Yo los veo [a los personajes], como a Dante, jugar todo el tiempo: jugar a ser, jugar a casi ser, jugar a llegar a ser, jugar a no ser o a ser otros, en tanto su autor juega que juega con las palabras, pero les hace trampa porque siempre les gana. Además, es malo con ellas: las inventa, las deja sueltas, sin amo, sin diccionario.
Fernando del Paso
Premio Cervantes de Literatura.
Una fiesta verbal heredera a la vez de la oralidad y el folclore y del creacionismo lingüístico surgido de las vanguardias. El estilo de Medina, irreverente, musical, transforma la página en un campo de batalla en el que libra sus ingeniosas logomaquias, y es la retórica de la palabra, la forma expresiva, como sucedió en Joyce, la que sustenta su prosa. Semejante elección estilística precisa de una sólida base técnica. No en vano Medina pertenece a la estirpe de narradores capaces de hacer que su mera forma de escribir revela la historia que cuenta.
El País, “Babelia” (España):
“Una fiesta verbal desde México”, Javier Aparicio Maydeu.
La prestigiosa cadena de librerías FNAC seleccionó un capítulo de Ir, volver y... qué darse, para su Antología de la ¿mejor? literatura de ¿humor? de todos los tiempos, en la que se incluyen textos de Boccaccio, Miguel de Cervantes, Chesterton, Enrique Jardiel Poncela, Voltaire, Julio Cortázar, Roberto Fontanarrosa, Thomas de Quincey, Francisco Ayala, Charles Bukowski, Silvina Ocampo, Chaucer...