Violeta es la única sobreviviente de un terrible accidente en el Metro. Las cámaras de video han sido testigos de cómo apenas tuvo algunos rasguños, por increíble que pareciera. Sin embargo, una vez fuera de la estación, se desvanece. Su próximo recuerdo será dentro del hospital. No la están atendiendo por sus lesiones sino por el Síndrome de Estrés Postraumático. Pasan varios meses hasta que la dan de alta pese a que ella sigue escuchando la voz de una pequeña niña de ocho años dentro de su cabeza. Cuando sale del hospital recuerda que, antes del accidente, un buen día todos los pájaros de la ciudad chocaron contra las ventanas. Los niños no pudieron evitar verlos. Por esa razón, al otro día ya no despertaron. Desde ese momento, el hospital está anegado de centenares de niños dormidos. Tienen monitores controlando sus sueños, mismos que revisan sus padres desde sus casas. Tras vagar por la ciudad, Violeta es convocada por el Fabricante de Aves, un artista de los cómics al que ella siempre ha admirado. Él le dice que ella es el vínculo entre los dos mundos: el real y aquél donde están los niños. A partir de entonces comenzará su búsqueda para rescatar a los niños, en la plena conciencia de que, cuando lo consiga, será testigo del resurgimiento del mundo. Justo ahí termina: cuando todo está listo para que un padre avise que su hijo ha despertado.