En Elegía sonámbula y otros poemas Horacio Salazar Ortiz está de regreso al sitio del que nunca se movió: la soledad, el amor añorado, un Dios cada vez menos hebreo, la patria chica y la ciudad adoptada, el socialismo, los niños que no conocen ni el pan ni la sonrisa. Horacio es pues el poeta que siempre conoció su voz y supo dirigirla, porque nunca ha sufrido el mareo de lo novedoso. Por eso jamás lo hemos visto colgado en las galerías que exhiben cachivaches herméticos o vanguardistas. A Horacio lo hemos de ver doliéndose de los andrajos ajenos y en sus arranques de humor lo oiremos reírse de las mujeres que se le van a sus escasas habilidades para manejar sus propios bolsillos, ya no digamos los ajenos.
Citemos casos concretos: el poema que le da nombre al cuaderno dice la sempiterna historia o elegía del desencuentro de los amantes que sin embargo podrán preguntarse: "¿Quién vivirá el orgasmo de nuestro amor?" Consuelo y desconsuelo, abandono y encuentro, muerte y renacimiento. Están aquí también las reflexiones sobre la poesía que intenta ser y se halla a sí misma sobrada de palabras, insegura, pobre... "si no te dijo nada". "Las mismas necesidades" que "hallarás donde quiera" remiten al Cavafis que sentencia: vayas a donde vayas llevarás a cuestas tu ciudad, no esperes otra... Y es entonces Monterrey el hogar definitivo del poeta: entre montañas mudas están los niños desamparados, las chicas que idolatran a Olivia Newton-John, el fortísimo calor, los vagabundos, el caballo de Atila que se da gusto por el centro de la ciudad. Elegía de otra especie es la delicada al patriota Salvador Allende: encuentro en la distrancia, superación de la muerte y la derrota. La solidaridad. Horacio Salazar Ortiz ha tenido la virtud de no ceder al paso de los años en aquello que es vital al hombre que no olvida el color de la pobreza, que aún recuerda el olor y el sabor de la tierra y desea más que nunca el fin de la inhumana explotación de sus hermanos.
Esta es entonces una poesía que en nuestros días y en Moterrey se antoja desusada: habla con sencillez de temas comprensibles. Dice lo que tiene que decir en formas tradicionales, bien cuidadas. Y su registro, contra lo que la más superficial de las lecturas pudiera señalar, es variado. de todas las formas hay que celebrar que Salazar Ortiz esté, desde hace más o menos veinticinco años, rumiando subolo poético.
Miguel Covarruvias
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1984. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.