Edgar Pérez González ronda los cincuenta años de edad. Es viudo, regordete y se mueve en el mundo que ha creado para sí: mediocre y sin mayores sobresaltos gracias a su trabajo de historietista y guionista de fotonovelas. Ello hasta que empieza a conocer a mujeres, en su mayoría más jóvenes que él, que llegan a su vida de una forma tan insospechada como sus crueles y trágicas desapariciones, y que comparten el gusto enfermizo por convertirlo en un personaje patético, indigno, fracasado y que sólo sirve para dar cierta seguridad a su pareja en turno. Con Morderán el polvo, Gerardo de la Torre logra por medio del humor negro inscribirse en esa preciada y ácida tradición de la literatura mexicana a la que pertenecen Rodolfo Usigli, Rafael Bernal y Jorge Ibargüengoitia.