Fue en una de aquellas jornadas, que en la memoria se te empastaba como un continuo sin descansos y donde las anécdotas se te apelmazaban en el recuerdo, todo perseguido por un sueño que nunca llegaba, que te descubriste, al pie de un cañón y animando a los artilleros a que corrigieran la alzada, tomando la mano de un muerto. Retiraste la mano suavemente, soltando los dedos helados con cariño, como si temieras turbar su sueño y distraer tus pesadillas....