1995 / 27 jul 2017 16:44
José Martí [y Pérez] nació en La Habana, Cuba, en 1853 y murió en Boca de dos Ríos, Cuba, en 1895. Desterrado a España se graduó en la Universidad de Zaragoza de Licenciado en Filosofía y Letras. Llegó a México en 1875. Fue el liberador de Cuba y poeta brillante. Miembro del Liceo Hidalgo y amigo de los grandes literatos mexicanos. El 7 de marzo de 1875 apareció su primera colaboración periodística en México. Colaboró en la Revista Universal de Política, Literatura y Comercio. También en El Partido Liberal y El Federalista.
Notas: La extensa bibliografía de Martí se refiere sobre todo a obras publicadas en el extranjero (Cuba, Estados Unidos de América, etc.) y generalmente después de su muerte. En México vivió dos años, 1875 y 1876, y realizó algunos viajes cortos posteriormente. Como referencia de su producción general véase Obras ordenadas por Gonzalo Quesada y Miranda. Habana, Roma y Berlín 1902-1923, 15 vols. (Palau 153256). También consultar a Rafael Heliodoro Valle: "Bibliografía de Martí" en El libro y el pueblo (1931). Con Rubén Darío y Manuel Gutiérrez Nájera fue iniciador del modernismo.
Nacido en La Habana en 1853, José Martí llegó a Veracruz el 8 de febrero de 1875, procedente de Europa, después de haber estudiado y haber sido desterrado de España, y a pocos días de la muerte de su hermana Ana, discípula y al parecer novia del pintor michoacano Manuel Ocaranza y pretendida, sin resultados, por el entonces muy joven estudiante de medicina coahuilense Venustiano Carranza. Al atravesar las Cumbres de Maltrata, rumbo a la Ciudad de México Martí exclamó: “Se encoge el corazón de tanta hermosura. Los ojos queman. Se juntan las manos en gracia y en plegaria”. El 10 de febrero arribó en tren a la capital del país por la antigua Estación de Buenavista, donde lo esperaban sus familiares.
Los padres de Martí, españoles (el valenciano Mariano y la canaria tinerfeña Leonor) subsistieron en México trabajando como sastres del ejército y apoyados por Manuel Antonio Mercado, importante personaje de la vida política nacional, quien los acogió por un tiempo en su propia casa, donde hoy se encuentra la representación del estado de Tlaxcala, en la Calle de San Ildefonso número 40, muy cerca del Palacio Nacional.
Los primeros artículos periodísticos de Martí en México se publicaron en la Revista Universal (ubicada frente a la Plazuela de Guardiola, donde hoy se levanta la Torre Latinoamericana y antes estuvo el Convento Grande de San Francisco), con el seudónimo de “Orestes”. Pronto se distinguió por su intensa actividad: Guillermo Prieto, quien lo conoció entonces y trató con afecto en la redacción de la Revista Universal, se refería con admiración a su laboriosidad febril, pues escribía de todos los temas, ocupando gran parte de la publicación, que incluía numerosos anuncios, y “si hubieran faltado ésos [los anuncios] Martí los hubiese redactado”. Por su parte, Juan de Dios Peza sostuvo que: “Todos se maravillaron de la claridad de su talento, de su vasta erudición, de su facilidad y elegancia de palabra, de su inspiración vigorosa y, sobre todo, de su constancia para trabajar”. En la misma revista publicó un poema dedicado a la muerte de su hermana y una traducción de Víctor Hugo (Mis hijos). Su primera crónica como Orestes relata la inauguración del Panteón de Tlalpan (hoy “Panteón 20 de Noviembre”, ubicado en las calles de San Marcos y Congreso, Centro de Tlalpan).
Inmerso en la vida intelectual y artística mexicana, el 19 de diciembre de ese mismo año estrenó con gran éxito, en el Teatro Principal, su “proverbio en verso” en un acto, titulado Amor con amor se paga (México, Imprenta del Comercio, 1876), protagonizado por Concepción Padilla y Enrique Guasp, quienes le obsequiaron una corona de laurel al finalizar la función entre ovaciones. También conoció a Rosario de la Peña, a quien cortejó, sin recibir sus favores –según el confidente de ella, Luis G. Urbina.
El día de su cumpleaños número 23, el 28 de enero de 1876, fundó con un grupo de amigos la Sociedad Alarcón, y poco después pronunció un discurso sobre el pintor Santiago Rebull en la Escuela Nacional de Bellas Artes (antigua Academia de Bellas Artes de San Carlos, hasta 1868). Frecuentó El Liceo Hidalgo, asociación en la que participó en un debate de oratoria sobre la filosofía moderna (el 7 de abril de 1875 realizado por la nutrida concurrencia, en el Salón de Actos de la Academia de Música, en el antiguo Conservatorio de Música); en él defendió apasionadamente la idea espiritualista (no espiritista, como se ha afirmado), en oposición al materialismo representado por el polemista Gustavo Baz.
En México ese mismo año conoció a la cubana Carmen Zayas Bazán, de la que se enamoró y con quien se comprometió en matrimonio. Después de un breve viaje a La Habana, bajo seudónimo para eludir la vigilancia de las autoridades españolas que lo habían desterrado, viajó a Guatemala donde desempeñó diversos cargos docentes y sostuvo una idílica relación amorosa, que sobrevivió como la leyenda americana de “La Niña de Guatemala”. Finalmente, regresó a México para casarse con Carmen en el Sagrario Metropolitano el 20 de diciembre de 1877.
En enero de 1878 partió de nuevo hacia Guatemala para reanudar sus actividades docentes; no volvería a México hasta 16 años después. Al llegar a su destino centroamericano recibió noticias adversas y de allí regresó a La Habana el 31 de agosto, donde nació su único hijo varón, José Francisco, el 22 de noviembre, mas como continuó su actividad política por la libertad de la isla, nuevamente fue deportado hacia España el 25 de septiembre de 1879.
En esa época, en Cuba, escogió como nom de guerre conspiratorio el de “Anáhuac”. De Madrid pasó rápidamente a París y desde allí se embarcó en el puerto del Havre hacia Nueva York, donde residió la mayor parte del resto de su vida y realizó la porción más sustantiva de su producción literaria. Desde allí colaboró para numerosas publicaciones de América Latina y en especial para El Partido Liberal de México (1886-1892).
Volvió por tercera y última vez a México en 1894, para promover apoyos a la causa de la independencia cubana, y aunque durante años existieron dudas al respecto, se sabe ya que finalmente logró entrevistarse con el presidente Porfirio Díaz, quien aportó una suma de dinero de su peculio personal para ello, como ha demostrado documentalmente el estudioso de Martí en México, el médico e historiador contemporáneo Alfonso Herrera Franyutti. Este último encontró –y divulgó– dos cartas del patriota cubano dirigidas al mandatario mexicano, halladas en el Archivo “Porfirio Díaz Mori” de la Universidad Iberoamericana de México.
El recuerdo de México y su gente lo acompañó hasta sus últimos momentos: cuando murió en una escaramuza en la pradera de Dos Ríos en la entonces provincia cubana de Oriente, dejó entre sus papeles una carta inconclusa a su gran amigo Manuel Antonio Mercado y de la Paz, considerada su testamento político, a quien estimaba como su “hermano mexicano”, y con el que compartía, además de la rectitud de corazón, la misma fecha de nacimiento, pues el michoacano nació también un 28 de enero, pero de 1838.
Considerado como un escritor romántico en su juventud, con obras como el drama Abdala, después se ha aceptado que es uno de los pioneros de la renovación modernista, con sus Versos sencillos (1891), su novela Amistad funesta (1885) (escrita con el seudónimo de Adelaida Ral) y, en especial, con su poemario Ismaelillo (1882), dedicado a su hijo.
Además de sus tres estancias de distinta duración, hay insistentes referencias de Martí a México en su extensa obra “Los tres héroes” y “Las ruinas indias”, relatos incluidos en su revista para niños y jóvenes La Edad de Oro, publicada en Nueva York, así como textos íntegros y alusiones dispersas en “Nuestra América”, confirman la declaración íntima a Manuel Mercado: “Si Cuba no fuera tan desdichada, querría más a México...”
La memoria y el legado de José Martí se celebra en México con semejante intensidad que en Cuba: son numerosas las bibliotecas que llevan su nombre y un importante centro cultural en la Alameda en la capital está dedicado a su memoria y custodia una escultura monumental de cuerpo entero. Los festejos por el centenario de su natalicio en 1953 tuvieron resonancia en México. Son varios los escritores mexicanos que confiesan haber aprendido a leer en las páginas de La Edad de Oro, como Andrés Henestrosa (quien generosamente donó a Cuba un ejemplar de los Versos sencillos autografiado por José Martí a Manuel Gutiérrez Nájera), y el embajador emérito Ernesto Madero Vázquez (que gustaba definirse como “un cubano nacido en México”). Y aparece también como una figura central en el panóptico “Paseo en la Alameda” de Diego Rivera. Además, en varias universidades mexicanas se han establecido cátedras extraordinarias dedicadas a la memoria del prócer y escritor cubano.
La bibliografía cubana sobre José Martí resulta inabarcable, pero también es muy copiosa la escrita por autores mexicanos. Sólo como una muestra, pueden citarse algunas obras: en 1942, la Secretaría de Educación Pública realizó una edición masiva de La Edad de Oro, prologada por Mauricio Magdaleno. Son varios los escritores mexicanos que han dedicado su atención a José Martí: Raúl y Camilo Carrancá y Trujillo (La clara voz de México, 1953); Miguel D. Martínez Rendón (En torno a la poesía de Martí, 1953) y Martí en México (1940); Jaime Torres Bodet, editor (Nuestra América, 1945); Francisco Monterde (Cartas a Manuel A. Mercado, 1946); Andrés Iduarte (Martí escritor, 1945 –su tesis doctoral en Columbia University, de 1944– y Sarmiento, Martí y Rodó, 1955); Celso Henríquez (Páginas inolvidables, 1958); Ernesto Madero Vázquez (Martí en México, 1942, y José Martí, agonía y deber, 1953); José de Jesús Núñez y Domínguez (Martí en México, 1933); Agustín Cué Cánovas (Martí, escritor) y Justino Fernández y Manuel Toussaint, entre muchos otros.
El más dedicado historiador vivo consagrado a la obra y vida del cubano en México, es sin dudas el ya mencionado Alfonso Herrera Franyutti, con obras de gran importancia como: Martí en México: recuerdos de una época (1969); José Martí: sin amores (2009) y Martí y el amor (“un alma de mujer llama a mi puerta”) (2010).
- M. de Z.
- Orestes
- Anáhuac
- Adelaida Ral