Enciclopedia de la Literatura en México

Imprenta y edición literaria en Michoacán. Siglo XIX

mostrar Introducción: inicios de las labores editoriales y de imprenta

Las imprentas jugaron un papel relevante para el desarrollo de la comunicación desde los inicios de la Independencia de México, pero dichos establecimientos fueron diseminándose en apego a coyunturas sociales, económicas y personales de los involucrados. A diferencia de otras regiones donde la imprenta se estableció desde la época colonial,[1] a la entonces Intendencia de Valladolid de Michoacán, el arte tipográfico llegó hacia la segunda década del siglo xix. Mas ya existía conciencia de lo importante y necesario que era poseer un taller en la capital michoacana: los propios habitantes de aquella Valladolid, ante la invasión de las tropas de Napoleón Bonaparte a la península y la crisis monárquica de 1808, lamentaban no poseer un imprenta que facilitara hacer patente su postura ante los sucesos y orientar a los habitantes, y dado que carecían de un taller de tipográfico, como solían llamarse dichos establecimientos, hacían uso de las ubicadas en Ciudad de México.[2]

Con el inicio y expansión del movimiento insurgente las hojas volantes y los periódicos adquirieron mayor significado, pues la difusión de ideas era otro elemento esencial de la lucha política; en este tenor se ha observado que las imprentas también construyeron naciones.[3] Los realistas o insurgentes, además de caballos y armas, llevaban rústicas prensas portátiles, mismas que fueron muy útiles para dar a conocer una serie de documentos que hoy conforman el legado de los impresos independentistas.

Justamente localizamos a José María Cos, Andrés Quintana Roo e Ignacio López Rayón redactando con entusiasmo El Ilustrador Americano, cuyo primer número salió en Sultepec, actual Estado de México, el 27 de mayo de 1812.[4] Los redactores de aquel periódico insurgente se tuvieron que refugiar en los límites de la Intendencia de Michoacán, en Tlalpujahua, población situada al poniente, el 12 de octubre de 1812. Allí continuaron con su labor, imprimiendo los últimos ejemplares de El Ilustrador Americano, cuyo principal objetivo era dar partes de guerra y difundir las hazañas militares de la insurgencia. Así se consigna esa imprenta portátil, de dimensiones pequeñas, como la imprenta pionera que irrumpió en territorio michoacano; se consigna que “Cos contó con la valiosa ayuda de José María Rebelo, quien había trabajado en la imprenta de Arizpe en la Ciudad de México antes de 1810”[5]. Sus tipos eran de madera (letras redondas y bastardillas[6]) y utilizaba colorante vegetal (tinta de añil). Los documentos que salieron de ella, contenían la leyenda “Imprenta de la Nación”.[7] La trashumancia independentista coadyuvó a que por tierras michoacanas se introdujeran otras imprentas, como se consigna la que manejaba el canónigo José Mariano San Martín entre 1815 y 1817, en el pueblo de Urecho y en el fuerte de Jaujilla, cercano a Zacapu.[8] A su vez, se conoce que otra imprenta sería la que el capitán José Mariano Magán condujo en 1821 a la villa de Zitácuaro, en la que se imprimieron algunos ejemplares de El Mejicano Independiente.[9]

A pesar que en 1812 se juró la Constitución de Cádiz y estipulaba la libertad de imprenta, el celo virreinal no cejó y continuó ejerciendo una vigilancia muy severa. Por ello es entendible que para establecer imprentas se formularan peticiones como fue el caso de la primera iniciativa para instalar ya formalmente un taller de imprenta en la capital de la intendencia michoacana, misma que gestionó Rafael Núñez Moctezuma, impresor también errante, que pretendió la autorización respectiva en agosto de 1820. Así, dirigió una petición al propio Virrey Conde de Venadito expresándole que se encontraba “deseoso de contribuir al bien público” y disponía de una imprenta que procuraría surtir para que sirviera lo mejor posible: “Mas como para dar por ella los manuscritos que se me dirijan de esta ciudad o de fuera, sea necesario que antes de todo los apruebe o enmiende la Junta de Censura, suplico a V. S. se sirva tomar las providencias que correspondan para su creación”.[10] También, turnó la solicitud al jefe político de Valladolid, Manuel Merino, quien la recibió con beneplácito pues ninguna imprenta se había establecido determinadamente ni en esta población ni “en otra parte de la provincia” y se dirigió al Conde de Venadito en los siguientes términos:

Aquí será útil la que trata de poner el señor Núñez y cuando lo verifique, podré hacer reimprimir los bandos, las órdenes de V. E. y las otras reglas impresas que me dirija, de que las más veces no viene el número de ejemplares necesarios para circularlas a las jurisdicciones y enviar a ellas los indispensables para que se publique y generalice desde luego en los pueblos comprendidos en cada una el conocimiento de las disposiciones que convengan, y se haga efectiva su observancia (Carta fechada en Valladolid, 2 de agosto de 1820).

Aun cuando la iniciativa quedó suspendida de momento, por las circunstancias políticas prevalecientes, la misma denota que ya había quiénes se interesaban por la instalación formal de un taller tipográfico. Quizá Rafael Núñez Moctezuma hizo una propuesta semejante a Iturbide, pues se sabe que participó como impresor del Ejército de las Tres Garantías.

Las propias fuerzas iturbidistas, al merodear la capital de la Intendencia, editaron desde la Hacienda de la Soledad y el Convento de San Diego –en aquel entonces lugares periféricos de Valladolid, hoy Morelia– hojas volantes y manifiestos; traían una imprenta portátil dirigida por Rafael Escandón y Rafael Núñez, a la que se conocía como Imprenta del Ejército de las Tres Garantías, que se estableció en Valladolid. En ella se editó la capitulación de la ciudad.

En esos ires y venires de huestes es que llegó el impresor que sería uno de los pilares de las artes gráficas en Michoacán: Luis Arango Sotelo,[11] quien había sido comisionado para acompañar al ejército de Morelos como ayudante de la imprenta en Oaxaca, pronto ingresaría a Michoacán como “compositor en el arte de la imprenta” y Agustín de Iturbide lo apoyaría.[12] Ramón de Huarte, cuñado de Iturbide, intendente y jefe político superior en Michoacán, le encomendó a Luis Arango “el montaje y dirección del pequeño taller oficial, que fue el primero que funcionó en Valladolid, el día 23 de junio de 1821, en la calle del obispado número 3”;[13] por unos años sería el único en la capital del estado y serviría para reimprimir las comunicaciones de las autoridades civiles. 

Impresores en trashumancia por Michoacán

Nombre

Periodo

Lugar / observaciones

José María Cos y Pérez

1812-1815

En Real de Tlalpujahua/ en Taretán/ Pátzcuaro/ Ario de Rosales/San Pedro de Cóporo, impresor itinerante con “imprentilla de mano”.

José María Rebelo

1812-1813

En Tlalpujahua, impresor ayudante de Cos.

José Mariano San Martín

1815-1817

Urecho y Fuerte de Jaujilla.

José Mariano Magán

1821

En Zitácuaro, encargado de la Imprenta.

Rafael Escandón

1821

En Valladolid, encargado de la Imprenta de las Tres Garantías.

Rafael Núñez Moctezuma

1821

En Valladolid, encargado de la Imprenta de las Tres Garantías/ Imprenta portátil del Ejército.

Luis Arango Sotelo

1821-1822

Valladolid, encargado de la Imprenta del Ejército Trigarante.

Cuadro 1. Fuentes: Joaquín Fernández de Córdoba, Verdadero Origen de la Imprenta en Morelia, Morelia, Universidad Michoacana (Biblioteca de Nicolaitas Notables: 19), 1983; y Moisés Guzmán Pérez, Impresores y editores de la Independencia de México, 1808-1821, México, Editorial Porrúa, 2010.

A partir del 20 de diciembre de 1823, la Intendencia de Valladolid de Michoacán se erigió en estado libre y soberano de Michoacán; a escasos cuatro meses (6 de abril de 1824) se instalaría su primer Congreso Constituyente: “al convertirse en estados, las provincias mexicanas habían conservado su deseo y voluntad de luchar por un gobierno unificado”.[14] El 19 de julio de 1825 se promulgó la primera Constitución de Michoacán que en el apartado de los “derechos comunes a los hombres” establecía la libertad de hablar y escribir, e instaba a que las autoridades publicaran solemnemente las leyes para su observancia;[15] por ello, las nuevas autoridades trataron de surtir con mejores herramientas el taller tipográfico oficial, éste resultó insuficiente. Por lo mismo, el 25 de septiembre de 1825, el Congreso expresó al gobernador que: “teniendo el Estado urgente necesidad de una imprenta regularmente surtida proceda a comprarla si hubiera dinero con qué verificarlo y si no lo hay que proponga arbitrios con el mismo fin”.[16] Entonces, el gobernador Antonio de Castro respondió que cuando se supiera de una imprenta con las condiciones deseadas, se lo comunicaran. Tres días después el Congreso le notificaba:

El H. C. de conformidad con lo propuesto por las comisiones de Hacienda e Instrucción Pública y en vista del oficio de V. E. Nº 46, acordó le dijésemos que por noticias posteriores se sabe que está por llegar una imprenta de Londres, para cuya compra haga V. E. los esfuerzos que estén a su alcance, mande al efecto de los caudales que hay en la Tesorería y si no son del Estado que los tome con calidad de reintegro.[17]

Al efecto, se comisionó al propio Luis Arango, quien se trasladó al puerto de Veracruz para realizar los trámites respectivos.[18] Don Luis fue instruido a fin de que dispusiera la conducción de la imprenta, tan pronto llegara al puerto, y realizara la transacción encomendada. Así, convino la adquisición de la prensa en 3,059 pesos y cinco reales, cantidad que fue totalmente cubierta por el gobierno del Estado.[19]

Sin embargo, por los trámites de compra y traslado de la justipreciada imprenta, ésta tardó casi año y medio en llegar a Valladolid para ser instalada en el mismo palacio de gobierno bajo la supervisión de Arango. Pronto se le dotaría de más herramientas de trabajo, pues el gobierno estaba decidido a perfeccionar las primeras impresiones oficiales del estado. Un ambiente político impregnado del ideario liberal llevó al Congreso a ofrecer en arrendamiento o en contrata la imprenta adquirida por el gobierno, de este modo se le facilitaba a los michoacanos “el uso más libre de ella”:

El H. C. de conformidad con el dictamen de las comisiones unidas de Hacienda y Gobernación a quien mandó pasar el expediente instruido sobre contrata de imprenta que V. E. le remite con su oficio del 7 del corriente tuvo a bien aprobar en sesión de este día las proposiciones siguientes que le transcribimos: 1ª que se devuelva el expediente al gobierno para que convoque de nuevo contratistas, fijando el término que le parezca conveniente. 2ª Que en vista de las nuevas propuestas que acaso se hagan o de las ya hechas se decida por la que sea más ventajosa a la Hacienda Pública del Estado dando la imprenta conforme al acuerdo del 9 de enero anterior. 3ª Que si el retazo de imprenta vieja es del estado se advierta en el aviso que también ha de entrar en la contrata, que al mismo tiempo manifestase a V. E, que el espíritu del H. C. al dictar la 4ª proposición del citado acuerdo, no fue, ni es hoy otro, que el de que se diese la imprenta en arrendamiento y no en administración, para facilitar de este modo a los michoacanos el uso más libre de ella. En cumplimiento con lo dispuesto lo comunicamos a V. E. para su inteligencia y fines consiguientes, acompañándole el referido expediente. Dios y Libertad. Febrero 24 de 1827.[20]

La primera concesión se otorgó a Luis Arango quien, años más tarde, estableció su taller tipográfico particular en 1828. El segundo regente por contrato, a partir del 11 febrero de 1829, sería José Miguel de Oñate.[21] Suele confundírsele con su hijo, Juan Evaristo de Oñate Pedrajel, lo cierto es que ambos fueron tipógrafos que con infinita paciencia sortearon las dificultades del oficio, tales como conseguir los accesorios, herramientas y materiales imprescindibles para mantener activas las prensas y, cuando fue el caso, tuvieron que desarrollar su ingenio ante la falta de éstos en la localidad: reparaban sus prensas, recurrían al añil y a las tintas de los laquis­tas de la región, tallaban en trozos de madera la letra que se les averiaba; en suma, hacían uso de su creatividad para sacar adelante su compromiso. Un ejemplo de ello es la solicitud del entonces encargado de la imprenta oficial José Miguel de Oñate, quien, en 1829, pidió al Congreso del Estado licencia para usar por cinco años “unas máquinas que inventó para inventar toda clase de caracteres de imprenta”.[22] No sabemos con certeza a qué herramienta de trabajo se refería, pero es indudable que procedía con gran prestancia y empeño para realizar con decoro su actividad. A este impresor se deben la impresión de El Astro Moreliano (1829-1830). José Miguel de Oñate no estuvo mucho tiempo al frente de la imprenta de Gobierno debido a su repentino fallecimiento por un accidente.[23]

Por su parte, Juan Evaristo de Oñate Pedrajel, aunque emigró al vecino estado de Guanajuato en los albores de 1839, fue un tipógrafo destacado que se fogueó en el taller de su padre José Miguel de Oñate; no sólo trabajó para el gobierno del estado, sino que prestó sus servicios a distinguidos clérigos como Clemente de Jesús Munguía, y a otras dependencias como la Junta Departamental de Durango. Se sabe que hizo más de una decena de trabajos, entre los que se encuentran manifiestos, discursos, periódicos, opúsculos, libros y reproducciones que lo acreditan como un precursor de la imprenta en Morelia que logró hacer escuela. A este Oñate lo veremos como encargado de la imprenta del Gobierno, al mismo tiempo que mantenía su taller particular.[24] Su presencia entre los michoacanos no concluiría, varios de sus impresos circularon en tierras michoacanas y alguno llegó a prohibirse.

Al igual que Oñate, Luis Arango trasmitió sus conocimientos a varios jóvenes que ingresaron a su taller en calidad de aprendices. Entre ellos, destaca su medio hermano, Ignacio Arango, quien sería un gran sostén para el desarrollo de la tipografía en Michoacán y el de Joaquín Tejeda. A partir del establecimiento formal de la imprenta en Michoacán surgieron otros talleres donde también se formaron impresores que encararon los retos del incipiente oficio en el estado.

Hasta mediados del siglo xix eran pocos los talleres e impresores en Michoacán. Estos solían deambular de un taller a otro. Cabe señalar que, quienes dirigieron la imprenta del gobierno, acumularon experiencia y capital suficientes para montar su propio establecimiento.

Principales impresores en Michoacán en la primera mitad del siglo xi

Nombre

Periodo

Lugar / observaciones

 Luis Arango Sotelo

1821-1837

 Morelia, encargado de la Imprenta del Ejército Trigarante.

 José Miguel de Oñate

1829-1830

 Morelia, regente de la Imprenta de Gobierno.

 Juan Evaristo de Oñate Pedrajel

1829-1839

 Morelia. Encargado de la Imprenta del Estado y taller particular.

 Antonio Quintana

1830-1833

 Morelia, encargado de la Imprenta de El Michoacano Libre/ Clerical.

 Joaquín Tejeda

1830-1846

 Morelia. Encargado de la Imprenta Clerical, de la de Gobierno y particular.

 Ignacio Arango

1833-1874

 Morelia, Encargado de la Clerical/ Regente y contratista de la imprenta de gobierno, taller particular.

 Luis Ojeda

1845-1849

 Morelia, Imprenta de El Pregonero.

 Eugenio Taboada

Ídem

Ídem.

 Francisco Cabrera

1846

 Morelia, Compañía de Imprenta particular.

 Manuel Bala

1846

 Octaviano Ortíz

1850-1874

 Morelia, dueño de la Imprenta.

Cuadro 2. Fuentes: Adriana Pineda Soto, Registro de la prensa política michoacana. Siglo xix; Morelia, Universidad Michoacana/ Universidad de Guadalajara, 2004; Joaquín Fernández de Córdoba, Verdadero Origen de la Imprenta en Morelia, Morelia, Universidad Michoacana (Biblioteca de Nicolaitas Notables: 19), 1983; y Moisés Guzmán Pérez, Impresores y editores de la Independencia de México, 1808-1821, México, Editorial Porrúa, 2010.

Documentos con el sello de Imprenta de Gobierno, a cargo de Luis Arango, ubicada en la calle del Obispado Nº3

Título

Año

 Lista de los Señores Diputados de la Provincia de Michoacán para las próximas Cortes Constituyentes del Imperio Mexicano.

1822

 Lista de los Señores electos para diputados de Provincia  en esta Valladolid el día 29 del corriente.

1822

 El Comandante de la Provincia de Valladolid a sus habitantes.

1822

 El Gobernador del Estado de Michoacán. Reimpresión de un decreto del Poder Ejecutivo de la Nación.

1824

 El Gobernador del Estado de Michoacán. Ministerio de Relaciones se me ha comunicado lo siguiente…Reimpresión de un bando federal.

1824

 El liberal viendo toros.

1826

 Examen público de la Escuela Lancasteriana de Valladolid en los días 25, 26 y 27 de febrero de 1827, bajo la dirección del ciudadano Andrés Lora.

1827

 Las Vigilias de Tasso, traducidas del italiano por el ciudadano Lelardo (seudónimo literario del presbítero Manuel de la Torre Lloreda).

1827

 Leyes general y particular del Estado con la circular reglamentaria del Gobierno sobre nuevo establecimiento de Milicia Cívica.

1828

 Die XVI Maiiofficium S. JoannisNepomucenimartyris dupl. II classis cum octava. Ex concessionenovisiméfactaetiamDioces. Michoacán a SS. D. N. Papa Leone XII. De licentiaOrdinarii.

1828

 Pronunciamiento del Gobernador del Estado de San Luis Potosí.

1828

 Discurso que en el solemne aniversario de los patriotas  difuntos celebrado en la Santa Iglesia Catedral de Morelia el día 17 de septiembre de 1828, dijo Manuel de la Torre Lloreda, Cura de Pátzcuaro. Lo dan a la luz algunos amigos del orador.

1828

 Discurso que en el solemne aniversario de los patriotas difuntos celebrado en la Santa Iglesia Catedral de Morelia el día 17 de septiembre de 1828, dijo Manuel de la Torre Lloreda, Cura de Pátzcuaro. Lo dan a la luz algunos amigos del orador.

1828

Cuadro 3. Fuentes: Archivo General de Notarías del Estado de Michoacán; Joaquín Fernández de Córdoba, Verdadero Origen de la Imprenta en Morelia, Morelia, Universidad Michoacana (Biblioteca de Nicolaitas Notables: 19), 1983; y Liliana Roque Cano María, “La folletería Michoacana en el siglo xix”, tesis de la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana, 2006.

Como se puede observar, a diferencia de sus colegas, quienes mantuvieron por corto tiempo sus talleres, Ignacio Arango logró arraigarse como impresor. Con el establecimiento formal de la imprenta en Michoacán floreció una actividad tipográfica de calidad. Entre los primeros impresos que se editaron se encuentran novenas, devocionarios, cartas pastorales, circulares y memorias del gobierno, algunos libros y, por supuesto, periódicos.

No fue casual que en aquellos momentos se instalaran en la ciudad de Morelia otros talleres de imprenta. Hasta entonces, funcionaban el de Ignacio Arango, quien además era el impresor responsable de los documentos oficiales, y el de Juan Evaristo de Oñate. Tanto operarios como regentes, que no contaban con el capital necesario para montar un establecimiento propio, trabajaron para distintas imprentas. Ante las circunstancias políticas los impresores tuvieron una nueva movilidad laboral; tal fue el caso de Juan Evaristo de Oñate que abandonaría la ciudad de Morelia para trasladarse a Guanajuato y, a su regreso, se establecería de manera independiente. Asimismo, Joaquín Tejeda, quien había sido el responsable de la imprenta Clerical, se estableció en la Calle de los Jazmines donde también se encontraba Oñate. Su tipógrafo fue el señor Eugenio G. Taboada. En junio de 1846 también se instaló un nuevo taller de imprenta en la calle Nacional, propiedad de Francisco Cabrera, del que poco se sabe, a pesar de que daría un nuevo giro al diseño periodístico michoacano, al contar su taller con una plancha litográfica. En los siguientes cuadros resaltamos la contribución de estos impresores al acervo documental michoacano.

Documentos con el sello de Imprenta de Gobierno, a cargo de José Miguel de Oñate

Título

Año

El Gobernador de Michoacán a los habitantes del mismo Decreto firmado por el general José Salgado.

1829

El Astro Moreliano.

1829

Constitución Política del Estado de Michoacán, sancionada por su Congreso Constituyente en 19 de julio de 1825.

1829

Arancel para escribanos públicos y nacionales del Estado de Michoacán, expedido por el Honorable Congreso Constitucional en 17 de noviembre de 1828.

1829

Arancel para escribanos de cámara de los Tribunales del Estado de Michoacán, expedido por el Honorable Congreso Constitucional en 18 de noviembre de 1828.

1829

Discurso que en la solemne función de gracias celebrada en Morelia en honor de María Santísima de Guadalupe por los felices acontecimientos de los días 15, 16 y 17 de diciembre de 1828, dijo en el Santuario de éste último título el día 28 del mismo, el R. P. Fr. Ignacio Balderas, Predicador General de Jure y actual Guardián del Convento de San Buenaventura de la mencionada ciudad.

1829

Memorias sobre el Estado que guarda la Administración Pública de Michoacán, presentada por el Secretario del Despacho en 7 de agosto de 1829.

1829

Cuadro 4.  Fuentes: Archivo Histórico del Congreso del Estado de Michoacán, Joaquín, Verdadero Origen de la Imprenta en Morelia, Morelia, Universidad Michoacana (Biblioteca de Nicolaitas Notables: 19), 1983; y Pineda Soto, Adriana, Catálogo Hemerográfico de Michoacán, 1829-1950, México, Universidad de Guadalajara- Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia, 2005; y María Liliana Roque Cano, “La folletería Michoacana en el siglo xix”, tesis de la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana, 2006.

Documentos impresos por Juan Evaristo de Oñate

Título

Año

Aranceles para los procuradores y porteros de los Tribunales del Estado de Michoacán, expedido por el Honorable Congreso Constitucional en 6 de septiembre de 1829.

1829

Ley penal para el castigo de los delitos de robo y homicidio en el Estado de Michoacán, expedida por el Honorable Congreso Constitucional en 6 de septiembre de 1829.

1829

Discurso que en la solemne función de gracias al Todopoderoso celebrada en Morelia en honor de María Santísima de Guadalupe, por el memorable triunfo de las armas mexicanas en Tampico de Tamaulipas, el día de 11 de septiembre de 1829, dijo en el Santuario de este título el día 5 de octubre del mismo año, el R. P. Fr. Ignacio Valderas, Predicador General de Jure y actual Guardián del Convento de San Buenaventura de la mencionada ciudad.

1829

La Banderilla, periódico político.

1830

El Congreso Constitucional de Michoacán a los habitantes del Estado.

1830

Escritos presentados a esta Comandancia por el Sr. D. José Salgado y otros ciudadanos presos por las últimas ocurrencias del Estado y una alocución del Gobierno Federal.

1830

Exposición que la Honorable Legislatura del Estado de Michoacán ha dirigido a las Cámaras del Soberano Congreso de la Unión.

1830

Memoria de la Administración del Estado de Michoacán leída al Honorable Congreso Constitucional por el Secretario del Despacho en 7 de agosto de 1830.

1830

Robespierre ha resucitado en la capital del Estado, o sea ligera reseña de los atroces hechos con que el coronel Don Pedro Otero, alias El Cruel, ha manchado las páginas de la libertad michoacana.

1831

Un mexicano (seudónimo). Cuestión del día o nuestros males y sus remedios.

1834

Constitución Política del Estado de Michoacán sancionada por su Congreso Constituyente y reformada por el Cuarto Congreso Constitucional.

1835

Decretos del cuarto Congreso Constitucional del Estado de Michoacán, desde el 19 de agosto de 1831, hasta 3 de enero de 1833.

1835

Manifestación que el Comandante General de Michoacán hace a la Nación Mexicana para desvanecer las imputaciones que le atribuye un folletista de México. Isidro Reyes.

1835

Exposición que el Gobernador y Junta Departamental de Durango, han dirigido al Excmo. Sr. Presidente D. Anastasio Bustamante.

1837

Prospecto. Arte de criar los gusanos de seda, cultivar el moral y beneficiar la seda. Su autor Mr. Jonathan H. Cobb. Esq. Traducido del inglés por D. Francisco Pelletier, con notas y aumentaciones del traductor. Publicado por orden del Superior Gobierno del Departamento de Michoacán.

1837

Gramática General o Aplicación del análisis de las lenguas, por Don Clemente Munguía catedrático de latinidad en el Seminario de Morelia. Obra destinada a la enseñanza de los alumnos que estudian en el mismo Colegio.

1837

La junta Constitucional de Michoacán a los habitantes del Departamento.

1838

El Filógrafo. El prospecto está fechado el 25 de diciembre de 1838.

1838-1839

Los descendientes de Guatimotzin (seudónimo). Aviso a los mexicanos.

1838

Suplemento al número 1077 del Diario del Gobierno de México del miércoles 11 de abril de 1838. Continuación de los documentos relativos al ultimátum.*

1838

Crisis del Colegio Seminario de Morelia, correspondiente al año de 1838, por Mariano Rivas

1839

Cuadro 5. Fuente: Archivo Histórico del Congreso del Estado de Michoacán Joaquín, Verdadero Origen de la Imprenta en Morelia, Morelia, Universidad Michoacana (Biblioteca de Nicolaitas Notables: 19), 1983; y Pineda Soto, Adriana, Catálogo Hemerográfico de Michoacán, 1829-1950, México, Universidad de Guadalajara-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia, 2005; y María Liliana Roque Cano, “La folletería Michoacana en el siglo xix”, tesis de la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana, 2006.

Documento impreso por Antonio Quintana

Título

Año

Contestaciones que han mediado entre el supremo Gobierno del Estado y el ultimo Sr. Obispo de la diócesis, sobre separar del territorio del mismo a algunos eclesiásticos.

1833

Documento impreso por Joaquín Tejeda

Título

Año

El Michoacano Libre (algunos números)

1832

El Eco de la Libertad

1833

La Sombra de Washington

1833

Lecciones prácticas de lengua castellana o colección de piezas en prosa y verso sacadas de los mejores autores para al uso de lo que estudian español en el seminario de Morelia, por el C. Clemente Munguía

1835

El Popular, periódico para la clase menos acomodada

1846

El Pregonero, periódico satírico

Documento impreso por Francisco Cabrera

Título

Año

El Soldado del Pueblo, periódico de carácter político-jocoserio.

1846

Novena devota consagrada a María Santísima, en su soberana imagen del Reposo, abogada de los perseguidos que se venera en la santa Iglesia patriarcal de Sevilla y por su copia en el real convento de Santa Clara de Jesús de la ciudad de Querétaro, dispuesta por el Br. D. José Mariano Zala e Hidalgo, presbítero del arzobispado de México y natural de la misma ciudad de Querétaro.

1846

Cuadro 6. Fuentes: Archivo Histórico del Congreso del Estado de Michoacán Adriana Pineda Soto, Catálogo Hemerográfico de Michoacán, 1829-1950, Universidad de Guadalajara-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologia, 2005; y María Liliana Roque Cano, “La folletería Michoacana en el siglo xix”, tesis de la Facultad de Historia de la Universidad Michoacana, 2006.

Los impresores se esmeraban en la presentación de sus trabajos y la falta de las herramientas que requería el oficio no fue un impedimento para editar documentos que le dieran emociones a las tardes morelianas. En ocasiones, como lo hicieron Eugenio Taboada y Joaquín Tejeda, explicaban a los lectores las dificultades técnicas que tuvieron y cómo las solucionaron: “Por falta de letra cursiva, se ha ocurrido a suplirla con el uso de comillas que debieran estar reservadas para solo las palabras o frases tomadas de otros escritos. En lo sucesivo desaparecerá esta colocación de la letra que hoy se tiene en pastel la imprenta”.[25] Con tal explicación queda claro que no ignoraban los preceptos del oficio. A su vez, Francisco Cabrera, deseando formalizar su taller y “hermosear” sus publicaciones “encargó a México un buen surtido de útiles de tipo y se ha contratado al mismo tiempo a un buen cajista para el perfecto desempeño del ramo”. Avisados los lectores de la innovación se les solicitaba “dispensar los defectos que se notaren en la impresión”[[26] hasta que llegara el pedido. Joaquín Tejeda aspiraba fundar una “Compañía de Imprenta” y para ello se asoció con José Luis del Río, para que lo respaldara a introducir una plancha litográfica, pero dicho taller y contrato sólo se llevó entre 1846-1848.[27] Después se perdió el rastro de Tejeda.

Sin duda los impresores tuvieron grandes retos y deudas para mantener a flote sus talleres. Y aunque fueran responsables de las impresiones oficiales, eran casi nulas las ganancias. Así nos lo dejó saber Ignacio Arango quien desde 1842 fungió como el impresor de gobierno. Gracias a un informe de él acerca de los gastos y productos que erogaba el periódico oficial hacia 1847, podemos constatar nuestra afirmación de que en estos momentos la prensa retribuía ideológicamente más no pecuniariamente. Cuando Melchor Ocampo ingresó a la gubernatura dispuso que el periódico oficial, El Ingenuo, tuviese doble extensión (de 30 x 45 cm) y se aumentara de ciento treinta pesos mensuales a ciento noventa pesos el presupuesto destinado para su edición. Los productos o ganancias que debía percibir el propio órgano oficial eran nulos, porque las autoridades de los pueblos a quienes se les remitía el periódico y tenían la obligación de pagar su suscripción, no lo hacían a causa de la propia escasez de fondos municipales. Arango señalaba:

Yo solo por la consideración de que tengo en contrata [con] la imprenta del Gobierno y de que la impresión del enunciado periódico la contraté dos años antes de recibir aquella, he podido darle cumplimiento, pero aseguro a vuestra señoría que no puede dejar ninguna utilidad y, que el trabajo excede con mucho a la retribución que se me paga por él; de manera que si la tesorería dejara de pagar los ciento noventa pesos indicados y pretendiera sacar los gastos del producto de las suscripciones, sería imposible conservar el periódico, y desde luego terminaría su publicación.[28]

Queda claramente documentado que la edición de un periódico, en la primera mitad del siglo xix, no era una empresa económicamente provechosa y que las suscripciones no garantizaban la cobertura de sus costos. Aún el periódico subsidiado por la hacienda pública representaba un gasto jamás recuperado y si se mantenía en circulación, mucho tenía que ver con la posición política del grupo en el poder, así como el significado y utilidad que se le atribuía.

mostrar Dos talleres tipográficos claves en Morelia

Mientras, los orígenes de la casa Arango se remontan a 1838, y como referente tipográfico se mantuvieron hasta los albores del xx, un comerciante y político moreliano invertiría en una imprenta y permitiría que nuevas generaciones de aprendices se foguearan con las tintas, rodillos, planchas y papeles. Y más allá de lo redituable que pudiera ser la imprenta se convertiría en el seno de una camarilla de liberales michoacanos que con pluma, tinta y espada defendieron la Reforma, luego se opusieron a la intervención francesa, y siempre en aras del “bien social” recurrieron a la tipografía que el empresario Octaviano Ortíz[29] fundaría en 1850. La decisión de establecer en la capital michoacana un taller de imprenta realmente contribuyó a definir más claramente a la prensa y sus grupos políticos. El local tipográfico y litográfico de Ortíz se encontraba en la antigua Plazuela de las Ánimas Nº 2, actualmente Jardín Villalongín. Es muy revelador que lo haya montado exactamente cuando figuraba como diputado propietario en la Legislatura ix estatal. La filiación liberal de Ortíz trajo consigo el claro respaldo de su taller para los impresos de tal sesgo. Hasta ese momento, Ignacio Arango había sido el principal impresor de periódicos, independientemente de sus preferencias políticas, pues lo mismo imprimió El Federalista que trabajos para José de Ugarte y el propio clero. A partir del establecimiento tipográfico de Ortíz coexistieron dos casas editoriales, que paulatinamente definieron sus ideológicas.

Octaviano Ortíz, fue un entusiasta liberal ligado a la masonería, mientras que Ignacio Arango mantuvo siempre vínculos con la jerarquía eclesiástica y era impresor y amigo del propio obispo Clemente de Jesús Munguía. Ortíz se relacionaría con un grupo de connotados políticos regionales de filiación liberal, entre los que se encontraban al propio Melchor Ocampo, Santos Degollado, Gabino Ortíz, Juan Manuel González Urueña, Justo Mendoza, Juan Aldaiturreaga y Eduardo Ruiz. Los periódicos de tendencia liberal pudieron recurrir a Ortíz; con el tiempo él fungió como responsable del periódico oficial, puesto que al ingresar sus compañeros de ideología al gobierno pactaron con él las impresiones para el gobierno. El local de Octaviano Ortíz, con el tiempo, no sólo se convirtió en generador de impresos y documentos, sino también en un núcleo del ala liberal michoacana.

Octaviano Ortíz fue un hombre de cierta fortuna, forjada en sus actividades comerciales en la propia capital michoacana y una hacienda, desconocemos que le era más rentable, pero evidentemente su imprenta le proporcionaba satisfacciones y beneficio político; asimismo aunque fuera amigo de los jacobinos michoacanos editó varios rezos, novenas, avisos y otros cuadernillos de devociones con estampas litográficas, que eran parte de las lecturas de aquella sociedad, tales opúsculos formaban parte de la mercancía que podían adquirir en su tienda “La cazadora” o en la ubicada en la plazuela de San Juan Dios. Varias fueron sus empresas editoriales, entre las que destaca el Calendario de Ortíz, ilustrado con estampas litográficas por los años de 1851, 1852 y 1853, siguiendo el tenor de los reputados calendarios de Mariano Galván. Igualmente, las prensas de Ortíz ofrecieron a los jurisconsultos e interesados, desde la Constitución de 1857, hasta las leyes de Reforma y manuales de industria y comercio.

El taller de Ortíz registró una interrupción en su producción hemerográfica, ocasionada entre 1853 y 1854 al retorno de la contraparte conservadora representada por José de Ugarte como gobernador de Michoacán, quien en anuencia de Santa Anna activó mecanismos jurídicos para ejercer el control de la imprenta,[30] con lo cual directamente Ortíz se vería afectado puesto que su tipografía, así como la del impresor Luis Ojeda, fue sancionada ya que el propio Ugarte la consideraba opositora, pues daba salida a papeles que lesionaban el valimiento de la autoridad y demolían el principio de obediencia que, en palabras de Ugarte, “perjudican a la moral y al orden público”[31] aspectos que el Estado y la sociedad debían custodiar y defender. Esta baja de producción hemerográfica de la tipografía de Ortíz coincidió con el tiempo en que su dueño estuvo confinado en la prisión de Tulancingo. Llegándose a rumorar que sería trasladado a San Juan de Ulúa.

Un segundo periodo en el que se frenó la producción hemerográfica del taller de Ortíz correspondió al momento de la Intervención francesa (entre 1864-1866); como la capital michoacana fue ocupada por los imperialistas, los amigos de Ortíz se dispersaron para combatir "desde la montaña al invasor". Por estas circunstancias Uruapan se convirtió en la sede de los poderes estatales republicanos según decreto del 24 de noviembre de 1863, después lo serían Ario de Rosales, Tacámbaro y Huetamo sucesivamente. Por lo que advertimos que Octaviano Ortíz en Michoacán estuvo unido a la suerte del grupo político con el que simpatizó.

La consolidación de Ignacio Arango y de Octaviano Ortíz como impresores se debió a su relación con los grupos en el poder. Por ejemplo, mientras los liberales ocupaban la gubernatura el responsable de las impresiones oficiales fue el taller de Ortíz y al registrarse el relevo administrativo con los conservadores (por ejemplo, durante la dictadura de Santa Anna de 1853-1855 o bien durante la Intervención francesa), estos recurrirían a Arango. En determinados momentos el taller de Octaviano Ortíz tuvo más actividad, y esto nos lleva a considerar que el propio Ortíz, como diputado en el Congreso del Estado, se inclinó al liberalismo y como comerciante y animador de tertulias tuvo simpatía con los parroquianos y miembros de ese grupo, que asimismo entre los liberales michoacanos se fueron decantando entre juaristas, porfiristas y lerdistas y, asimismo, los liberales escindidos tuvieron la alternativa de Arango. El periódico oficial, las memorias de gobierno, la papelería oficial de la tesorería del Estado, como de las prefecturas y varias oficinas del gobierno eran parte de los compromisos de imprenta. Hay que puntualizar que Octaviano Ortíz como empresario ofrecía sus servicios al Estado y aunque fuera amigo de algunos administradores esperaba que siempre le fueran cubiertos los servicios prestados y se reconocieran las deudas económicas.[32] Octaviano Ortíz era, ante todo, un buen administrador al pendiente de su tienda de la esquina de San Juan de Dios (hoy Hotel Juaninos) y de La cazadora, que era un despacho destinado a la venta de libros y papelería, donde se recibían suscripciones para los periódicos de la camarilla liberal, como La cazadora estaba ubicada en un edificio contiguo al Palacio de gobierno, su local era un punto de reunión de ese círculo de militares, funcionarios, empleados y profesionistas que impulsaban en aquel momento la vida política del estado. Octaviano Ortiz era el dueño de una imprenta que le proporcionaba satisfacciones intelectuales, dicha imprenta fue operada por trabajadores de confianza, que siempre a conveniencia de los aires políticos de su patrón le estampaban o no su nombre al calce de los impresos.

El taller de Octaviano Ortíz tuvo a dos impresores-operarios que igual capitalizaron trayectoria en las artes gráficas: Esteban Montoya y José Rosario Bravo, que en su momento fueron los regentes del taller. A su vez, esta empresa contó con oficiales y aprendices que generarían a corto plazos otros talleres tipográficos. En su tipografía laboraron Sotero Ojeda, Lamberto López, Jesús Espinosa, Néstor Castro, José María Vega, Amado Loaiza y Mariano de Jesús Torres, todos ellos se foguearon y volverían diestros en los encuadramientos, cajas, planchas, tintas, refines, forros, dobleces, empastes y todas aquellas labores propias que el obrero tipógrafo no sólo debía conocer, sino dominar.

Arango y Ortíz eran patrones con perfiles distintos: Octaviano Ortíz era el propietario de la imprenta, conocía el oficio, sabía por qué debía pagarles a sus operarios, y su participación en el taller era de administrador. Por su parte, Ignacio Arango, formado por su medio hermano Luis en el oficio, participaba directamente en el trabajo tipográfico y además, entre los aprendices, tuvo a sus propios hijos y herederos del oficio. Mientras que Ortíz tenía otros ingresos particulares, el patrimonio de Arango se formaba principalmente en las prensas y planchas tipográficas.

El taller de Ortíz se mantuvo mientras su dueño, encargado de las relaciones públicas, vivió. De 1850 a 1874 el taller de Ortíz ofrecía sus prensas para trabajos tipográficos y de encuadernación; a la muerte del empresario, el 25 de enero de 1874, su familia administraría este taller por muy corto tiempo. Al respecto, apunta Fernández de Córdoba: “El establecimiento prosiguió sus labores hasta el mes de junio del año citado –1874–, con el nombre de imprenta de la viuda e hijos de Ortíz”.[33] En efecto, los herederos de Ortíz no se enfrentaron por mucho tiempo a los avatares tipográficos, en junio de 1874 resolvieron vender el taller y sus herramientas, al propio gobierno del Estado. Para la historia de la prensa local el nombre de Octaviano Ortíz no sólo significa productividad, sino también capitula una línea periodística liberal.

Por su parte Ignacio Arango, en los momentos que Ortíz montó su taller, venía realizando una labor editorial muy intensa ya que sus prensas divulgaban las obras del obispo Clemente de Jesús Munguía. De igual que Ortíz, Arango contaba con operarios, pero él también se involucraba en el proceso tipográfico. Independientemente de las filiaciones políticas (identificado Arango con el conservadurismo) debemos observar que la tradición y calidad de su trabajo le han merecido a este impresor reconocimiento en el oficio. Además, Arango fomentó dicha actividad entre su familia; por ello la actividad del taller de Arango se prolongó más allá que la de Ortíz.

El taller de Arango era una empresa familiar que gracias a sus miembros se sostuvo a lo largo del xix. Comenzó en 1838, cuando Ignacio Arango emprendió su labor como impresor particular y aún después de su fallecimiento, ocurrido en 1872, dicha empresa no sólo permaneció, sino que incrementó sus quehaceres. Bajo el sello de Hermanos Arango se editarían catecismos cívicos, recopilaciones de leyes y trabajos de bardos locales.

Ignacio Arango no sólo heredó a su viuda e hijos una empresa tipográfica prestigiada en el ambiente, sino que formó a estos como impresores. A la muerte del progenitor al calce de los trabajos le estampaban la leyenda: “Imprenta de la Viuda e Hijos de Arango”. Joaquín, Jesús y Paulino Arango González mantuvieron el prestigio de los Arango. Al fallecer la viuda Dolores González, en 1878, el taller familiar se mantuvo y siguió firmando como “Impreso con los Hermanos Arango”, quienes prolongaron su actividad tipográfica hasta finales del porfiriato. Los hermanos conocían a fondo el oficio de impresor; toda una vida vinculada a las tintas, prensas, cajas y tipos, los convertirían en expertos. El taller de imprenta de los Arango mantuvo su organización interna: el administrador fue Jesús Arango, por su parte Joaquín Arango estuvo al frente del departamento de formación y cajas, mientras que Paulino era el operario de las prensas. Para efectos de esta investigación, consideramos a la imprenta de Ignacio Arango y sus herederos como una sola (aunque obviamente considerando sus distintas etapas de desarrollo), lo que nos conduce a observar que esta imprenta tuvo bajo su responsabilidad un porcentaje sobresaliente de lo editado en el siglo xix en Morelia.

Aquí debemos señalar que, si consideramos, por ejemplo, el origen del taller tipográfico que cada periódico estipulaba, encontramos que fue por administraciones políticas el un determinado impresor destacara en su momento. E igualmente, hubo casos que alternaron los impresores para que se mantuviera algún órgano (por ejemplo, La Bandera Roja, periódico semi-oficial en 1859 fue impreso con Octaviano Ortíz y su segundo tomo, en 1860, lo editó el taller de Ignacio Arango). Este tipo de ejemplos demuestra que por un lado estuvieron las filiaciones ideológicas y por el otro sus intereses económicos, lo que permite identificar a Ortíz y a Arango como empresarios; ambos respaldaron los proyectos de los escritores michoacanos.[34]

Hemerografía con el pie de Imprenta de Ignacio Arango 1850-1874

Año

Título

1850

 El Heraldo de Michoacán.*

 La Prensa, El Anteojo.

1851

 El Harnero de Tío Juan, La Razón.

1852

 El Regenerador, La Restauración.*

 El Sentido Común, La Unión.

1855

 El Porvenir.*

1857

La Lealtad, La Tempestad, La Discusión.

1858

La Rosa de Michoacán.

1860

El Partido puro, La Bandera roja.**

1861

La Guerra.

1863

La Razón católica, La Patria.

1864

 La Gaceta oficial.*

1866

La Bandera Imperial,* La Época, El Orden.

1867

El Cinco de mayo, Las Narices.**

 La Brújula.**

1868

Las Pulgas, La Oposición.

El Eco de la Montaña.

1869

El Clamor de Michoacán, El Michoacano.

1870

Los Principios.**

1871

El Pensamiento Católico, El Progresista.**

 El Sufragio, La Época, El Michoacano.

1872

El Pilluelo, El Sacristán, La gaceta médica.

El Municipio, La Libertad.

1873

El Artesano Católico, El Voto, El Ensayo.

El Derecho del Pueblo.

1874

La Causa del pueblo.

Cuadro 7. Fuente: Adriana Pineda, Registro de la prensa política michoacana. Siglo xix, Morelia, Universidad Michoacana/ Universidad de Guadalajara, 2004. *Periódicos Oficiales del Gobierno del Estado, incluyendo la época del imperio. **Se imprimieron otros números con Octaviano Ortíz.

Hemerografía con el pie de Imprenta de Octaviano Ortíz

Año

Título

1852

 Boletín de Noticias, El Espectador.

1853

 El Espectro.

1855

 El Periódico Oficial,* El Sansculote.

1856

 El Pueblo, La Limosna.

1857

 La Reforma

1858

 La Sombra de Morelos, La Idea, Boletín Oficial.

El Rifle del Norte, La Causa del Pueblo.

1859

 La Bandera roja.**

1860

 Los Espejuelos del Diablo.

1861

 La Ley, El Artesano Libre, La Constitución.

1863

 El Nacional, Boletín Oficial del Gobierno de Michoacán.

1867

 La Restauración,* Los Torreños, Las Narices,** La Avispa, La Brújula.**

1868

 El constitucionalista,* El Imparcial.

1870

 Los Principios.**

1871

 El Progresista** El Telégrafo, El Pueblo.

 La Ortiga, La Camándula.

1872

 La Reforma, El Voto Libre, El Artesano libre.

1873

 El Industrial, La Bandera de Ocampo.

Cuadro 8. Fuente: Pineda Soto, Adriana, Catálogo Hemerográfico de Michoacán, 1829-1950, México, Universidad de Guadalajara- Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2005. *Fueron periódicos Oficiales del Gobierno. **También se imprimieron algunos ejemplares con Ignacio Arango.

mostrar De la Escuela de Artes y Oficios a la diseminación de la Imprenta en Michoacán

En 1874 el estado volvió a poseer una imprenta y la instalaría en el Palacio de Gobierno. Esta maquinaria fue adquirida después de las negociaciones con los herederos de Ortíz e igual los operarios que en ella trabajaban los vamos a encontrar ahora como los encargados de la Imprenta de gobierno. Así José R. Bravo seguirá como el encargado de la Imprenta de Gobierno en Palacio. Este taller pasó a la Escuela de Artes y Oficios que se fundó en 1885 y en 1893 el gobernador porfirista Aristeo Mercado, la convirtió en la Escuela Industrial Militar Porfirio Díaz, al que se le sumaron los talleres de litografía, grabado y fotografía, lo que permitió mejorar la calidad de los impresos, pero principalmente, se formarían jóvenes que aún en ciernes en la tinta, el buril y planchas les permitiría forjarse un oficio. Este taller fue el mejor dotado y la prensa se benefició con notoriedad al incluir litografías y fotografías, comúnmente llamadas vistas, tanto de edificios públicos, como de parajes de la ciudad y de los hombres prominentes de la historia local. Los litógrafos fueron A. Villanueva, T. Ibarzabal.

Talleres tipográficos en Morelia en el siglo xix

Año

Nombre

1822-1830

 Imprenta del Gobierno/ Imprenta del Estado.

1829-1837

 Imprenta de Luis Arango.

1829-1839

 Imprenta de José Miguel de Oñate.

 Imprenta de Juan Evaristo de Oñate.

1830-1836

 Imprenta Clerical de El Michoacano Libre.

1846

 Imprenta de Cabrera.

1846

 Imprenta de El Pregonero.

1833-1872

 Imprenta de Ignacio Arango.

1872-1881

 Imprenta de la Viuda e Hijos de Arango.

1882-1908

 Imprenta de los Hermanos de Arango.

1909

 Imprenta de Paulino Arango/ Jesús Arango.

1850-1874

 Imprenta de Octaviano Ortíz.

1874

 Imprenta de la Viuda de Ortíz.

1874-1885

 Imprenta del Gobierno/ Imprenta del Estado a cargo de José Rosario Bravo.

1885-1893

 Imprenta de la Escuela de Artes y Oficios.

1893-1911

 Escuela Industrial Militar Porfirio Díaz.

1879

 Imprenta de Benigno Alva.

1880

 Imprenta de Jesús Ponce de León.

1881-1890

 Imprenta de José Rosario Bravo.

1882-1903

 Tipografía “El Libro de Caja”de Pedro Sánchez Rodríguez.

1883-1910

 Imprenta del Colegio de San Ignacio.

1884-1885

 Imprenta de El Explorador.

1885-1921

 Imprenta de Mariano de Jesús Torres.

1885-1891

 Imprenta de Pedro Echeverría Marmolejo.

1886

 Imprenta del Progreso.

1887

 Imprenta Católica del Pbro. Alejo Romero.

1888-1893

 Imprenta del Derecho Cristiano.

1890

 Imprenta de Francisco P. De Lemus.

1890-1901

 Imprenta de Agustín Martínez Mier.

1892-1900

 Imprenta La Artística de José María Jurado.

1894

 Imprenta de La Verdad, a cargo de Miguel D. Castillo/ Imprenta de Francisco Antúnez.

1897-1902

 Imprenta Mercantil de Alfonso Aragón.

1898-1900

 Imprenta La Industrial de Jesús Calderón.

1899-1900

 Imprenta La Providencia de Bonifacio Gómez.

1899-1907

 Imprenta La Económica de Juan Bris.

1900

 Imprenta de El Heraldo/ Imprenta de Agustín Yañez/ Imprenta de Carlos Ponce.

1901-1903

 Imprenta del Libro Mayor.

1901-1905

 Imprenta de José Gallegos Argüelles.

1902

 Imprenta de Claudio Gasió/ Tipografía Michoacana de Música.

1908

 Imprenta de “El Lápiz Rojo”.

Cuadro 9. Fuente: Adriana Pineda Soto, Catálogo Hemerográfico de Michoacán, 1829-1950, México, Universidad de Guadalajara-Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, 2005.

Por otra parte, al interior de Michoacán algunas cabeceras de distrito contaba con algún retal de imprenta, pero fue durante el régimen del porfiriato que se notó más el establecimiento de tipografías al crecer poblaciones y aumentar sus actividades comerciales y culturales; ubicamos establecimientos de imprentas en Ario de Rosales (1830); en Zamora (1854); Tacámbaro (1857); en Uruapan y Huetamo (1863); en Quiroga (1870) y La Piedad (1871), que publicaron documentos en coyunturas políticas como fue el caso de El Pito Real que algún número se imprimió en Huetamo durante la época de la intervención Francesa e 1863; pero los talleres tipográficos se extendieron más esmero durante el porfiriato y su establecimiento fue visto como parte de los adelantos de “la modernidad” que llegaban a pueblos, villas y ciudades. Al valorar la producción hemerográfica del interior del estado es que computamos talleres de imprenta en varias poblaciones.[35] Aunque hubo poblaciones que no poseían imprentas, pero recurrían a las cabeceras de sus distritos para editar algún impreso; pobladores de Ixtlán o de Cotija en 1893 recurrieron a Zamora para publicar sus periódicos y años después fue que se establecerían modestos talleres. Varias poblaciones del interior del estado publicaron sus primeros periódicos durante la administración mercadista y jóvenes formados en la Escuela de Artes buscaron lugares para desarrollarse; tal fue el caso de Francisco Mejía e Ismael Vélez que se instalaron en Apatzingán (1896); Ignacio V. Manzo se ubicó en Coalcomán (1893); Mendoza Barragán en Cotija (1908); Aureliano Macías en Quiroga (1898); Estanislao Amezcua en Sahuayo (1889); R. Urbina en Tancítaro (1889); Imprenta “La Económica” de Enrique Ibarra y Allende en Jiquilpan (1909). En Zamora también se desarrolló un taller tipográfico dentro de la Escuela de Artes hacia 1908.

Imprentas al interior de Michoacán a finales del xix

Lugar

Imprenta

 Ario de Rosales

Del Distrito.

Del Portal Juárez de Donaciano Carreón.

 La Piedad

De Tiburcio A. Padrón/ De Ignacio Mendoza Barragán.

 De Froilán Heredia/ La Comercial/ La Mercantil.

 Maravatío

 Tipografía de Tirso Tinajero/ Tipografía Santa Emilia.

 Tipografía “Melchor Ocampo” de Ramón Sánchez Arreola a cargo de su hermano Ignacio Sánchez.

 Pátzcuaro

 Del Distrito.

 De la Paz/Tipografía Artística de F. González.

 De Católica a cargo de A. Pérez.

 Puruándiro

 De Alejandro Martínez/ de Alfonso Valdés.

 Tipografía de José Navarrete.

 Sahuayo

 De A. Amezcua.

 Tacámbaro

 Del Distrito/ De Rafael Carrasco Sierra.

 Tipografía Artística de Agustín M. Perea.

 Taretán

De José López Nambo.

 Uruapan

 Del Distrito.

 Imprenta de Manuel Farías a cargo de Francisco Vigil.

 De Melchor Solórzano/ Tipografía “El Libro”de L. M. Romo.

 Zamora

 La religiosa.

 La Suiza de la Escuela de la Sagrada Familia.

 De Silva Romero e hijos, a cargo de Luis Pérez García.

 De José María Torres Maldonado.

 Tipografía de Ramón Padilla a cargo de Federico Garibay.

 Talleres tipográficos de Federico Garibay e Hijos.

 Imprenta de “El Heraldo” de el Lic. Heriberto Valdés a cargo de J. Miguel Anaya/ Tip. De M. Anaya/ Tipografía de la Escuela de Artes.

 Zinapécuaro

 Del Distrito.

 De Manuel García e hijos.

 Zitácuaro

 Tipografía de “El 93” de Constantino Arreola.

 Tipografía Popular.

Cuadro 10. Fuente: Adriana Pineda Soto, Catálogo Hemerográfico de Michoacán, 1829-1950, México, Universidad de Guadalajara-conacyt, 2005.

mostrar Las imprentas: instrumentos del delito

Algunos talleres de imprenta particulares también fueron violentados durante el porfiriato michoacano debido a querellas y juicios contra periódicos. Los impresores sabían que no sólo podían secuestrar sus máquinas “como los instrumentos del delito”, igual los operarios podían quedarse sin trabajo, y hasta los mandaderos de las imprentas podían acabar en la cárcel a causa del encono de algún funcionario. Durante la administración del gobernador Pudenciano Dorantes (1881-1885) un acontecimiento sin precedente conmovió a la sociedad michoacana: un joven periodista, Luis González, editor, redactor y responsable de El Explorador fue asesinado en 1885, al parecer, por razones políticas. De este hecho se ocuparon la prensa nacional y regional, principalmente El Nacional y El Tiempo. Este joven periodista había polemizado con el regente del Colegio de San Nicolás, licenciado Jacobo Ramírez, quien también era diputado local de la legislatura xix y partidario de Dorantes, asimismo con el prefecto de la ciudad de Morelia, aquí sólo vamos a ilustrar cómo los involucrados en un taller de imprenta padecían también de las arbitrariedades judiciales. El regente Casimiro Morales, impresor del periódico, fue varias veces hecho prisionero; en diciembre de 1884 el regente de la imprenta del Explorador y dos menores de edad que vendían el periódico en las calles fueron sometidos a un proceso judicial. En este caso el demandante fue el prefecto en turno de Morelia, Ramón Valdés Mora y por el sólo hecho de fijar en un paraje público una hoja “fueron presos y tratados con el rigor de la ley con la que se emplea a los graves criminales”. Los redactores de El Explorador dieron a conocer lo ocurrido, exhibiendo a los “Nuevos Herodes” morelianos[36] que se llevaron a dos niños de 8 años; los pequeños pasaron 24 horas en un separo y el regente Casimiro Morales y el secretario de redacción, el licenciado Victoriano Piñón, estuvieron 7 horas en el cuartel de policía y 24 horas en la cárcel “confundidos con los criminales y puestos en libertad el primero mediante una multa de 50 pesos y el segundo por no haber méritos para proceder en su contra”.[37]

Asimismo, por “faltas a la autoridad” los trabajadores de la imprenta de El Progreso en 1886 fueron procesados. Francisco Aguilar, como encargado y administrador de la imprenta y Antonio Orozco, como empleado del taller, fueron considerados “cómplices del delito” y, obviamente, “las prensas colombianas del número 3”[38] también fueron consideradas instrumentos del delito e igualmente cargaron con ellas, y todo por haber impreso El Grano de Arena.

En 1908, en la ciudad de Puebla, se realizó el Congreso Nacional de Periodistas; ahí, uno de los compromisos de los congresistas fue enviar una carta a la Legislatura del Estado de Michoacán, para que se reformara el Código Penal, pues consideraban que el código michoacano contenía “preceptos atentatorios”[39] a la libertad de imprenta. Con las disposiciones penales michoacanas se atropellaba a la propiedad del impresor y se afectaba el derecho al trabajo de los que laboraban en los talleres de imprenta; al incautarse sus herramientas de trabajo, se limitaban directamente a las familias cuya subsistencia dependía de los individuos que se dedicaban a dicha labor. El último gobernador porfirista, Aristeo Mercado, entre 1892 y 1910 también vigiló las imprentas particulares.

La represión a la prensa fue uno de los elementos que hizo del régimen porfirista una dictadura. Por ello era frecuente que en los periódicos aparecieran reclamaciones; al respecto, no sólo en la capital, sino en el interior del Estado. Por ejemplo, en Zitácuaro hacia 1901 se había fundado el periódico Laurel y Olivo que desde su primer número denunciaban la iniquidad con la que eran juzgados los periodistas: “La prensa debe dejarse libre para que sea fecunda y provechosa. Que los errores de la prensa se combatan con la misma prensa y no con las mazmorras y bartolinas de las cárceles”.[40] Durante las últimas reelecciones de Mercado como gobernador de Michoacán fue aumentando el uso que el régimen hizo de un aparato jurídico para controlar a la prensa. En este sentido, Aristeo Mercado era un típico mandatario estatal porfiriano y sus estrategias de control político no distaban mucho de las empleadas en la capital de la República, donde la cárcel de Belem y mazmorras preventivas hicieron leyenda entre escritores e impresores.

Otro atentado a la libertad de expresión se realizó en la persona de Luis M. Hidalgo, responsable de El Despertador Michoacano, quien sostuvo varias querellas en los tribunales del estado por difamación y ultrajes a la autoridad, y en particular por dirigir “epítetos injuriosos al funcionario supremo del estado”. En vista de todo lo anterior se practicó una inspección domiciliaria a la imprenta que editaba el periódico con el objeto de recoger el original correspondiente, decomisando la prensa que había servido de instrumento del delito y recabar información para descubrir a los delincuentes. El juicio inició en junio de 1905 y para abril de 1907 se le negaba la libertad provisional a Luis M. Hidalgo.[41] En la misma imprenta del Despertador Michoacano se editaba La Voz de la Juventud, periódico que corrió con igual suerte, por lo que el taller tipográfico de Paulino Arango fue clausurado no sólo para impedir que circularan impresos con el mismo tenor, sino como una advertencia para otros impresores y periodistas que no siguieran la línea de encomio al gobierno.

Acciones como las descritas en el porfiriato explican que la formulación del Artículo Séptimo en la Constitución de 1917 haya pretendido acabar con tales atrocidades al señalar:

En ningún caso podrá secuestrarse la imprenta como instrumento del delito. Las leyes orgánicas dictarán cuantas disposiciones sean necesarias para evitar que so pretexto de las denuncias por delitos de prensa, sean encarcelados los expendedores, ‘papeleros’, operarios y demás empleados del establecimiento de donde haya salido el escrito denunciado, a menos que se demuestre previamente la responsabilidad de aquellos.

mostrar Consideraciones finales

La introducción de la imprenta a Michoacán ocurrió durante los años independentistas, a ese periodo le consideramos de trashumancia. Luego que el gobierno civil instara para que se estableciera un taller, quedaría 1821 como el año en que se estableció formalmente la imprenta. Llamada Imprenta del Gobierno sobre la que se dispuso tuviera encargados o regentes que pudieran garantizar por un lado las impresiones oficiales y por el otro permitir que se imprimiera a particulares. Con esa dupla, tanto en calidad de establecimientos oficiales así como particulares, se impulsaron los primeros talleres de imprenta.

El impulso que en la primera mitad del siglo xix pretendieron los hombres de gobierno, al ponerla en contratación a particulares, perfiló la fortaleza que las imprentas podían proporcionar a los ciudadanos; prestaron sus servicios a profesionistas, clérigos, escritores, poetas, músicos, como al gobierno, escuelas, compañías artísticas, etcétera. Aunque escasamente hemos referido la organización laboral, los trabajadores y operarios de las imprentas, es pertinente mencionar que este gremio de editores y tipógrafos se conocían y solidarizaban ante accidentes, penurias y litigios; por ello se organizaban con sus cajas de ahorro. Así el oficio les permitía vivir con decoro. Al interior de Michoacán fue notorio establecimiento de imprentas con el impulso de la Escuela de Artes y Oficios y por ello durante el porfiriato es que se vieron florecer más tipografías.

Las imprentas en Michoacán permitieron no sólo la difusión de la cultura impresa decimonónica conformada por la folletería, documentos oficiales, libros, cartillas, catecismos, periódicos, calendarios, novenarios, estampas religiosas, postales, arengas, etcétera, asimismo construyeron el patrimonio de varias familias que les permitió heredar un oficio a generaciones de aprendices. La socialización que las imprentas generaban nos permite recrearlas como espacios culturales, que desde su época de trashumancia coadyuvaron con idearios sociales. Aunque modestamente los talleres se equipaban con sus planchas, cajas, galeras y tipos, las artes gráficas florecieron por varios lugares de la geografía michoacana en el siglo xix, destacando Morelia como el eje de la vida cultural, social y sede de poderes civiles y eclesiásticos.

Los avatares del oficio no sólo se limitaban a encuadres, orlas, plecas, o tener surtidos de letras y papel, igualmente estos primeros editores sabían de las represalias jurídicas que corrían, a sabiendas de que fueran amordazados. Ellos son parte de la memoria de papel que los michoacanos desconocemos y habremos de seguir investigando.

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Archivos

agn Archivo General de la Nación.

agnem Archivo General de Notarías del Estado de Michoacán.

ahcem Archivo Histórico del Congreso del Estado de Michoacán.

ahpjem Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de Michoacán.

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