Sólo la pluralidad trágica, humorística, cursi, religiosa del tejido —su perpetuo entrelazamiento— puede conducir al reino de Los tormentos del hijo, donde la fagocitosis y la antropofagia son el alimento de cada día. Nocturno aquelarre goyesco, Ignacio Zuloaga y “La enana doña Mercedes”, o los cinco tormentos bajo la piel de la máscara del Dios Confesor, en Oaxaca, Conjuros, guillotinas, hogueras, sillas de ruedas, arrepentimienos, mordeduras, tangos, triciclos, báculos por donde se pierde el hijo, o el nieto, o Jack Livi sobra el abismo. Ruptura mental: fragmentos en la pequeña historia del expósito que se busca en los signos que también se fragmentan. “El humor de Lavín Cerda —escribe Fernando Alegría— funciona a base del absurdo considerado como status quo. Nada se escapa en este ataque frontal contra la decencia de medio pelo: ni el sexo, ni la digestión, ni la historia. Sus personajes son seres intempestivos, de mal genio y ninguna paciencia. Jamás oyeron hablar de la ternura pero son sabios en el ring. Los antecedentes podrían buscarse en una mezcla del lenguaje universal de Ben Turpin, Perla White, Pola Negri, Buster Keaton, Dave Carradine y Raquel Welch.”