En el principio era el verbo "cantar"una historia. "Cantar" y "contar" eran una y la misma cosa. Así fue con Homero, así fue con Hesiodo. Esto nos lo recuerda Jorge Luis Borges en su volumen Arte poética. Si el lenguaje recurre a metáforas, comparaciones, imágenes varias, no era un mero regodeo lingüístico. Se trataba de una necesidad inaplazable de unir el canto a la historia de héroes que no suelen tener final feliz alguno. El propio Borges vaticina que ambos oficios, el poético (cantar) y el narrativo (contar), volverán a fundirse en uno solo, candente y luminoso tal vez, como una luna sangrante, como un infinito par de rieles y carreteras que atreviesan el desierto y nos llevan hacia el mar.
En el mar de tu nombre, Carlos Sánchez ha unido de nueva cuenta estos dos oficios. Aquí nos da una lección de originalidad (la vuelta al original cantar/ contar) en esta novela entrañable donde los recuerdos y las alucionaciones rompen esa delgada línea entre realidad "real" y realidad "poética" en el ansia de narrar, la ineludible búsqueda de recorrer el camino.
El narrador, en primera persona ante todo, viaja. Es un transterrado, un migrante, un exiliado en recuerdos, buscando a la que se fue y ha de reencontrar, como en una novela bizantina. Libertad de viajante que va y viene entre pasados y presentes futuros. "en mis ojos siempre cantas, bailas...Tu cuarto a estas alturas permanece clausurado, con tu ropa y tus juguetes, tus libros y discos exactamente donde los dejaste esa mañana de viernes de la cual no regresas aún. No obstante, vienes, estás conmigo. Más pronto que tarde, después de librar el desierto, allá donde termina la arena y empieza la sal, nuestro encuentro estará."El desierto de Altar, el mar de Sonora, la ruta de las misiones, demuestran que lo regional puede llegar a ser universal, como universal es lo humano, como todo humano tiene su Ítaca.
Ramón I. Marínez