Enciclopedia de la Literatura en México

Ireneo Paz

Ángel Muñoz Fernández
1995 / 02 ago 2017 14:59

Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1836 y murió en la Ciudad de México en 1924. Abogado, escritor y militar. Combatió contra la intervención francesa. Apoyó el Plan de Tuxtepec. Secretario de Gobierno en Sinaloa, Jalisco y Colima. Fue juez y magistrado, diputado y regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México. Fundó y editó los periódicos El payaso, El padre Cobos, La Patria y La Patria Ilustrada.

José Ireneo Paz Flores nació el 3 de julio de 1836 en Guadalajara, Jalisco; murió en Mixcoac, Ciudad de México, el 4 de noviembre de 1924. Abogado, político, militar, periodista, escritor y editor, comenzó a estudiar en el Seminario Conciliar de su ciudad natal a los trece años, y egresó de la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1861. Ocupó diversos cargos políticos: fue secretario de Gobernación del estado de Sinaloa (1876), regidor del Ayuntamiento de México y diputado al Congreso de la Unión, entre otros. Combatió contra la Intervención Francesa y obtuvo el grado de coronel; colaboró en el movimiento del Plan de la Noria (1871) y posteriormente, al lado de Porfirio Díaz, en la redacción del Plan de Tuxtepec (1876), razón por la cual fue encarcelado por el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada.

Ireneo fue editor visionario y crítico, en ocasiones satírico y polémico. Acaso estas características, además de otras motivaciones de la época, lo llevaron a protagonizar uno de los episodios más lamentables de las letras mexicanas, cuando se batió a duelo con Santiago Sierra, a raíz de un malentendido ocasionado por una nota periodística entre casas editoriales vecinas.[1] Santiago Sierra murió, en efecto, en cumplimiento del desafío pactado conforme al código de honor del duelo, en ejercicio de los usos y las costumbres de su tiempo. Su vencedor, Paz, con el correr de los años lamentó el dramático suceso.[2]

Ireneo Paz destacó sobre todo por su actividad como periodista y editor. De acuerdo con María del Carmen Ruiz Castañeda, tuvo alrededor de trescientos catorce seudónimos o firmas. A la edad de veintiún años fundó, junto con Alfonso Lancaster Jones, su primer periódico: El Independiente. Más adelante editó El Boletín de la Guardia Nacional, La Revolución, El Día y El Voto del Pueblo. Creó en Guadalajara su primer diario jocoso, Sancho Panza. A mediados de 1865, en la capital jalisciense, fundó El Payaso, “periódico bullicioso, satírico, sentimental, burlesco, demagogo y endemoniado, que ha de hablar por los codos”, y cuya posición antijuarista le valió ser suspendido. Antonia Pi-Suñer menciona que en 1867 sacó a la luz su tercer diario jocoso, El Diablillo Colorado, en Mazatlán, Sinaloa.

Ya en la Ciudad de México, y desde la cárcel, inició la redacción de una nueva publicación satírica que tituló El Padre Cobos (1869), bisemanario que atacó a Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada y que desde su creación se adhirió a la causa de Porfirio Díaz. Originalmente, este periódico salió de la Imprenta de Vicente G. Torres —con J. R. Torres como editor, para proteger la identidad de Paz (21 de febrero de 1869)—; sin embargo, hacia la tercera época (1873), el propio Ireneo pudo elaborar la publicación en un taller de su propiedad: Tipografía del Padre Cobos, ubicada en la segunda calle de Venegas, número 6, Ciudad de México. La imprenta cambió de nombre y dirección en varias ocasiones, y experimentó asociaciones con otros editores. Para 1878 apareció con el nombre de Imprenta de Ireneo Paz y T. Diéguez, el cual cambió por el de Imprenta y Litografía de Ireneo Paz en 1880.

En su propia imprenta, Paz publicó el Almanaque del Padre Cobos (1875-1886), calendario humorístico que duró ocho años consecutivos. A partir de esa etapa puede observarse cierta evolución técnica en el diseño y el formato: El Padre Cobos mejoró la portada, pasó de tener simples letras tipográficas a una litografía más elaborada y un aumento en el número de sus páginas.

Tras el triunfo de la revolución de Tuxtepec, Ireneo editó otro impreso, esta vez de carácter serio, al que tituló La Patria (1877). Dirigió esta publicación por treinta y ocho años, durante los cuales contó con la colaboración de distinguidos personajes, entre los que descuellan Ignacio M. Altamirano, Vicente Riva Palacio, José María Vigil y Luis G. Urbina. Hacia su segunda época (año vii), esta publicación mostró una esmerada litografía en la primera página y sus interiores desbordaron en anuncios publicitarios, situación que contrastó visiblemente con las primeras ediciones.

Su incansable vocación como editor llevó a Ireneo Paz a publicar La Patria Ilustrada (1882), que ampliaba su visión de periodista para captar otros actores y públicos específicos, en este caso el bello sexo, ya que consideraba que el periódico era un medio natural para subsanar la educación formal de la mujer. Aunado a lo anterior, imprimió libros de bajo costo y amplios tirajes a fin de buscar otros lectores, entre ellos los públicos infantil y obrero.

En el terreno literario, el joven Paz asistió en Jalisco a veladas donde muy pronto exhibió algunas de sus facultades narrativas. Asimismo, participó en la tercera etapa del Liceo Hidalgo (1884-1888), del que fue presidente, y en el Liceo Mexicano Científico y Literario (1885-1894). Asimismo, a mediados de la década de los setenta publicó, de manera prolífica, narrativa, teatro y poesía. Escribió las novelas históricas: Amor y suplicio (1873) y Doña Marina (1883), únicas dos producciones que reconoció como “novelas”, así como las Leyendas históricas de la Independencia, primera serie (1886-1894): “El licenciado Verdad”, “La Corregidora”, “Hidalgo”, “Morelos”, “Mina” y “Guerrero”, y segunda serie (1895-1914): “Antonio Rojas”, “Manuel Lozada”, “El Tigre de Alica”, “Su Alteza Serenísima”, “Maximiliano”, “Juárez”, “Porfirio Díaz” y “Madero”.

Para el escritor, la novela era el género moderno por antonomasia porque tenía las cualidades para formar, entretener y satisfacer la nueva demanda del gran público, el de la sociedad de masas encabezada por la clase media. Mientras que en la novela estaban más presentes la imaginación y la fabulación, en las leyendas los sucesos históricos y sus personajes eran más susceptibles de ponderación. En ese sentido, Paz fue heredero del nacionalismo literario, capitaneado por Altamirano, quien desarrolló la novela histórica con elementos románticos y realistas. Como otros de sus contemporáneos, y al lado del español nacionalizado mexicano Enrique de Olavarría y Ferrari, y de Victoriano Salado Álvarez, Ireneo Paz centró su atención en la novela como medio para difundir la historia mexicana en episodios que fundamentaba con documentación veraz y puntual.

En relación con este último aspecto, la historiadora Antonia Pi-Suñer destaca:

... a la vez que "apegarse a la verdad", [lo que le interesaba] era dar a los hechos históricos "su fisionomía propia y caracterizar hasta donde sea posible a los actores del drama". Esto es precisamente lo que lo llevó al campo del relato novelesco, pues buscó aproximarse al mundo íntimo de los personajes, recreando las situaciones en que se encontraron. Y en esto radica, a nuestro parecer, el valor de la obra de Paz.[3]

Una de las influencias más claras en Paz y otros narradores afines fue el escritor español Benito Pérez Galdós, cuyas obras dejaron huella en la narrativa mexicana. El mismo Ireneo Paz las editó y difundió en México, al grado de que el autor canario se convirtió en uno de los novelistas españoles más leídos en nuestro país.

Otras obras de Ireneo Paz son La piedra del sacrificio (1871) y Amor de viejo (1874), ambas de corte sentimental; Guadalupe (1874); Las dos Antonias (1883), y la colección de poesías Cardos y violetas (1859-1878). También escribió sus memorias en Algunas campañas (1884-1885). De su producción teatral deben mencionarse La bolsa o la vida (1863), Los héroes del día siguiente (comedia, 1869) y La manzana de la discordia (1871), entre otras.

Imprimió, además, obras de gran valor histórico para la literatura mexicana, como Los hombres prominentes de México (1888), editada en español, francés e inglés; México actual. Galería de contemporáneos (1898), y Porfirio Díaz (1911). De su casa editora salieron las Obras poéticas de la señora Isabel Prieto de Landázuri (1883), precedidas por un estudio biográfico y literario de la autoría de José María Vigil; Poesías (1887), de Gustavo Adolfo Baz; Doce leyendas, de Francisco Sosa; Poesías, de José Joaquín Terrazas y de José Peón y Contreras; Lo prohibido (1886) y Fortunata y Jacinta (1887), de Benito Pérez Galdós; el discurso de inauguración de la Biblioteca Nacional de México (1884), por su director José María Vigil, acompañado de una afamada oda pronunciada por Guillermo Prieto, entre muchas obras más. En el catálogo de la Biblioteca Nacional de México se consignan alrededor de ciento cincuenta títulos procedentes de sus talleres.

Cabe mencionar que la imprenta que tantas satisfacciones dio a Ireneo Paz fue cerrada en pleno auge del conflicto revolucionario (1914). Al final de su vida, el entusiasmo del editor por Díaz disminuyó ante la imposible democratización de México y defendió la candidatura de Bernardo Reyes.

Aunque por mucho tiempo se postergó la recuperación de este escritor debido, entre otras razones, a su asociación con los distintos gobiernos de Díaz, la importancia de Ireneo Paz es incuestionable tanto en las letras nacionales como en el periodismo y la edición en México.

 

Bibliografía

Escudero, Ángel, El duelo en México. Recopilación de los desafíos habidos en nuestra república, precedidos de la historia de la esgrima en México y de los duelos más famosos verificados en el mundo desde los juicios de Dios hasta nuestros días. Prólogo de Artemio de Valle-Arizpe. México, Porrúa, 1998 (“Sepan cuantos…”, 695).

Gutiérrez Zamora, José Manuel, “Miscelánea dominical”, La Época. Diario Político, Serio e Imparcial, t. i, núm. 132 (6 de abril de 1884), p. 1.

Musacchio, Humberto, Diccionario enciclopédico de México, 2 vols. México, Raya en el Agua, 2006.

Noyola, Francisco M., “Ireneo Paz y el periodismo del siglo xix”, Revista Zócalo. Comunicación, Política y Cultura, México, 1º de diciembre de 2015.

Pi-Suñer, Antonia, “Ireneo Paz, divulgador de la historia nacional”, en Un hombre entre Europa y América. Homenaje a Juan Antonio Ortega y Medina. Coordinación y edición de Amaya Garritz. México, Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Nacional Autónoma de México, 1993, pp. 305-307.

----, “Entre la historia y la novela. Ireneo Paz”, en Belem Clark y Elisa Speckman (coord.), La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, vol. iii, Galería de escritores. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, pp. 379-392.

Sierra, Justo, Obras completas, t. xivEpistolario y papeles privados. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1978.

Urueta, Margarita, Jesús Urueta: la historia de un gran desamor. México, Stylo, 1964.

Seudónimos:
  • Caralimpia
  • Arlequín
  • Cobos
  • El Comendador