01 may 2019 / 11 may 2019 15:41
Su nombre completo era José María Ignacio Luis Obispo Sotero Luis Gonzaga (22 de abril de 1789 – 11 de octubre de 1854)[1] y fue hijo de Blas Ochoa Abadiano Jaso y de María Ignacia Valdés Tellez Girón; no obstante, se le conocía simplemente como Cástulo Luis Abadiano y Valdés. Fue un librero-impresor activo en la ciudad de México entre 1836 y 1854.[2] Era nieto del famoso impresor Manuel Antonio Valdés, quien de hecho también fue su padrino de bautizo, según se desprende del registro conservado en los archivos parroquiales del Sagrario de la Ciudad de México.[3] Se casó el 25 de julio de 1818 con María del Carmen Rita Cabrera y Martínez, con quien tuvo dos hijos: Francisco Abadiano y Juan Abadiano.
Asimismo, fue sobrino y sucesor de la oficina tipográfica y librería de Alejandro Valdés, cuya figura es clave para entender la época de transición de la imprenta virreinal al México independiente. En términos generales, sabemos que Valdés fue un impresor que se estableció en 1814 como sucesor de Manuel Antonio Valdés (otrora colaborador de la familia Zúñiga y editor de la Gazeta de México[4]) y que se vio en la necesidad de sobrevivir bajo las nuevas reglas del juego que estaban en proceso de construcción durante la década de los veinte del siglo xix. De hecho, las fuentes sugieren que el nuevo gobierno independiente favoreció marcadamente a Valdés por sobre Mariano Zúñiga (el otro gran impresor contemporáneo), pues lo nombraron impresor imperial[5] y le encomendaron la impresión de las Guías de Forasteros de 1822.[6]
Al parecer, Alejandro Valdés fue el tipógrafo favorito del nuevo régimen, ya que sabemos que en 1813 –durante el breve periodo de libertad de prensa efectiva en Nueva España– se suscribió al periódico El pensador mexicano y que 1822 su oficina produjo el Plan de la Independencia de México proclamada y jurada en el Pueblo de Iguala en los días 1 y 2 de marzo de 1821 por el Serenísimo Sr. D. Agustín de Iturbide[7] y los Tratados celebrados en la Villa de Córdoba.[8] Así pues, hay elementos para pensar que la oficina de Valdés resistió de manera estable y duradera el cambio de régimen, disfrutó del favor del nuevo gobierno (el de Iturbide) y además supo adaptarse mejor a las nuevas condiciones imperantes. Y es que, a diferencia de Zúñiga, la imprenta de don Alejandro sí tuvo un heredero que logró consolidar la tradición tipográfica y aprovechó el estatus de la más antigua librería de México: dicho heredero fue precisamente Luis Abadiano y Valdés.
De esta forma, el establecimiento de Abadiano representa una línea continua entre el México virreinal y el México independiente, por lo que podría afirmarse que cimentó su negocio a partir, no sólo en una imprenta-librería familiar que databa de épocas coloniales, sino que en realidad estaba explotando la imprenta-librería más antigua de la ciudad de México, lo que traería beneficios económicos en sustitución de los privilegios reales. Abadiano utilizó el título de la librería más antigua de México no sólo por la herencia familiar, sino porque su tío Alejandro Valdés compró la librería e imprenta de María Fernández de Jáuregui en 1817.[9] Cabe destacar que los Jáuregui fueron herederos de los Calderón, por vínculo familiar,[10] por lo que es posible afirmar que el negocio databa de mediados del siglo xvii. Consciente de ello, Alejandro Valdés intentó hacer valer cada peso del traspaso y se mudó al mismo local, en las calles de Tacuba y Santo Domingo. Sin duda, un hecho simbólico que sugiere un esfuerzo por aprovechar el arraigo de la comunidad lectora en dicha esquina y que fue explotada por casi todo el siglo xix por la familia Abadiano.[11]
Paradójicamente, uno de los libreros-impresores que menos se han mencionado en la historiografía de la edición en México es, justamente Luis Abadiano, sin embargo –hasta hoy– es el único impresor de las primeras décadas de México independiente (incluso novohispano) cuyo archivo particular puede ser consultado. En efecto, la Sutro Branch Library en San Francisco, California, posee la totalidad de papeles que alguna vez pertenecieron a esta familia de impresores. El traslado del archivo inició en 1889, cuando Adolph Sutro adquirió de Eufemio Abadiano el lote completo de libros, manuscritos, panfletos y documentos pertenecientes a la librería de su abuelo Luis y su padre Francisco, que para esas fechas parece haber estado en el Hotel Iturbide (también conocido como la casa de los Condes de Valparaíso, ubicada en la actual calle de Madero) como se desprende de una propaganda encontrada en el archivo de Sutro y en donde se lee que la librería de Abadiano era la “Librería más antigua de América”.[12] Con todo, gracias al afán coleccionista de Sutro, tenemos disponible una serie de documentos que permiten hacer un estudio muy detallado sobre aspectos empresariales de una imprenta-librería que abarcó todo el siglo xix.
Las noticias disponibles que tenemos de esta familia en la historiografía se remiten a una serie de menciones esporádicas y las pocas líneas que dedicó Moisés Guzmán en su diccionario Impresores y editores de la independencia de México. Al respecto, el Archivo de Notarías de la Ciudad de México conserva una buena cantidad de documentos que ayudan a reconstruir aspectos esenciales de la vida de Luis Abadiano. Por ejemplo, sabemos que hizo varios testamentos; uno de ellos el 11 de noviembre de 1830 con el notario Manuel Pinzón, en donde informaba que estaba casado con Rita Martínez y que tenía dos hijos en ese momento: Francisco y Juan Abadiano, de nueve y cinco años. Más adelante, aseguró tener 13,000 pesos como patrimonio, lo interesante es que declaró que dicha cantidad estaba “en poder de su tío Alejandro Valdés”.[13]
Otro testamento redactado el 5 de octubre de 1854 (apenas 7 días antes de su muerte) revela que pidió ser enterrado con el hábito “de nuestro seráfico padre San Francisco” en el Panteón del Santuario de Nuestra Señora del Campo Florido. Asimismo, en el documento también se establece que su esposa Rita Martínez ya había fallecido y que el testador “no firmó por hallarse privado de la vista, lo hizo a su ruego uno de los testigos que lo fueron Don Crescencio Landgrave, Don Agustín Flores, Don Francisco Lara, Don Francisco Valdes y Don Antonio Ferreiro, de esta vecindad”.[14]
Sobre la ubicación del negocio de Abadiano, los pies de imprenta dan cuenta de tres direcciones diferentes: una en la calle de Tacuba número 4, otra en Santo Domingo número 12 y finalmente en Escalerillas número 13. En realidad, la imprenta de Tacuba y Santo Domingo eran la misma debido a que ambas calles hacían esquina y fue ahí precisamente donde estaba instalada la imprenta de los Jáuregui, por lo que debió ser esa la que se anunciaba como la más antigua de la ciudad. En lo que se refiere al establecimiento de las Escalerillas (hoy calle de Guatemala), podemos afirmar que se trataba de una librería que probablemente adquirió Abadiano después de haber heredado oficialmente la imprenta de Valdés, ya que algunos documentos del archivo de la imprenta establecen que existían dos librerías y que algunos ejemplares se repartían en ambas ubicaciones. Cabe destacar que entre la esquina de Santo Domingo y Tacuba y la calle de las Escalerillas no existen más de 300 metros de distancia, por lo que existe la posibilidad de que ambos negocios fueran complementarios.
En algunas ocasiones los pies de imprenta revelan a José María Gallegos como el encargado de la imprenta, sobre todo en la década de los treinta y hasta 1838, por lo que es posible inferir que Gallegos era el administrador del negocio, mientras Abadiano fungía simplemente como el dueño. Un ejemplo de esta fórmula Abadiano-Gallegos es el pie de imprenta de la Representación que el Ayuntamiento de esta capital eleva al Soberano Congreso Nacional, para que no se quiten a las cárceles los únicos fondos en que tienen vinculada su subsistencia en donde se lee “Imprenta de Luis Abadiano y Valdés, dirigida por José María Gallegos, 1837”.[15] Al parecer, Gallegos trabajó en la imprenta desde que pertenecía a Alejandro Valdés y su importancia en el trabajo cotidiano al interior del taller pudo hacer que su nombre figurara incluso en los pies de imprenta.
Los Abadiano fueron ampliamente conocidos en los círculos intelectuales mexicanos, incluso personajes como Joaquín García Icazbalceta y Nicolás León tenían clara su reputación, ya que en la correspondencia entre ellos lo mencionan varias veces con mucha familiaridad. En una de sus cartas, Nicolás León hace saber a García Icazbalceta que estaba buscando los Diálogos de Fernández de Salazar y que “únicamente me prometieron uno los hijos de Abadiano, pero en $30, que tuve el sentimiento de no aceptar por caro.”[16] En otra ocasión el mismo León comentó que una vez le ofrecieron el Vocabulario en lengua castellana y mexicana de Molina en la casa de Abadiano “en 30 pesos; me pareció caro y ni lo examiné.”[17]
Gracias a su acta de entierro, sabemos que se cumplió su última voluntad, al ser enterrado en el Panteón del Campo Florido un día después de fallecer. Recibió los santos oleos y murió viudo en condición de ceguera en la calle del Arquillo de la Alcaicería el 11 de octubre de 1854.[18]
Bibliografía
Archivo de la Parroquia del Sagrario Metropolitano de México
Archivo General de la Nación
Archivo General de Notarías de la Ciudad de México
Bernal, Ignacio (comp.), Correspondencia de Nicolás León con Joaquín García Icazbalceta, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1982.
Davidson, Russ, “Adolph Sutro as book collector. A new look” Bulletin (San Francisco), California State Library Foundation, num. 104, 2012.
Moreno Valle, Lucina, Catálogo de la colección Lafragua de la Biblioteca Nacional de México 1800-1810, México, Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1993.
Suárez, Manuel, Dinastía de tinta y papel. Los Zúñiga Ontiveros en la cultura novohispana (1756-1835), México, Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 2019.
--, “El periodismo en construcción. Estrategias comerciales de la Gazeta de México. 1784-1785” en Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad (México), El Colegio de Michoacán, núm. 123, vol. xxxvi, verano 2015.
--, y Marina Garone Gravier, “Balance y entrega de la imprenta de María Fernández de Jáuregui a Alejandro Valdés en 1817 y su importancia para el estudio de la cultura tipográfica del periodo de la imprenta manual” en Estudios de Historia Novohispana (México), núm. 53, julio-diciembre 2015.
Toribio Medina, José, La imprenta en México, 1539-1821, Santiago de Chile, impreso en casa del autor, 8 vols., 1912.
Ward, Kenneth, “México, where they coin money and print books:” the Calderon dynasty and the mexican book trade, 1630-1730, Tesis doctoral, Austin, Universidad de Texas, 2013.