Estudiar la presencia de la literatura anglófona traducida en México implica distinguir entre la literatura de los dos países dominantes –Gran Bretaña y Estados Unidos– y la literatura que proviene de las regiones que formaron parte del Imperio Británico y que han sido denominadas "literaturas poscoloniales (anglófonas)".[1] A diferencia de lo que ocurre con la literatura francófona,[2] el adjetivo anglófono no tiene el peso político y cultural de su contraparte, pues los países de habla inglesa, si bien algunos de ellos forman parte de la Mancomunidad Británica de Naciones, no reconocen de la misma manera los nexos culturales con su antiguo colonizador.
Así, en este artículo panorámico se empleará literaturas anglófonas en un sentido general, para indicar que son literaturas escritas en inglés, pero circunscritas a las letras provenientes de Irlanda, Canadá, el Caribe, diversas regiones de África, el subcontinente indio, Australia y Nueva Zelanda e incluso de algunas islas del Pacífico, que han sido traducidas en México. Este panorama busca contribuir a una mejor comprensión de ciertas tendencias culturales que privilegian la lectura de algunos repertorios anglófonos y dejan de lado a otros más.[3]
El panorama de la traducción de estas obras de expresión inglesa en México es, hasta cierto punto, desalentador, en parte por el conservadurismo en la elección de textos, en parte por las enormes limitaciones que continúan afectando el ejercicio de la traducción literaria en nuestro país.[4] Dentro del vasto universo creativo de la literatura anglófona, las obras traducidas en México constituyen apenas un grano de arena. La profusión de literatura escrita en inglés proveniente no sólo de Gran Bretaña y Estados Unidos así como el ritmo con que se publica gracias a la pujanza de las casas editoriales anglosajonas son, de por sí, factores que imposibilitan virtualmente la traducción inmediata al español.
Sin embargo, es posible vislumbrar un horizonte esperanzador, pues en décadas recientes se han abierto varios espacios que alientan e impulsan el desarrollo de la traducción literaria en nuestro país. Estos espacios comprenden básicamente tres ámbitos, que se vinculan estrechamente y suelen funcionar mediante esfuerzos conjuntos que logran sinergias muy productivas: los espacios universitarios, las editoriales independientes y los apoyos estatales, en especial los promovidos por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (fonca).
Invisibilidad histórica del traductor literario en México
A pesar de su dimensión utópica, sin duda loable, el proyecto cultural y educativo de José Vasconcelos para la configuración del México moderno durante la década de 1920 anticipó algunas de las problemáticas que han afectado la circulación de la literatura extranjera en nuestro país, las cuales continúan teniendo repercusiones en varios aspectos primordiales en los que se inscribe la traducción. De este modo, se encuentra el aspecto relativo a la conformación de expectativas literario-culturales que suelen privilegiar una noción de "universalidad" ligada a valores "occidentales" de los que un amplio espectro de los círculos intelectuales de nuestro país no logran deslindarse. Esto podría llevar a preguntarnos, por ejemplo, sobre los criterios que sustentaban la elección de obras por traducir de figuras como Alfonso Reyes o de aquellos que, como Octavio Paz, José Emilio Pacheco o Sergio Pitol, contribuyeron a traer literaturas anglófonas en la segunda mitad del siglo xx. O bien, averiguar en qué medida esta visión de la "universalidad" de la cultura continúa prevaleciendo en los ámbitos escolares y universitarios de nuestro país.[5]
De mayor importancia para el tema que nos ocupa, la invisibilidad de la actividad traductora es un aspecto que históricamente ha definido a nuestro espacio cultural, desde los proyectos institucionalizados de la época de Vasconcelos, la colección "Sepan cuantos…" de Editorial Porrúa o, más alarmante aún, las versiones recientes del Programa de Apoyo a la Traducción convocado por el fonca, en las cuales se prioriza a las editoriales y se suprime a la persona que traduce.[6] En el contexto mexicano, la ilusión de transparencia y fluidez, es decir, la invisibilidad de la traducción, continúa siendo un parámetro fundamental para la evaluación de un texto traducido, pero la marginación del traductor es incluso más notoria pues, salvo muy contadas excepciones, el nombre de quien traduce rara vez aparece en dichas reseñas, sean éstas periodísticas o de naturaleza un poco más formal o académica.
La falta de aprecio por quien traduce tiene una larga historia en nuestro país, pero se torna irónicamente significativa en el proyecto editorial posrevolucionario que pretendía conducir a la población mexicana hacia el conocimiento y disfrute de la cultura universal para elevar, a su vez, los valores morales y espirituales de la nación. Como apunta Claude Fell, Vasconcelos pretendía establecer "una política sistemática de traducción de obras fundamentales" y contar "con un contingente de traductores" para evitar que la Secretaría de Educación Pública publicara el tipo de traducciones "aproximativas" e "incompletas" que caracterizaban a las ediciones españolas. Sin embargo, en la práctica esto no ocurrió y los volúmenes de los "Clásicos"[7] fueron publicados, como afirma Fell, "en traducciones hechas en España y 'revisadas' por Julio Torri", quien justificó así esta situación en una carta dirigida a Alfonso Reyes (citada por Fell): "No expresamos más visiblemente los nombres de los traductores porque temimos Vasconcelos y yo pleitos con las casas editoras, pues desgraciadamente con nuestras leyes romano-cartaginesas-yanquis no está permitido el robo como el que perpetramos".[8]
Algo similar ocurre con la colección "Sepan cuantos…" de Porrúa. Parecería que el precepto de "la cultura al alcance de todos", así como el hecho de que la colección tiene como objetivo divulgar las obras clásicas de todos los tiempos y cuenta con prólogos e introducciones de figuras intelectuales de la talla de Alfonso Reyes, Sergio Pitol o Carlos Monsiváis, constituyen justificaciones que exculpan la falta de reconocimiento de quienes realizaron la traducción. Este vacío apunta a una de las tendencias en las prácticas traductoras de la actualidad: algunas editoriales, independientes o universitarias, traducen y publican las obras consideradas clásicas o que ya son de dominio público y que, por tanto, no requieren ni liberar los derechos de autor ni pagar el trabajo de un traductor.
Esta realidad también repercute entre quienes emprenden la traducción de las obras que a continuación se van a comentar. Los traductores dedicados a este sector de las letras anglófonas (aún no traducidas en la amplitud y diversidad que merecen) forman parte también de un grupo muy compacto.
El viaje de las letras anglófonas poscoloniales a través de las antologías
Como se puede advertir con la traducción de la francofonía y de otras literaturas, que provienen de aquellos países distintos a los que dominan la geopolítica y el espacio literario mundial, la traducción de estas letras anglófonas ha encontrando en el género de la antología un vehículo para trasladarse al español y difundirse en el país. En lo que respecta a la poesía, el cotejo de tres significativas antologías publicadas por el Fondo de Cultura Económica en los últimos cuarenta años, da cuenta del reciente interés de los traductores de México por obras al margen de la poesía canónica en lengua inglesa.
Mientras que en El surco y la brasa. Traductores mexicanos (1974) –compilada por Marco Antonio Montes de Oca y Ana Luisa Vega de Montes de Oca–[9] y en Cuaderno de traducciones (1984) –resultado de las traducciones publicadas en La Gaceta del fce–,[10] no hay presencia de autores provenientes de latitudes distintas a Gran Bretaña y Estados Unidos, en Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959 (2011), compilada por Tedi López Mills, el panorama se ha modificado. A partir de la selección hecha por 33 poetas-traductores mexicanos nacidos, como indica el título, entre 1939 y 1959, López Mills consigna a 189 poetas de diversas épocas, geografías y lenguas (de los cuales 89 escriben en inglés). El enfoque traductor es libre, con lo cual el volumen pretende desafiar la noción de que es imposible traducir poesía.
En el caso de la poesía escrita en inglés, además de la recurrencia de autores tradicionalmente presentes en nuestro país (Eliot, Graves, Frost), la antología muestra un corpus un poco más incluyente y contemporáneo: de la poesía afro-estadounidense (Maya Angelou), nativa estadounidense, (Leslie Marmon Silko, de la tribu Laguna Pueblo), caribeña (Jean Binta Breeze, Derek Walcott, Grace Nichols), india (Sujata Bhatt) e irlandesa (Evan Boland, Patrick Kavanagh, Thomas Kinsella, Paul Muldoon, Maurice Riordan). Los traductores de estos poetas son: José Emilio Pacheco, Homero Aridjis, Gloria Gervitz, Elsa Cross, Mónica Mansour, José Vicente Anaya, Carlos Montemayor, Elisa Ramírez Castañeda, Miguel Ángel Flores, David Huerta, Francisco Serrano, Efraín Bartolomé, José Luis Rivas, Alberto Blanco, Coral Bracho, Adolfo Castañón, Luis Cortés Bargalló, Pura López Colomé, Marcelo Uribe, Myriam Moscona, Verónica Volkow, Luis Miguel Aguilar, Jaime Moreno Villarreal, Carlos López Beltrán, Pedro Serrano, Francisco Segovia y Alfonso D'Aquino.
Por otra parte, una de las antologías de poesía concentradas en la producción de un solo país es Una lengua injertada, Poesía irlandesa del siglo xx (2003), coordinada por Eva Cruz Yáñez. Como se puede inferir a partir del verso de John Montague que da título al volumen, las y los poetas incluidos aquí comparten un interés por reflexionar acerca de las tensiones identitarias ocasionadas por el largo proceso de colonización inglesa, en especial, acerca de las repercusiones de emplear la lengua del colonizador. Además de identificar la importancia de la historia, la división religiosa, el mito, la relación con la tierra y la participación de la mujer, en el prólogo, José Juan Dávila Soto destaca que un rasgo predominante es la conciencia lingüística de los poetas, para quienes "el inglés se ha vuelto una lengua propia, aunque en el fondo siga siendo ajena".[11] Esta reflexión sobre "el propio medio de escritura"[12] hace que esta antología ofrezca vislumbres de una problemática latente en el mundo poscolonial: “Algunos de los escritores contemporáneos han encontrado su lenguaje poético fuera del inglés y los más radicales incluso se niegan a que su poesía sea traducida a esa lengua. El caso más conocido es el de la poeta Biddy Jenkinson, quien escribe en gaélico y solamente ha permitido la traducción de unos cuantos de sus poemas al inglés".[13] La antología incluye poemas de 36 poetas nacidos entre 1905 y 1956, entre quienes se encuentran Patrick Kavanagh, Louis MacNeice, Thomas Kinsella, John Montague, Seamus Heaney y Paul Muldoon, al igual que importantes autoras como Eavan Boland, Paula Meehan, Eiléan Ní Chuilleanáin, Nuala Ní Dhomhnaill y la mencionada Biddy Jenkinson. Los traductores forman parte del Seminario Permanente de Traducción Literaria de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam: Nair Anaya, Flora Botton-Burlá, Charlotte Broad, Eva Cruz, Juan José Dávila Sota, Marina Fe, Claudia Lucotti, Federico Patán y Mónica Mansour.
Por su parte, De Hardy a Heaney. Poesía inglesa del siglo xx (2003), también coordinada por Eva Cruz Yáñez y traducida por los miembros del Seminario Permanente de Traducción Literaria de la Facultad de Filosofía y Letras[14] ofrece una selección de la poesía de las islas británicas del siglo xx en la que se procuró recoger "no sólo las tendencias y manifestaciones que han entrado en el canon, sino también el gusto personal de los traductores que prepararon las versiones" publicadas.[15] La antología es ambiciosa, pues comienza con poetas nacidos en el siglo xix (Thomas Hardy, William Butler Yeats, D. H. Lawrence, Edith Sitwell, Edwin Muir y Robert Graves) y concluye con poetas de la talla de Ted Hughes, Seamus Heaney y Carol Ann Duffy, de tal forma que permite apreciar cómo "la poesía del siglo XX deja de lado la tradición [decimonónica] que ya había decaído y se inspira tanto en el pasado distante como en el convulsionado mundo que la origina".[16] La presencia de poetas irlandeses, galeses, escoceses (e incluso estadounidenses), así como de otros que articularon de modo crítico cierta discrepancia con valores considerados como tradicionalmente ingleses, ofrece un panorama singular de la poesía escrita en inglés durante el siglo pasado. Tanto de Hardy a Heaney como Una lengua injertada son ediciones bilingües que permiten apreciar las diferentes estrategias de traducción que, aunque no son mencionadas en los prólogos, sí ameritaron debates y discusiones durante el proceso de revisión en el seminario.
En lo que se refiere a la poesía canadiense de expresión inglesa, Claudia Lucotti, quien ha desempeñado un papel fundamental en la difusión de estas letras (como Laura López Morales en el ámbito francófono), compiló y tradujo Las sagradas superficies. Poesía canadiense actual en lengua inglesa. Una mirada a la visión femenina (2015) esfuerzo que contó con la Beca de Traducción del fonca. Esta es una antología singular por dos razones fundamentales. En primer lugar, como afirma Lucotti en la nota introductoria, porque "intenta representar fielmente la pluralidad que existe hoy en la poesía de mujeres",[17] de tal forma que incluye a poetas de diferentes regiones del país y cuyo nacimiento va de 1916 (P.K. Page) hasta 1969 (Stephanie Bolster). Así, el volumen ofrece un acercamiento a la poesía de Margaret Atwood, Stephanie Bolster, Roo Borson, Marilyn Bowering, Kate Braid, Lorna Crozier, Diane Keating, Carole Glasser Langille, Maureen McCarthy, Anne Michaels, Erin Moure, Barbara Nickel, P. K. Page, Sandy Shreve, Sharon Thesen, Phyllis Webb, Patricia Young y Jan Zwicky, así como a la de Marilyn Dumont y Louise B. Halfe poetas crees que "buscan combinar los temas tradicionales de la mujer indígena con perspectivas y voces mucho más actuales".[18] En segundo lugar, porque la traductora da cuenta de su intención de preservar el tono de los poemas, "su voz coloquial y dialógica, y posturas reflexivas, críticas o humorísticas", además de "la presencia de voces muy particulares siempre marcadas por un uso muy actual y cotidiano del lenguaje, es decir, un lenguaje en donde las marcas del aquí y el ahora estaban claramente presentes".[19] En consecuencia, buscó estrategias que "mantuvieran ese tono tan poco común en gran parte de la poesía latinoamericana escrita por mujeres", por lo que evitó "utilizar un vocabulario poético, melodioso y agradable si existía algún término equivalente de uso cotidiano" y, en cambio, generó un "español mucho menos culto del que usualmente utilizamos para la poesía".[20] La edición bilingüe permite, entonces, apreciar los matices propuestos por la traductora.
Aparecida en 2000, bajo el sello de Trilce, La generación del cordero. Antología de la poesía actual en las islas británicas, fue compilada y traducida por Carlos López Beltrán y Pedro Serrano. El volumen contó con el apoyo de una beca de traducción del fonca, así como del Instituto Anglo-Mexicano de Cultura e incluye poemas de autores cuya obra responde a la situación social y política de las últimas dos décadas del siglo xx: Simon Armitage, Sujata Bhatt, John Burnside, Robert Crawford, Michael Donaghy, Carol Ann Duffy, Ian Duhig, Jane Duran, Elizabeth Garret, Lavinia Greenlaw, W.N. Herbert, Michael Hofmann, Mick Imlah, Alan Jenkins, Jackie Kay, Frank Kupper, James Lasdun, Sarah Maguire, Glyn Maxwell, Paul Muldoon, Sean O´Brien, Don Paterson, Katherine Pierpoint, Maurice Riordan, Stephen Romer, Peter Sansom, Jo Shapcott, Matthew Sweeney, Gerard Woodward.
De manera similar a las antologías de poesía, han aparecido algunos volúmenes enfocados en la producción narrativa anglófona poscolonial, los cuales han abierto el horizonte a nuevas y pujantes tradiciones literarias que desafían las normas lingüísticas y culturales del canon inglés y el estadounidense. En este rubro también destacan las antologías realizadas por el Seminario Permanente de Traducción Literaria, el cual, desde 1989, ha constituido un espacio emblemático de colaboración conjunta en el que el ejercicio de traducción se considera en su dimensión más amplia: como labor significativa de selección y de interpretación crítica que contribuye a extender importantes lazos interculturales. Vinculado con la Facultad de Filosofía y Letras de la unam, el seminario ha estado constituido, en sus diferentes etapas, por Federico Patán,[21] Flora Botton Burlá, Charlotte Broad Bald, Eva Cruz, José Juan Dávila Sota, Jorge Alcázar, Marina Fe, Argentina Rodríguez, Claudia Lucotti, Mónica Mansour, Mario Murgía y Nair Anaya.[22]
¿Dónde es aquí? 25 cuentos canadienses (2002), coordinada y con prólogo de Claudia Lucotti ofrece un interesante panorama de un género que se ha vuelto el "más variado e interesante del país" no sólo por su diversidad temática sino, sobre todo, por su énfasis en un "desempeño verbal y retórico" que hace de esta literatura una de las más sugestivas de la actualidad.[23] Incluye cuentos de Morley Callaghan, Sinclair Ross, Mavis Gallant, Margaret Laurence, Alice Munro, Austin Clarke, Gloria Sawai, Leon Rooke, George Bowering, Audrey Thomas, Carol Shields, Alistair MacLeod, Elisabeth Harvor, Barry Callaghan, Jack Hodgins, Margaret Atwood, W. D. Valgardson, Clark Blaise, Bonnie Burnard, Connie Gault, Barbara Gowdy, Jane Kulyk Keefer, Melissa Hardy, Stephen Hayward y Kristi-ly Green. La traducción fue hecha por los miembros del Seminario Permanente de Traducción Literaria[24] de la Facultad de Filosofía y Letras de la unam (Nair Anaya, Flora Botton-Burlá, Charlotte Broad, Eva Cruz, José Juan Dávila, Marina Fe, Claudia Lucotti, Mónica Mansour, Mario Murgía y Federico Patán).
Otro esfuerzo notable del ya mencionado Seminario Permanente de Traducción Literaria de la ffyl dio como resultado una de las antologías más singulares publicadas hasta ahora en México, en la que se da a conocer la narrativa de 33 escritores y escritoras de África en 2012. Se trata del volumen Todos cuentan: narrativa africana contemporánea (1960-2003), antología en dos volúmenes coordinada por Charlotte Broad, cuyo prólogo ofrece una pertinente contextualización del desarrollo de la literatura africana anglófona durante el siglo xx. Como señala Broad, la conjunción de una profunda conciencia social, histórica y lingüística con una notable "competencia en el manejo estilístico y los recursos técnicos" por parte de los autores es el rasgo distintivo de esta selección, lo que define su "africanidad", pero también lo que ofrece una serie de problemas a los que se enfrentaron quienes realizaron la traducción.[25] Así, la antología destaca por sus atinadas versiones al español de México, las cuales lograron dar cuenta de "los diferentes dialectos e idiolectos [y] los ritmos de la poesía que muchos escritores africanos usan en su prosa", de "la tersura de sus lenguas y el uso de mecanismos como la repetición, la canción, el refrán, la aliteración y la onomatopeya, tropos discursivos, imágenes y simbolismo",[26] recursos, todos, que articulan la hibridez cultural y lingüística de las literaturas africanas contemporáneas. Dos puntos presentados en el prólogo son particularmente pertinentes para un ensayo sobre traducción. El primero es la conciencia por parte de varios de estos autores de que su proceso escritural en inglés es, en sí mismo, una traducción que les permite reflexionar sobre su (pos)colonialidad. El segundo es la paradójica relación que cada uno de ellos tiene con la lengua del colonizador y que llevó a figuras como el keniano Ngugi wa Thiong’o a negarse a seguir escribiendo en inglés para hacerlo en su lengua madre, el gikuyu (tal como lo hizo en Irlanda, también la poeta Biddy Jenkinson). Así, esta antología ofrece un amplísimo panorama de la narrativa de diferentes generaciones de escritores y escritoras provenientes de varios países de África: Es'kia Mphahlele, Can Themba, Alex La Guma, Chinua Achebe, Grace Ogot, Flora Nwapa, Richard Rive, Bessie Head, Ngugi wa Thiong’o, Ama Ata Aidoo, Farida Karodia, Monde Sifuniso, Steve Chimombo, Nuruddin Farah, Sindiwe Magona, Achmat Dangor, Abdulrazak Gurnah, Njabulo Ndebele, Zaynab Alkali, Martha Mvungi, Ifeoma Okoye, Catherine Obianju Acholonu, Dambudzo Marechera, Tololwa M. Mollel, Adewale Maja-Pearce, Milly Jafta, Gcina Mglophe, Tsitsi Dangarembga, Ben Okri, Kaleni Hiyalwa, Yvonne Vera, Helon Habila y Chimamanda Ngozi Adichie.
Además de la antología de poesía mencionada con anterioridad, el seminario ha contribuido también a extender el corpus de literatura proveniente de Irlanda tanto en ensayo como en narrativa. Raíces en la tierra. Irlanda en su ensayo literario, coordinada y con prólogo de Federico Patán, apareció en 2005 en otra de las colecciones con más tradición en la Universidad, Poemas y Ensayos. La selección permite apreciar diferentes reflexiones que importantes novelistas y poetas irlandeses (como Oscar Wilde, Fintan O'Toole, George Bernard Shaw, Eavan Boland, Patrick Kavanagh, William Butler Yeats, George Russell, James Joyce, Irish Murdoch, Thomas Kinsella y Seamus Heaney) realizan sobre una cambiante y, con frecuencia, contradictoria, identidad cultural. En esta ocasión los traductores fueron Flora Botton-Burlá, Eva Cruz, José Juan Dávila Sota, Marina Fe, Claudia Lucotti, Mónica Mansour, Mario Murgía, Federico Patán y Bruce Swansey.
Estas antologías son un buen ejemplo de cómo, dentro de un contexto en el que se podría privilegiar sólo a autores hegemónicos, un proceso de selección crítico y abierto a otras voces puede contribuir a ampliar el horizonte para ofrecer una visión multicultural incluyente, en la que queden incorporadas perspectivas masculinas, femeninas y, sobre todo, voces de diferentes proveniencias étnicas, regionales y nacionales. Mantener la presencia de estas literaturas constituye un desafío para quien traduce pues, con frecuencia, es necesario vencer la resistencia de editores conservadores, cuya filiación cultural suele inclinarse hacia Europa o Estados Unidos, o bien afrontar otro tipo de obstáculos ligados a la dificultad de conseguir derechos y autorizaciones para traducir y publicar en México.
La búsqueda de nuevos caminos ha tenido repercusiones importantes en proyectos que aportan propuestas innovadoras por su enfoque intercultural. Un ejemplo de lo anterior es el esfuerzo conjunto de Laura López Morales y Claudia Lucotti (especialistas en literaturas francófonas y anglófonas, respectivamente) quienes publicaron en 2009 Otras voces canadienses. Antología de narradores francófonos de las provincias canadienses de habla inglesa y anglófonos de Quebec, proyecto recibió el apoyo del Centro Internacional de Traducción Literaria de Banff. Otra iniciativa que recibió apoyo del gobierno canadiense fue la de Benjamín Valdivia, de la Universidad de Guanajuato, quien tradujo en 2002 una selección de poetas canadienses contemporáneos, tanto de expresión inglesa como francesa, en La nieve inmaculada (Universidad de Guanajuato, Embajada de Canadá). En esta edición es posible encontrar poemas de E. J. Pratt, Al Purdy, Milton Acorn, Robert Kroetsch, Leonard Cohen y Margaret Atwood, entre otros.
Como se puede apreciar en los datos bibliográficos de las antologías, la unam[27] ofrece varios espacios académicos y editoriales en donde albergar una diversidad de iniciativas de traducción literaria. Sin duda alguna, el núcleo se encuentra en la Facultad de Filosofía y Letras, pues de ahí surgen muchas de las iniciativas que se concretan en ámbitos circundantes.[28] Es importante resaltar el contexto en el que se sitúa la traducción literaria, pues no se limita a la práctica, como ejercicio aislado, sino que integra la enseñanza con una reflexión teórico-cultural inserta en el ámbito de diversas tradiciones literarias y críticas, promueve el trabajo colectivo con la participación de estudiantes y, en algunos casos, promueve la pesquisa y la sistematización de las traducciones realizadas en la universidad y en el país.
En algunos casos, como ha sucedido gracias a la Cátedra Extraordinaria Margaret Atwood-Gabrielle Roy, la labor práctica ha ido acompañada además de una búsqueda de sistematización –en un proyecto coordinado por Claudia Lucotti– sobre las traducciones realizadas en México de literatura canadiense, en general, y quebequense, en particular. El proyecto parece ratificar el argumento planteado en este panorama: que mucha de la traducción literaria en México se realiza en ámbitos asociados a instituciones de educación superior.[29]
Del bosque a los árboles: algunos libros individuales
El sector dedicado a la traducción de estas letras anglófonas se ha ampliado en cierto sentido en los últimos años, dando lugar a la traducción y edición de obras individuales de algunos de los autores que habían aparecido en las antologías o que al haber sido distinguidos con importantes premios internacionales encontraron su llegada al español entre los traductores de México. El incipiente circuito creado por los traductores, las editoriales independientes y las instituciones de educación superior han alimentado un acervo de obras de poesía y narrativa principalmente.
Nuevamente es la poesía el principal género literario al que han entregado sus esfuerzos los traductores de México. Destaca en este terreno, el fructífero vínculo establecido entre el poeta irlandés, premio Nobel de 1995, Seamos Heaney y la traductora Pura López Colomé. López Colomé representa un caso singular en el ámbito de la traducción literaria en México, pues ha logrado sostener una presencia continua a lo largo de casi cinco décadas, trasladando al español obras importantes de la producción anglófona contemporánea.[30] López Colomé se ha caracterizado por elegir con rigurosidad su material de trabajo. Con una larga y reconocida trayectoria como poeta, ha mantenido una relación cercana con algunos de los autores que traduce, lo que le ha brindado el privilegio no sólo de conocer sus criterios estéticos y creativos, sino incluso de plantear y configurar selecciones que no se encuentran en la lengua original. En este sentido, sobresale su productiva relación con el irlandés Seamus Heaney, de quien tradujo, entre otros, Viendo visiones (1998), El nivel/The spirit level (2000), Al buen entendedor (2006) y el sobresaliente volumen de Obra reunida (2015) en el que aparecen compilados, en edición bilingüe, los poemarios Isla de estaciones, Viendo visiones, La luz de las hojas, El nivel, Sonetos y Cadena humana. Destaca aquí, entre otras cosas, que López Colomé acordó con Heaney, ya enfermo, "reunir todos los sonetos dispersos en su obra y luego intentar una doble versión de cada uno [...] una versión rítmica libre, de la que se derivaría una sometida a la forma del soneto castellano" que jugara con las rimas tal y como Heaney lo hizo en la versión original. López Colomé también ha traducido El libro mayor de los negros (2016), la multipremiada novela del escritor canadiense Lawrence Hill.
También sobresale la labor emprendida por José Luis Rivas[31] en relación con la obra del premio Nobel santaluciano, Derek Walcott, de quien ha traducido la principal de sus obras, Omeros (1994), y Pleno verano. Poesía selecta 1948-2004 (2012). El primero, en edición bilingüe, viene acompañado de algunas notas de traductor en las que Rivas aclara algunos giros idiolectales o pone en contexto algunas referencias de la cultura de la lengua fuente. Este poeta-traductor suele incluir en los tomos compilatorios de su obra poética –Raz de marea (1993) y Ante un cálido norte (2006)– una sección bajo el título de “Libro de faros”, donde aparecen algunas de sus versiones de poetas franceses y angloparlantes principalmente. En el más reciente, incluyó algunas traducciones de los poemas de Walcott.
Círculo de Poesía es una editorial y revista electrónica dirigida por jóvenes poetas y académicos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. El sitio incluye numerosas reseñas de obras de poetas contemporáneos de habla española, y la editorial ha publicado en co-edición algunas antologías de poetas de habla inglesa. Destaca la traducción conjunta hecha por el equipo editorial de Sherdi y otros poemas (2018) de Sujata Bhatt, renombrada poeta hindú, así como una antología del poeta irlandés Paul Muldoon, Almuerzo con Pancho Villa. Poemas escogidos 1968-1998 (2015), publicado en asociación con el sello Valparaíso México, traducido por Gustavo Osorio de Ita, mismo traductor que ha vertido la poesía de Kwame Dawes (Ghana-Jamaica) en el volumen Vuelo y otros poemas (2017). El sitio ofrece también la traducción de varios poetas anglófonos, algunos de los cuales han participado en el Festival Internacional de Poesía de la Ciudad de México, como Les Murray (Australia), o Suresh Dalal y Dilip Chitre (India) en traducción del mismo Osorio de Ita.
En los últimos años, en su búsqueda por extender la oferta en lo que se refiere a creación literaria, la Universidad Veracruzana[32] ha publicado algunos textos de poesía y narrativa anglófona. En este sentido ha jugado un papel importante Jorge Brash Guillaumín de quien destaca, para la materia de este panorama, la traducción de Memorias (2015) del novelista irlandés John McGahern.[33] También en las ediciones de esta universidad, apareció, de la extraordinaria poeta de Nueva Zelanda Janet Frame, la antología bilingüe Huesos de jilguero (2015), seleccionada y traducida de forma colectiva por Irene Artigas, Charlotte Broad, Paula Busseniers, Julia Constantino, Claudia Lucotti, Lorena Saucedo, Irlanda Villegas y Nair Anaya. Y un año después, apareció Condiciones nerviosas (2016) de Tsitsi Dangarembga, emblemática novelista de Zimbabwe, cuya traducción de Nair Anaya, obtuvo el Primer Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena. Este último es un ejemplo de los tropiezos que se pueden encontrar en la traducción y publicación de libros individuales, pues una primera versión de la novela fue realizada en 1997 con apoyo de la beca otorgada por el fonca, pero sólo fue posible publicarla después de años y gestiones realizadas por los editores de la Universidad Veracruzana (en especial de Jesús Guerrero).
Otras instituciones universitarias han realizado esfuerzos aislados por publicar obras de reconocidos autores anglófonos. Tal es el caso de El Colegio de México, que en 2005 publicó la controvertida novela Matigari, de Ngugi wa Thiong'o, escrita originalmente en gikuyu, a principios de la década de 1980, y traducida al español por Rafael Segovia Albán, a partir de la versión en inglés publicada en 1998. Por otra parte, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicó en 2009 una interesante antología bilingüe del magnífico poeta Kamau Brathwaite, contemporáneo de Derek Walcott: Los danzantes del tiempo volumen traducido por Adriana González Mateos y Christopher Winks.
La joven editorial Elefanta ha realizado un notable esfuerzo por publicar narrativa, poesía y ensayo de autores contemporáneos de diversas regiones. Destaca su interés por ofrecer traducciones recientes y hechas por traductores mexicanos (o que viven en México), así como por traducir obras provenientes de África, tanto de expresión inglesa como francesa y portuguesa. El catálogo –en coedición con conaculta– ofrece la obra de dos autores emblemáticos que son prácticamente desconocidos en México: El camino hambriento del novelista nigeriano Ben Okri (traducido por Cecilia Núñez y Leonardo Martínez Vega) y Pétalos de sangre de Ngugi wa Thiong'o (en traducción de Patricia Olivier).[34]
Existen otros espacios en los que la traducción de textos anglófonos circula de manera limitada, pero que permiten identificar los esfuerzos individuales o de pequeños grupos por ejercer y promover la traducción literaria. Algunos de estos espacios independientes constituyen iniciativas de personas que conjugan la academia y la creación literaria con proyectos editoriales en los que la traducción desempeña una función importante. En ciertos casos se trata de publicaciones que han encontrado en los formatos electrónicos y digitales un medio ideal para solventar las dificultades y costos de los medios impresos, y que ofrecen la posibilidad de que los textos fluyan con mayor libertad. En otros, se consolidan sinergias de coedición entre las empresas independientes y las universitarias; en varias más, funcionan gracias a los apoyos brindados por el protrad.[35]
Los reconocimientos a obras traducidas, procedentes de las letras anglófonas poscoloniales, se limitan a dos premios otorgados tanto a una obra de poesía como a otra de narrativa.[36]
El Premio de Traducción de Poesía, convocado en 1990 por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes, el Gobierno del Estado de Veracruz por medio del Instituto Veracruzano de Cultura, la Editorial El Tucán de Virginia y la Fundación Gutman y del cual sólo se llevaron a cabo cinco emisiones, correspondió en 1992, Pura López Colomé por Isla de las estaciones, de Seamus Heaney.[37]
Más recientemente, la Secretaría de Cultura, junto con el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y el Gobierno del Estado de Hidalgo convocaron en 2018 al Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena, cuya primera emisión premió una sola obra (Condiciones nerviosas, de Tsitsi Dangarembga, traducida por Nair Anaya), mientras que para 2019 dividió el premio entre narrativa y poesía. En esta última, destaca el reconocimiento a la versión realizada por Elisa Díaz Castelo, joven traductora y poeta, de Ciego nocturno con heridas de fuego, primer poemario de Ocean Vuong, novísimo autor nacido en Vietnam que ha sacudido el ámbito de la poesía estadounidense por su tratamiento lírico de conmovedoras temáticas relacionadas con la guerra, la migración, el exilio y los constructos múltiples que se desprenden no sólo de la proveniencia geográfica sino también de la identidad de género. Para finalizar, es importante tomar en cuenta que, desde hace algunos años, el Sistema Nacional de Creadores incluye la traducción literaria en el área de Letras.
A lo largo de esta panorámica he procurado ofrecer una somera revisión de la presencia en México de algunas literaturas anglófonas, provenientes de Canadá, el Caribe, Oceanía, África y la India. En términos generales es posible afirmar que la traducción de dichas literaturas apenas da cuenta del vasto repertorio que las compone, por lo que todavía queda mucho por hacer en nuestro país. Además, resulta difícil hacer una consideración crítica sustentada en la recepción que ha tenido en México la traducción de literatura anglófona. A pesar de los esfuerzos de traductores individuales, de grupos académicos o bien de pequeños círculos editoriales por dar a conocer obras provenientes de las regiones antes mencionadas, las pocas reseñas disponibles, e incluso las fichas técnicas de las editoriales, suelen omitir el nombre de quien traduce. Aunado a esto, no existe una sistematización de datos alrededor del proceso traductor en nuestro país, por lo que el rastreo, el acceso a la información pertinente y la posibilidad de realizar pesquisas críticas resulta, por el momento casi imposible. No obstante, la investigación para este panorama permite identificar ya algunos de los puntos sobre los que hay que trabajar. Entre estos podemos mencionar, por ejemplo, la sistematización y difusión de los ganadores de los Programas de Apoyo a la Traducción en todas sus versiones y emisiones, los cuales se podrían vincular con la red de editoriales que los han publicado. Tal y como se encuentra ahora, esta información está dispersa y es poco clara.[38]
A partir de lo expuesto hasta aquí es posible identificar que predominan las antologías colectivas como medios para dar a conocer mucha de esta literatura y, en este formato, la expresión literaria proveniente de Irlanda y Canadá ocupa un lugar sobresaliente. Gracias a las antologías, es posible tener visiones amplias de géneros relativamente breves, como poesía, cuento y ensayo; sin embargo, la traducción de novelas continúa siendo algo más bien excepcional debido, quizá, a que implica un esfuerzo individual sostenido que no se ve compensado económicamente. Destaca, también, que el espacio predominante de las antologías sea el ámbito universitario y, dentro de éste, la labor que ha realizado el Seminario Permanente de Traducción Literaria de la Facultad de Filosofía de la unam.
Si bien varias de las traducciones (tanto de antologías como de obras o autores individuales) fueron realizadas durante la década de 1990, el 2000 marcó un hito en la publicación de antologías colectivas dedicadas a la literatura anglófona, mientras que la publicación de algunos libros individuales se ha consolidado apenas hace unos quince años. En este contexto es importantísimo justipreciar la traducción realizada (ya desde los años noventa) por José Luis Rivas y Pura López Colomé de la magna obra de dos poetas ganadores del Premio Nobel, Derek Walcott y Seamus Heaney. Considerando las dificultades que suelen encontrarse para obtener derechos de traducción de autores establecidos, resulta notable la publicación de dos novelas del keniano Ngũgĩ wa Thiong’o, al tiempo que se extraña la presencia de otros exponentes centrales como Chinua Achebe, Ama Ata Aidoo o Wole Soyinka (por mencionar apenas a tres, y a pesar de que este último haya visitado varias veces nuestro país, sobre todo en relación con el proyecto Casa Refugio Citlaltépetl).
Por lo que se puede apreciar en esta panorámica, estamos en un proceso de cambio de estafeta generacional que apunta a un futuro promisorio en lo que se refiere a la difusión de las literaturas anglófonas en nuestro país. El cambio no sólo dependerá de los jóvenes interesados en traducir sino también de su capacidad para abrir nuevos espacios de proyección y formatos de lectura que amplíen a su vez el horizonte de recepción en el público lector de México.
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