El personaje de estas crónicas (exhumadas de la revista cómico-satírica La garrapata) es anárquico, depauperizado, santo bebedor andariego, obstinado y libidinoso, rebelde intuitivo contra la feroz explotación que padecen los humillados y ofendidos del país. Constata con sus andanzas que "el caos es la partitura en que está escrita la realidad" —según Henry Miller—e intenta huir de ella integrándose y deambulando (con su insustituible barcina, pletórica de desechos industrializables) por las ciudades que integran la monstruópolis deefeña; hurga en sus tiraderos y lleva la vida que llevan tantos de los seres marginados del barro y de la ciudad; capotea a pie juntillas las embestidas de la cotidianeidad amarga de los mexicanos amolados y destila en su habla un rencor vivo —no exento de humor— que quisiera corroer el omnívoro poder que a tantos tiene con tan poco. Borracho no vale es la experiencia picaresca con la que se afronta la década de los ochentas, también es la capacidad de respuesta a la indignación que se niega a morir avasallada por la miseria.