Un frío viento del norte peinaba las colinas cercanas al penal de Leavenworth, Kansas, aquel 20 de noviembre de 1922… En un rincón apartado del patio, dos presos se mantenían en silencio. Sus rostros portaban el sufrimiento de innumerables cárceles, de causas pendientes, de exilios y derrotas. Uno era delgado y estatura baja; el otro, mostraba en los restos una complexión robusta venida a menos por la vida carcelaria, fumador incansable, de movimiento lentos, casi ciego, debía esforzarse para caminar en la penumbra del pasillo que conducía a su celda. Ambos son mexicanos y se distinguen de los demás presos…
Aquella noche, luego de pasar la última lista de revisión, los presos se encaminan a su celda. Diez horas después, a las cinco de la madrugada del 21 de noviembre, el semiciego y fumador se encuentra sobre una plancha del hospital. Muerto…
¿Cuáles eran los motivos que habían originado el crimen de un mexicano en cárcel estadounidense? ¿A quién le interesaba la muerte de Ricardo Flore Magón?