Leer los diez cuentos que componen Sal de mangle es ir de paseo, adentrarse, quedarse a vivir en las intimidades de un pueblo ubicado en una geografía indeterminada, pero con un clima preciso: caluroso y húmedo.
Edith Villavicencio utiliza a la ficticia comunidad de El Jaral como el núcleo de las narraciones, ese lugar donde se encuentran cada una de las historias del libro. La autora es generosa, pues recrea pasajes con una fuerte carga realista y, como si se tratara de una apostadora audaz, se guarda el último dato o esconde algunas cartas para que el lector no se sienta a salvo de sorpresas ni de finales que lo dejen sin aliento.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2013. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.