Muy comentadas y glosadas han sido las frías décimas de Isidro de Sariñana Al desengaño de la vida, ejercicio ascético en rima, sin el menor encanto, que no estamos ciertos hubiera complacido a Francisco de Quevedo. Muy cerca le anda Nicolás de Guadalajara en su Pacto con los sentidos, otras mortecinas décimas en que se aconseja cerrar las cinco ventanas naturales para algún día gozar del bien sumo, pero donde hay más asco de la tierra que no amor al cielo. Si éstas son las “cualidades raras en el siglo XVII”, que decía Francisco Pimentel, llamadas a corregir los estragos cultistas, el juicio se queda en suspenso.