20 nov 2019
En este documento describo, a partir de mi trabajo de campo en las comunidades de Tancuime y Tampate Centro, del municipio de Aquismón, San Luis Potosí, el ritual curativo por medio de las danzas Pulikson y Tzacamson que los indígenas teenek de la Huasteca potosina emplean para recuperar la salud cuando se presentan enfermedades producidas por el viento —como el mal aire (at’ax ik’), el susto (jik’eenib), el empacho, el mal de ojo (yajwal, yaj = dolor y wal = ojo)[1], el embrujamiento—, o las consideradas culturalmente de origen aéreo, como la epilepsia.
Entre los teenek, toda ofrenda dirigida a las deidades de la tierra y del cielo tiene varios aspectos. Los dones en forma de comida, bebida, flores, etc., incluyen en la ofrenda sus olores y sus sabores. La música de las danzas rituales y el esfuerzo físico de los danzantes suelen ser también una parte fundamental de la ofrenda.
La danza se presenta en todas las etapas del ciclo agrícola acompañando y complementando los rituales agrarios y religiosos dirigidos a las deidades de la naturaleza y a los santos. La música se ofrece en “forma de aire” u ondas sonoras con el objeto de crear una atmósfera más propicia para la comunicación con los dioses de la naturaleza y del cielo. La danza también es empleada con fines curativos para las personas cuya enfermedad es producida por el aire. Los teenek consideran que la medicina oficial no es capaz de curar esta afección. El remedio dancístico-terapéutico, en cambio, se considera efectivo y constituye uno de los aspectos torales dentro de la vida comunitaria de los indígenas teenek.
Los sonidos de las danzas son una forma de energía o aire beneficioso que se produce para curar los males del espíritu, que afectan sensiblemente a los danzantes y a cualquier persona. Junto con la oración, el incienso, el aguardiente, los rezos y las barridas con hierbas, las danzas son un factor decisivo en los rituales de curación cuando el daño es causado por aire, en una terapia que sigue el principio homeopático de curar un mal utilizando un elemento o bien del mismo origen o bien de naturaleza semejante. A esto se suman las ofrendas alimenticias dirigidas, con el mismo objeto, a la tierra, a los dioses de los cuatro rumbos y a los santos.
Los teenek de San Luis Potosí designan al aire con el término ik. El aire o el viento es el soplo vital que da aliento a los hombres y a todos los seres vivos. Al perderse parte de ese soplo vital, se retira el espíritu que anima al cuerpo de los hombres y se produce la enfermedad. Este alejamiento requiere de la atención de un especialista capaz de manejar en un ritual la energía sutil que nace de los sones de las danzas.
Entre las enfermedades que se relacionan con este aspecto del “mal aire” (at’ax ik’) se encuentran el susto o espanto ( jik’eenib), el empacho y la epilepsia, consideradas por los teenek como enfermedades o afecciones del alma que afectan al cuerpo. Para la curación de estas afecciones es necesaria la intervención de los “amigos del viento” que generan las danzas curativas. Las enfermedades del alma competen a los curanderos teenek, mientras que a las enfermedades del cuerpo se les trata con plantas curativas y con medicina alópata.[2]
Para el diagnóstico de este tipo de enfermedades se emplean las limpias en todo el cuerpo del paciente con huevos de gallina de patio y velas prendidas, y se hace uso también de “la rifa de los granos de maíz”. Estas formas de diagnóstico que hacen los curanderos constituyen el primer paso para recuperar la salud. Cuando el diagnóstico se hace con velas que fueron bendecidas el 2 de febrero, se debe observar “si la flama ruge”. Si la vela “empieza a rugir y no le sopla nadie” es señal de que la enfermedad viene por un mal aire recibido en algún lugar que frecuenta el paciente.
La concepción teenek de la enfermedad toma en cuenta que existen dos principios: el espíritu o alma y el cuerpo. El ser humano está dotado de dos sustancias llamadas por los teenek ehetalaab, ‘alma del corazón’, y ts’itsiin, ‘alma del pensamiento o espíritu de un individuo’. Esta concepción de las dos almas, localizadas una en la cabeza (ts’itsiin) y la otra en el corazón (ehetalaab), representan el principio vital y el alma del pensamiento respectivamente. El ts’itsiin (el instrumento de la voluntad) es el alma del pensamiento que da las órdenes, mientras que el ehetalaab (el don de la palabra) es el alma del corazón que las ejecuta.[3] Las enfermedades del alma o del espíritu no solo se presentan en seres humanos, sino también en entes que han sido dotados de alma como los cerros, el maíz, los instrumentos musicales, las casas donde se habita, los instrumentos de trabajo agrícola, etcétera.[4]
La mayoría de las enfermedades del cuerpo se originan por un desequilibrio entre lo frío y lo caliente, y el especialista ritual debe conocer qué plantas sirven para curar cada mal, así como conocer “el remedio sonoro” de los sones en esas terapias: “Las danzas son sagradas, porque son puro aire”, me aclara un interlocutor (informante) curandero. La enfermedad del espanto y otras de origen aéreo disminuyen el calor corporal y por lo tanto el enfermo siente escalofríos. Es el calor del espíritu que se ha salido del cuerpo y no vuelve a su lugar si no se realiza cierto ritual curativo empleando los sonidos terapéuticos de la danza. Al paciente le pueden dar varios espantos hasta que se le va parte del t’sittsiin. Elmal aire quita parte del t’sittsiin y del ehetalaab. También se manifiesta esta enfermedad del “espanto” por falta de apetito, vértigos, inquietud, depresión, somnolencia, falta de concentración o desmayos. Todos los síntomas son provocados por la pérdida del t’sittsiin y también por la ausencia del ehetalaab.[5]
Cuando el individuo pierde el ts’itsiin, vive solo con la fuerza del ehetalaab, pero no es posible que viva mucho tiempo de esta manera: parte del pensamiento del enfermo está ausente debido a los aires maléficos que tiene en el cuerpo. El señor El señor Miguel Ángel Calixto Pazarón, un informante y curandero, teenek menciona que para remediar esta situación es necesario realizar unos tratamientos terapéuticos empleando las danzas Tzacamson y Pulikson:
Cuando una persona ha enfermado y se le ha ausentado el espíritu se utiliza la música del Tzacamson o Pulikson. El Tzacamson es el son virgen, el son blanco y el uso de la danza en curaciones es muy importante porque le gusta a Dios y va directamente a él. Esta danza Tzacamson es la danza de Dios. Es la danza inocente, es el son del espíritu blanco. A Dios le gusta mucho el Tzacamson, más que otras danzas porque es el son blanco, el son inocente, el son niño, el son pequeño. Se emplea principalmente para las enfermedades de los niños.
Esta enfermedad se presenta cuando el cuerpo está sucio debido a los malos hábitos. Al espíritu no le gusta tener su casa sucia que es el cuerpo. El cuerpo se ensucia por los malos aires, las acciones malas de las personas: como por ejemplo, matar, robar, violar, por pensamientos malos, por maldiciones o envidias. El cuerpo se “embasura”, se enferma. Estando enfermo el cuerpo, el espíritu se empieza a ir de esa casa sucia. Es muy difícil en esas circunstancias regresar el espíritu. Se necesita un trabajo de limpieza, para hacer que regrese el espíritu por un susto ( jik’eenib) recibido. El espíritu se queda en el cuerpo de cinco a diez años; si no se trata a tiempo, el enfermo se muere y el espíritu regresa al todo. Cuando una persona se enferma (producto de la maldad de otra persona que te hizo algún daño, mal aire o te maleó por brujería) se hace un rito de oración para purificar el cuerpo y suplicar al espíritu que regrese. Para eso se reza, se quema incienso, se hacen oraciones y se llama al espíritu y se trata la enfermedad con la danza. Ya con el cuerpo purificado y limpio, el espíritu regresa totalmente y se recupera la salud y la persona empieza a vivir otra vez.<
La música del Tzacamson ayuda para purificar el cuerpo, con este ritual se tocan algunos sones muy especiales para la curación del cuerpo y purificarlo.
La danza cumple, pues, una función terapéutica cuando una persona ha adquirido una enfermedad producida por el viento. El susto o espanto (jik’eenib) se presenta en los pacientes como un estado de vulnerabilidad y debilidad generalizado del cuerpo, que se trata de evitar con la recuperación inmediata del t’sitsiin o el ehetalaab mediante una limpia del cuerpo, una ofrenda a las deidades del cielo y de la tierra y un tratamiento adecuado que prescribe el curandero. Esto se logra en varias sesiones curativas en las que la danza debe seguir un repertorio específico para la limpieza del cuerpo, que va desde el saludo hasta la despedida. La música es una petición al Pulik Manlaab, el Trueno, porque va directamente a él, porque “es aire que llega directo al Pulik Paylon Dios Padre, Pulik Maanlaab”.
Mientras que la danza Tzacamzon se utiliza para la curación de los niños, la danza Pulikson se emplea para la enfermedad de los adultos. Un curandero teenek menciona que:
La danza de Pulikson se emplea para curar a personas adultas en situaciones cuando estas están hechizadas o porque les han hecho algúnembrujamiento o tiene alguna enfermedad producida por malos aires. Se comienza con el saludo o sones de entrada, se toca el son de la solicitud o son para solicitar el favor y tener la seguridad y la certeza de lo que te va hacer en el ritual salga bien. Si no haces esta solicitud te puede perjudicar, te puede ir mal. Si sabes manejar bien el ritual de curación tendrás la certeza que te va a salir bien y vas a lograr tu objetivo. Se tiene que pedir la presencia de Dios con la certeza de que él te está escuchando, porque Dios existe. Los sones que se tocan son nueve en el ritual. Son danzas que tocan sones para la curación.
Cuando una persona se asusta (espanto) (jik’eenib), esta se enferma debido a que el cuerpo es materia. Para curar al cuerpo se emplean, las danzas, las hierbas, el incienso, la oración, las velas, el agua de la jícara.
La danza Pulikson forma parte de un ritual bastante complejo para tratar a personas adultas que han enfermado por los malos aires, por brujería, o que padecen epilepsia o enfermedades de la cabeza: “enfermos que se ponen locos y de repente se desvanecen, que pierden la cabeza y se les va la mente”. Ese ritual de curación debe realizarse tres veces, comenzando en la fecha de nacimiento del paciente. Si esta fue, por ejemplo, el 13 de enero, se realizará ese día, después el 13 febrero y por último el 13 de marzo por la noche. El ritual que describiré a continuación se realizó en la tercera y última sesión de terapia que se le practicó a un enfermo en un caso especifico.
En un altar adornado con flores naturales y flores artificiales se colocan las imágenes de san Miguel, la Virgen de Guadalupe, la Divina Trinidad, san Juan Bautista y varios Cristos. Se ofrendan tamales y pan en un plato, tapados con una servilleta blanca. También se colocan doce platitos con comida de maíz sin chile, doce vasos de refresco al filo de la mesa —seis de un lado y seis del otro, separados por una veladora encendida y una vela— y un billete de cien pesos. Se encienden velas en el piso frente al altar y se consagra también el lugar donde se va a danzar.
En una mesa pequeña, en el centro de la habitación, se coloca un mantel bordado con el cosmograma teenek. Consiste en una cruz que representa un sistema de ejes cartesianos: con color rojo el plano horizontal y con color verde el vertical. En el cuadrante oriente y norte aparecen bordadas tres estrellas de seis puntas de color verde. En este sitio se colocan unas plumas de gallo de color negro y una pequeña copa con aguardiente. En el cuadrante norte-poniente aparecen bordadas dos estrellas también de seis puntas y de color verde. n este lugar del mantel se pone un recipiente pequeño con sal de mar. En el cuadrante poniente-sur igualmente hay bordadas dos estrellas verdes de seis puntas y se colocan pequeños trocitos de ocote. En el cuadrante sur-oriente hay bordadas dos estrellas de seis puntas y se pone un tamalito con hojas de plátano conteniendo el corazón de un gallo de medio kilo que todavía no ha pisado, es decir, un gallo virgen, que representa al espíritu del enfermo.
En este cuadrante hay también una jícara con agua y tres flores blancas, junto con nueve monedas. El agua de la jícara se ha traído de la cueva de la Pila en lo alto del cerro Agujerado de Tancuime. En cada uno de los puntos cardinales se coloca una botella de cerveza con agua bendita. Al pie de la mesita se colocan tres bolimes[6] tapados con una hoja de plátano “soasada” o cocida. Uno de ellos tiene carne de un gallo joven de color negro y los otros dos bolimes están hechos con el corazón de un toro, que representa al espíritu del viento. Cada uno de ellos tiene su alma, que es el alma del alimento que se ofrece a las deidades de la Tierra y del cielo. La mesa representa a la mesa celestial del creador y a la tierra misma, sostenida por cuatro horcones o patas.
Las nueve estrellas de seis puntas, colocadas en los cuatro cuadrantes de la cruz coinciden con los nueve sones que se tocan en esta ceremonia de curación. Román Orta, el curandero y arpista del Pulikson que participó en esta curación, nos dice “que cuando un hombre nace, ya trae su estrella, ya trae su don para dedicarse a músico, curandero o cualquier otra actividad. Por eso se deben de colocar esas estrellas, ya que eso simboliza el don de cada quien”.
Para limpiar al enfermo, se utilizan las hojas de una planta que llaman hierba del mono. Las hojas de esta planta tienen forma de trébol, son anchas y se cortan en el bosque, al pie del cerro. Para comenzar a limpiar se coloca al enfermo frente al altar y delante de la mesa con las ofrendas. Se sahúma al paciente y se saluda con incienso a los cuatro puntos cardinales y a los cuatro vientos. El curandero esparce aguardiente con la boca por todo el cuerpo del paciente y lo limpia con las hierbas. Se encienden pequeños trozos de ocote que el curandero apaga dentro de su boca y luego sopla con este aliento al enfermo, “para darle fuerza”. Al mismo tiempo se rezan oraciones en teenek y se habla con las estrellas de los cuatro rumbos del firmamento. El curandero menciona que:
las velas que se prenden son como una vida al igual que las nueve estrellas pequeñas que se colocan de los cuatro rumbos sobre el mantel bordado. Representan a los santos y a los espíritus o a los ángeles: ángel Serafín, ángel Querubín, ángel divino…
- Ocox Dhipaak o Kanilab Dhipaak (que significa primero Dhipaak o Canción a Dhipaak)
- Sabchil
- Oxtil
- Sechil
- Bochil kanilab dhipak
- Acaxchilson
- Bucchil ikanilab
- Wasic Acachil kanilab
- Belewchil kanilab dhipak
Durante toda la curación y la danza, se barre reiteradamente al enfermo con la hoja del mono, se le sahúma y se le reza en teenek. Román Orta nos dice sobre estas acciones rituales:
Yo platiqué con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo para curar a este hombre que está caído, enfermo y grave. Padre eterno, te pido por Teodoro Fernández que padece epilepsia para que lo cures. Te ofrecemos esta agua [toma la jícara con las manos], que tomará durante nueve noches y nueve días.
Luego llama al espíritu del enfermo:
Regresa, espíritu a tu casa, regresa con Teodoro Fernández… Padre, tú que tienes el poder para aliviar a esta persona caída, alíviala. Man-Laab, señor Trueno, señor Rayo, tú que eres un hombre grande y Rey del Mar, Mushilan te lo suplico, alivia a Teodoro Fernández. A ti, Mam-Laab, Boco-Miin, alivia al enfermo. A los doce Ángeles del Trueno, los doce Mam-Laab, Bocom Paylonlaab...
Román también menciona que:
Para terminar con el ritual se ofrendan los bolimes. Antes de comerlos se baila en cada punto cardinal con los bolimes al ritmo de la danza del Pulikson hasta completar nueve sones, cargándolos como si fueran un niño. También bailamos con el copal, el aguardiente y el agua bendita. Al final volvemos al norte y rogamos que se vaya el viento negro del norte. Ofrendamos galletas que tengan la figura del toro y del caballo. Tenemos que dar la ofrenda para que se vayan esos animales. Que dejen a esta persona en paz y se pueda aliviar.
En ese momento de la curación, mientras se interpreta el Son del Incienso, que es especial para bendecir la mesa, se despedazan los bolimes, se reparten y se ofrecen a los puntos cardinales, se sahúma, se rocía con aguardiente y se dicen oraciones. Sólo los músicos participan en este paso.
Al terminar esto, don Román dirige un discurso a todos los presentes, pero en especial al enfermo y sus familiares, a quienes se les recomienda tomar el agua de la jícara por nueve días. En el discurso, el curandero también invoca al padre eterno y a Manlaab. Se toca un último son para dar las gracias que se llama Tenle kaknamac, “las Gracias por compartir la ofrenda”, y se recogen los restos de comida de la ofrenda y del tamalito que contiene el corazón del gallo.
Después de un rato, todos salimos con rumbo al bosque cerca de la casa de Román, para “sembrar” el tamal con el corazón del gallo y los restos de la comida consumida en el ritual. Estos deben enterrarse justo por donde se ve que el agua corre en tiempos de lluvia, para que el agua se lleve todas las enfermedades al lugar de origen que, como explicaremos más adelante, es el mar. Al llegar al sitio, al pie del cerro y en lo más tupido del bosque, el curandero empieza a decir oraciones en teenek. Se prenden velas y se ofrendan los restos de la comida. Se colocan las imágenes y, frente a ellas, los instrumentos musicales de la danza, para bendecirlos y proceder después a tocar y seguir con las barridas y limpias a la comitiva.
Mientras se tocan los sones especiales para la limpia, se sahúma con copal y se barre a todos los presentes con las hierbas del mono que se cortan en ese mismo sitio y se les rocía aguardiente en la cabeza y el cuerpo. A Román lo limpia uno de los músicos que lo acompañan.
Al dejar de tocar la danza, se entierran el tamalito y todos los residuos de las ofrendas. La comida queda tapada con tierra y con hojas de los árboles y todos nos retiramos del lugar. Con esto concluye la curación del enfermo, la danza del Pulikson y la Acción de Gracias a las deidades de la tierra,[7] de los cuatro rumbos, del mar y del cerro. Son las cuatro de la mañana…
El complejo ritual que acabo de describir involucra una serie de elementos simbólicos, algunos de los cuales podemos explorar de acuerdo con las explicaciones que da el curandero que participó en él. Román Orta menciona que las nueve monedas dentro del agua de la jícara simbolizan los bienes o el dinero, que no deben de faltar en la familia del enfermo. Asimismo, dice que la jícara con el agua es la representación del mar del puliklejem. Las tres florecitas dentro de la jícara son las nubes que traen el agua. Las flores también representan el baile y la música de la danza. Las nueve monedas simbolizan a los nueve mares y los nueve sones que se tocan en este ritual curativo. Las cuatro copas de vino personalizan a los cuatro puntos cardinales. La mesa es la alegoría del mundo sostenido por las cuatro patas u horcones. El color blanco del mantel de la mesa simboliza las nubes del cielo. La cruz roja y verde bordada en el mantel representa los pasos que debe de dar el enfermo para que siga subiendo en la pirámide de la vida.
El curandero también explica que el mar, representado por el agua de la jícara, tiene una importancia especial. Del mar, según la concepción teenek, salen todas las enfermedades que padece el hombre, de ahí que se le pida al señor del mar Mushilan que aleje a las enfermedades, para que regresen a él.
Los rituales curativos en los que se emplean las danzas Tzacamson y Pulikson son una expresión regional de una cosmovisión más generalizada en Mesoamérica. En esas ceremonias se sigue una secuencia ordenada que revela los elementos de una cosmovisión y una forma de reproducción cultural. La ofrenda de comida, así como la ofrenda musical son dones con una geometría y una aritmética simbólicas. La utilización que hacen los indígenas de los números, en todos sus rituales, es siempre simbólica. Los números indican en sí una cualidad, un concepto que está más allá de la cantidad, y poseen una verdadera articulación en los mitos y en los rituales curativos, agrarios y religiosos. Las cifras 4 y 5 corresponden a guarismos simbólicos del cosmos. El 4 representa a los puntos cardinales, y el 5, a los puntos cardinales y su centro. Según Ichon[8] entre los totonacas, el 5 también es el número esotérico del maíz representado como cinco serpiente. Entre los nahuas o aztecas el número esotérico del maíz es el siete serpiente; el siete águila es el número esotérico de las semillas de la calabaza.[9]
Entre los teenek de San Luis Potosí, los números tienen en sí un poder y están relacionados con ciertos fenómenos naturales o culturales. Por ejemplo: de acuerdo con la información proporcionada por Miguel Ángel Calixto Pazarón, médico tradicional de Aquismón, el número tres designa a las tres fuerzas primarias de la creación, como el simbolismo del nixcon que tiene tres piedras donde se hace el fuego para las tortillas. El cuatro denomina a las estaciones del año y a los puntos cardinales. El número siete es el número de las ánimas o los muertos, al igual que el número trece, etcétera.
Los teenek mencionan que cuando se ofrendan 81 tamales este don va dirigido al viento. En los rituales terapéuticos, los sones interpretados para curar suman nueve. Podemos decir que este número y sus multiplicaciones son la cifra del viento, generador de enfermedades y destructor de las matas del maíz cuando sopla muy fuerte.
Todos los números están cargados de una honda significación vigente en los diversos rituales y ceremonias teenek. Estos son al mismo tiempo expresiones de la vida cotidiana y representaciones de una cosmovisión y una resistencia cultural.
Ariel de Vidas, Anath, 2003. El Trueno ya no vive aquí. Representación de la marginalidad y construcción de la identidad teenek (Huasteca veracruzana) . México: CIESAS / COLSAN / CEMCA / IRD.
Alcorn, Janis B., 1984. Huastec Mayan Ethnobotany. Austin: University of Texas Press.
Caso, Alfonso, 1963. El Pueblo del Sol. México: FCE.
Hernández Azuara, César, 2011. Danza y Música en la vida ritual de comunidades indígenas de la Huasteca Potosina. Estudio etnohistórico de las Danzas Tzacamson y Pulikson, Tesis para optar por el título de Doctor en Historia y Etnohistoria; Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), INAH, México.
Ichon, Alain, 1973. La religión de los totonacas de la Sierra. México: Instituto Nacional Indigenista.