolo , esa Cerdeña de la que se adueñan los vientos que vienen de cualquier parte y van hacia ningún lado. Cualquier parte, ningún lado: nombres de islas en la geografía de Meza, hechas de un viento de piedra, hechas escritura. Junto a Constantinopla, la isla del mediodía y Sicilia, la piedra negra el autor nos dibuja su particular y personal Mediterráneo.