El poeta de Rama del ser se planta en medio de la naturaleza de las cosas. Se pone a contemplar y reflexiona. Pero no va a esos lares solamente con la desnudez del místico o con los instrumentos del filósofo pues llega cargado de palabras.
Entre los sonidos naturales rescata sentidos que en los vocablos se habían desgastado. Mira a los animales de tierra, aire y agua, oye voces de la gente, observa lo acaecido y vuelve a comprender. De su contemplación, Gilberto Castellanos crea estampas cuya traslucidez convoca otras contemplaciones desde el "agua verbal" a la que "suben historias".
Este libro propone la vuelta a la existencia; no su teoría aislada ni su canto de ornato: por medio de la decantación reconoce que el ser de lo humano es una rama, una extensión de la natura. Curiosamente no hay aquí un bucolismo nostálgico sino la decisión de recuperar la ciudad, que aparece en los poemas finales, para la existencia verdadera como ha sido cantada por los nahuas.
Rama del ser, cuya estirpe se nutre desde la limpidez de Garcilaso de la Vega o de Alí Chumacero hasta la retórica de Góngora o de García Terrés, conjuga esa travesía del verbo por las formas naturales sin abandonar el pensamiento.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2001. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.