Clara Isabel Alegría Vides (1924-2018) fue una poetisa, narradora, ensayista y periodista nicaragüense. Por más de 50 años fue unas las voces que protagonizaron la lucha por la liberación en El Salvador y en Latinoamérica;[1] así como una voz de autoridad en la literatura de Centroamérica.[2] Escribió obras que atrajeron la atención de autores a nivel internacional, como lo fue Anillo de silencio (1948), que fue editado por Juan Ramón Jiménez; Flores del volcán (1982), editado al francés por Carolyn Forché; Albúm familiar, traducido dos veces: al holandés por Van Gennero Publishers (1984) y al inglés por The Women Press (1990); y Cenizas de Izalco, traducida al inglés por D.J. Flakoll para Curbstone Press (1987); por mencionar algunas de las más relevantes.
Su producción literaria fue vasta y heterogénea. Incursionó en la novela, testimonio, ensayo y, sobre todo, en la poesía. De igual forma realizó numerosas traducciones, de obras propias y de colaboración. En numerosas ocasiones su narrativa y testimonios adquirieron tintes políticos (ejemplo de ello es Cenizas de Izalco, 1966) sin que la escritora nicaragüense considerara su prosa comprometida con alguna estética o causa social. Ella consideraba su oficio como escritora igual a la de un zapatero. Consideraba que el literato debía profesionalizarse en éste para saber comunicar; no obstante, era un trabajo como cualquier otro. Así lo manifestó en una entrevista publicada por Hispamérica en el año 2000.[3]
En palabras de la autora, la narrativa era un ejercicio lúdico y de versatilidad[4]; sin embargo, su forma de expresión predilecta siempre fue la poesía:
La poesía es mi pasión. Yo he incurrido en otros géneros como la novela y el testimonio, pero allá, al final de mi vida, me doy cuenta de que puedo dialogar conmigo misma, mucho más profundamente, con la poesía que con cualquier otro género. Dialogo conmigo misma y también pienso que me puedo comunicar mejor con los otros, mejor, con la poesía. Y también creo que sin la poesía no podría seguir viviendo.[5]
Y fue su vocación como poeta la que le ganó su segundo nombre: Claribel. Narra una anécdota de su infancia que, en 1930, el escritor e intelectual José Vasconcelos en uno de sus viajes pasó por la vivienda de la familia Alegría. En aquella visita, la novicia nicaragüense le recitó un poema de Rubén Darío. Aquel suceso atrajo la atención del escritor mexicano, quién decidió rebautizar a la hija mayor de la familia Alegría con su nombre de poetiza: “un día se me quedó mirando [José Vasconcelos] muy profundo a los ojos y me dijo: ‘Tú vas a ser poeta, pero quisiera que te cambiaras de nombre. Clara Isabel es un lindo nombre, pero para una abadesa, ¿por qué no Claribel?’”.[6] Y dictada la profecía por Vasconcelos, ella de inmediato abrazó el nombre, al igual que el hábito de poeta.
Su literatura se definió por dos aspectos: autonomía y sentimiento. En primer lugar, su pluma discurrió por las páginas para acentuar –aunque no deliberadamente– su independencia ante las corrientes artísticas de su época. Se sirvió de los géneros e innovaciones estilísticas para sus propios fines. Numerosas obras de Alegría no se ciñeron a la preceptiva literaria de los géneros que empleó. Haya sido novela, testimonio o poesía, su escritura siempre se diferenció de las tendencias artísticas.
En el caso del testimonio, ella no se sujetó a los lineamientos que Casa de las Américas publicó en 1970.[7] En la creación de No me agarran viva (1983) la escritora admitió que: “con todo mi amor y mi gran cariño por la Casa de las Américas, nunca seguimos esa metodología, sino que fue una metodología nuestra”.[8] También sucedió en el caso de Luisa en el país de la realidad (1987), que en su momento se consideró como novela. No obstante, la autora precisó que “el libro no es novela, ni testimonio, es un collage”.[9] O bien, sus versos no se adscribieron a una poesía política o de denuncia: “mis poemas son poemas de amor a mis pueblos. Yo no me siento a escribir poemas sobre algún hecho político; de ninguna manera […] para hacer literatura política, bueno… para eso están los testimonios, los panfletos”.[10]
De igual forma, la autonomía de Claribel Alegría se manifestó en su falta de pertenencia a grupos o generaciones de escritores. A lo largo de la trayectoria Claribel Alegría, la crítica ha querido asociarla con dos grupos: la Generación Comprometida[11] y la Generación del Boom. Dicha relación fue establecida por haber sido ella coetánea a muchos de los integrantes de estas generaciones, así como por haber trabado amistad con muchos de los intelectuales de aquellos grupos. Tal fue el caso de su relación con Miguel Ángel Asturias (de la Generación Comprometida) o Carlos Fuentes, Julio Cortázar o Mario Benedetti (Generación del Boom), que en numerosas ocasiones visitaron su domicilio en Managua, Nicaragua. Ella habló de aquellas relaciones en numerosas entrevistas, pero Daniel Flores y Asencio lo dejó por escrito en un diálogo que sostuvo con la poetisa salvadoreña en el año 2000:
No, yo no creo tener el derecho a considerarme a mí misma– Arturo Arias fue quien dijo que yo era parte del boom, pero yo no lo creo así. Yo vine después del boom. Y los considero mis amigos, sí, pero no soy parte del boom. […] Culturalmente hablando, yo pertenezco a esa generación, la de Cortázar o Benedetti, o Vargas Llosa o Carlos Fuentes. Julio Cortázar era diez años mayor de lo que yo era, Vargas Llosa cerca de diez años menor y Fuentes dos o tres. Es la generación de Roque Dalton. Roque nació en 1935 y yo nací en 1924; Julio Cortázar nació en 1914.[12]
Y en otro diálogo, realizado por Carlos Salinas Maldonado, ella declaró que su poesía tampoco estaba alineada a una lírica comprometida. Sus poemas no se deben a una generación, sino al profundo surco que el dolor de los pueblos imprimió en su alma. Y por ese motivo, ella comenta: “Todo eso me marca espantosamente. Por eso dicen que mi poesía es comprometida, pero no es comprometida. Es que el sufrimiento de mis pueblos se refleja en mí, y yo soy un ser humano antes que ser poeta. Y me duele mucho lo que sufren mis pueblos”.[13]
Ella declaró abiertamente que la única relación que tuvo con las generaciones o estéticas de su época fue la amistad con sus actantes. En palabras suyas, ella se consideraba en “el camino solitario” y “sin quien competir” por el exilio que vivió desde joven.[14]
Y por otra parte, su escritura trascendió por el sentimiento que imprimió en ésta. La poetisa se empeñó en plasmar las emociones más duras e insoportables del ser humano, siempre acompañadas de la ineludible esperanza que siempre acarreaba el futuro.
A lo largo de su vida, Claribel Alegría escribió dieciséis libros de poesía y diecisiete libros de prosa; entre los cuales destacaron la novela corta, el testimonio y la crónica histórica. Las obras que han trascendido en la historia de la literatura en algunos casos fueron acompañadas de premios (Sobrevivo, 1978, o Saudade, 1999), pero en su mayoría éstas navegaron el océano literario tan sólo impulsadas por la atención y difusión que recibieron de otros países y editoriales. Casi la mitad de los escritos de la poetisa nicaragüense han sido traducidos a más de catorce idiomas, entre las cuales destacan: Flores del Volcán (1982), El retén (1983), Álbum familiar (1984), No me agarran viva y Luisa en el país de la realidad (1987), Cenizas de Izalco (1989), Fugas (1993), Somoza: expediente cerrado (1996), etcétera.
Clara Isabel Alegría Vides nació el 12 de mayo de 1924 en la ciudad de Estelí, Nicaragua; mismo año en que las tropas norteamericanas invadieron el suelo nicaragüense. Fue hija de Daniel Alegría Rodríguez (1891-1965), un médico nicaragüense, y de Ana María Vides (1900 - 1982), mujer salvadoreña. La familia Alegría tuvo otros seis hijos, de los cuales Clara fue la mayor.
La orientación política y vida intelectual del padre de Claribel determinó sus primeros años de vida. Por una parte, Daniel Alegría se pronunció en contra del gobierno de Nicaragua (en aquel entonces encabezado por Anastasio Somoza) y en favor de la resistencia nacional (encabezada por César Sandino), que repelía la ocupación de eeuu. Y dicha oposición deparó en el exilió de la familia Alegría, primero en el 29 cuando Claribel tenía 5 años. Según narró la poetisa nicaragüense, el ejército le dispararía a ella y a su madre como un acto de intimidación: “…un día pasó algo terrible. Mi madre me tenía a mí en brazos y los marines yanquis, para asustarla, empezaron a disparar sobre la cabeza de ella, dando al muro. Mi madre fue la que le dijo a mi padre que ya no podía más”.[15] Y luego, en el año 36, cuando ella tenía 12 años, el presidente Anastasio Somoza emitió una orden de muerte al padre de Claribel. Y finalmente, desde su retiro en el Salvador, en el 42, ella dejaría Centroamérica y viajaría a Washington para estudiar bajo la tutela de Juan Ramón Jiménez.
Por otro lado, otra gran influencia que daría cause a su vida sería la basta biblioteca de sus padres. Ésta dispuso para poetiza nicaragüense su primer fontanar de influencias literarias. El primer contacto con la lírica fue a través de aquella basta colección de libros, tal y como ella lo declara: “Mi padre, como buen nica, recitaba siempre a su Rubén Darío y mi madre era una enamorada del Siglo de Oro español”.[16] En los ejemplares de aquel acervo, Claribel Alegría halló los autores que comenzaron a forjar su carácter lírico; tal como Rubén Dario, Gabriela Mistral, Rómulo Gallegos. Pero el más importante de ellos, fue Rilke: “una vez estaba leyendo un libro de Rilke que se llamaba Cartas a un joven poeta, y ahí yo sentí algo especial y dije: ‘yo eso quiero ser. Yo quiero ser poeta’. Ese libro me conmocionó tanto que me quedé toda la noche despierta diciendo: ‘no me importa que digan que yo sea; yo quiero ser poeta’, y desde entonces empecé disciplinadamente dedicada a eso”.[17]
En su tiempo, en 1948, fue partidaria de la revolución armada de El Salvador y celebró sus conquistas. Escribía y denunciaba las injusticias del gobierno nicaragüense y salvadoreño; acto que propició su exilio definitivo en 1980.[18] Aunque, finalmente, su compromiso se inclinó por la resistencia no violenta y por la denuncia de los regímenes dictatoriales e injusticias sociales que azotaron a Centroamérica. Por lo mismo, su poética se erige como testimonio de experiencias personales y nacionales; la ausencia del ser amado, la esperanza, el reconocimiento histórico y la búsqueda de identidad de los pueblos.
Alegría y las revoluciones centroamericanas
Uno de los eventos que marcaron la sensibilidad y trayectoria literaria de Claribel Alegría, sin duda, fueron los movimientos armados de Latinoamérica. En primer lugar, glosan numerosos testimonios (entrevistas y ensayos acerca de ella) que a la edad de siete años Alegría presenció uno de los eventos más escabrosos de la Revolución de El Salvador. En 1932 ella presenció la masacre de campesinos e indígenas en Izalco, El Salvador. Dicho suceso marcó un antes y un después en su vida. Aquel levantamiento campesino la acosaría durante años, hasta que las rogativas de sus amigos la orillaron a escribir del asunto:
Yo siempre estaba hablando de eso. Y fue Carlos Fuentes, cabalmente, el que me dijo “¿Claribel, por qué no escribes de esto? Tienes que escribirlo.” Y yo le dije, no, Carlos, imposible porque yo no tengo oficio de prosista. A mí, Juan Ramón, me había inculcado eso del oficio […] Entonces, Bud, que era periodista, me dijo: “¿Y por qué no lo hacemos los dos juntos?”.[19]
Como resultado de aquella rogativa, y sucesiva colaboración con su esposo y periodista, D.J. “Bud” Flakoll, surgió la novela testimonial Cenizas de Izalco. El proceso de escritura de la autora nicaragüense entonces se convirtió en acto de protesta social, pero también, por encima de ello, se volvió en un ritual. En su entrevista con Daniel Flores y Asencio ella comenta las secuelas de haber presenciado aquel genocidio: “Yo cargué con ella como una terrible herida. Y no fue sino años después de que decidiera escribir Cenizas de Izalco con Bud para lograr exorcizarme a mi misma de aquel tiempo”.[20]
En segundo lugar, otro parteaguas en su evolución artística fue la Revolución Cubana. El impacto de ese evento histórico generó un fuerte contraste en su lírica. Dicho relieve predispuso a la crítica a verla como parte de la Generación Comprometida, pues la tónica de su poesía cambió a raíz del movimiento cubano. No obstante, se considera una toma de consciencia en su poética, antes que un viraje en su proyecto estético, tal y como lo comenta Daniel Rodríguez Moya en su escrito sobre la poetisa nicaragüense:
Muy al principio la poesía de Claribel “era puramente lírica”, sin ningún compromiso que no fuera la propia poesía. Pero entonces llegó, en 1959, la Revolución cubana y le abrió los ojos. Si pueden hacer eso los cubanos, a poco más de noventa millas del imperio, ¿por qué no nosotros?, se preguntó, y es así que se entusiasmó, como muchos de sus amigos escritores. Comenzó a reflexionar en todo lo que había sucedido históricamente, en la matanza en El Salvador, en 1932, por el dictador Martínez, que acabó con la vida de 30 mil campesinos.[21]
Formación y trayectoria académica
Poco después de que el padre de Claribel fuera expulsado de Nicaragua por su apoyo al movimiento sandinista, la poetisa decidió estudiar fuera de su país. En 1942 partió a Estados Unidos, a la Universidad de Loyola en Nueva Orleans. Ahí permaneció un semestre cuando Juan Ramón Jiménez se ofreció a ser su mentor. Entonces la poeta nicaragüense se mudó a Washington D.C. donde radicaba el poeta español. Una vez ahí fue recibida por éste y su esposa, consiguió un trabajo de medio tiempo en la compañía Pan-American Union y vivió en una casa de estudiantes (Internacional Students House). Y, al poco tiempo, en 1948 se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad George Washington; donde conoció al periodista y diplomático estadounidense Darwin J. "Bud" Flakoll. Personaje con el que contraería matrimonio el diciembre del año 1947.
Además de su formación universitaria, la poeta nicaragüense fue reconocida por numerosas instituciones debido a sus méritos artísticos. Por una parte, Claribel Alegría fue condecorada tres veces con el doctorado honoris causa: en 1998 por la Universidad de Connecticut del Este, en 2005 por la Universidad de León y, finalmente, en 2013 por la Universidad María Guerrero, en Managua. Y por otra parte, ha obtenido reconocimientos en centros de estudio y casas de cultura: fue miembro honorario del Ateneo Americano en Washington D. C. (1950) y de Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (2004), sin dejar de lado que el gobierno francés le concedió su Orden de las Artes y las Letras (2004). También fue cofundadora y presidenta honoraria de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (anide) y miembro del Centro Nicaragüense de Escritores (cne).
Claribel Alegría nació en la primera mitad del siglo xx, cinco décadas que estarían marcadas con sangre y pólvora para los países centroamericanos. Las dictaduras, los sucesivos golpes de estado y la pugna entre grupos conservadores y liberales sentarían las bases para las revoluciones y guerras civiles de la segunda mitad de siglo. En orden de aparición, entraría en escena el conflicto armado entre Nicaragua y los Estados Unidos de Norteamérica en 1924. Luego el levantamiento campesino de 1932 en el Salvador, revuelta que desembocaría en el intento de revolución de 1980; luego del asesinato del arzobispo Oscar Arnulfo Romero (también conocido como Monseñor Romero) que se pronunciaría en contra de las acciones de la Guardia Nacional salvadoreña. Posteriormente la Revolución Cubana en 1953 y la Revolución Sandinista de 1979 en Nicaragua.
Todos estos sucesos estarían en hervor en los primeros años de vida Claribel Alegría; mismos que estarían presentes en su obra. La poetiza nacería bajo un cielo lóbrego, con inminentes tormentas armadas en el horizonte. Ella nacería en 1924, año en que las relaciones entre eeuu y Nicaragua llegaron a su punto más crítico. Y numerosos factores contribuyeron en la volatilización de los acuerdos políticos y comerciales de ambos países.
Por una parte, el plan norteamericano sobre la construcción del canal que uniría el océano Atlántico con el Pacífico se concretaría en Panama y no en el suelo nicaragüense. Por otra, la transformación de un gobierno liberal a uno nacionalista a manos del dictador José Santos Zelaya complicaría las relaciones comerciales. Asimismo, el gobierno nicaragüense incrementó los impuestos a la industria norteamericana asentada en su territorio. Dicho aspecto contrapuso a los empresarios estadounidenses y al gobierno de Zelaya. Y, aunado a ello, el conflicto entre el gobierno y los inversionistas extranjeros por el monopolio de las exportaciones bananeras generó una ruptura violenta en sus relaciones amistosas. Quiebre que resultaría en la intervención norteamericana en Nicaragua, de la segunda década del xx.
El padre de Claribel, Daniel Alegría, estuvo fuertemente vinculado a este suceso. Mientras vivió en suelo nicaragüense, y aún fuera de éste, él apoyó el movimiento armado de Augusto Nicolás Calderón Sandino. Desde 1924 hasta después del asesinato de Sandino, en 1934, la familia Alegría sufrió las secuelas de apoyar el movimiento sandinista, justo como lo cuenta la misma Claribel Alegría:
Mi papá era un gran sandinista, simpatizaba mucho con el sandinismo y con todo lo que Sandino decía. Fue un gran enemigo de Somoza y un hombre muy valiente. Cuando yo tenía unos doce años, el viejo Somoza mandó un emisario para decirle a mi papá que olvidara las diferencias y que eligiera la embajada que el quisiera, en cualquier parte del mundo. Mi papá le mandó a decir que él jamás estaría al servicio de un tirano y le dijo al emisario que se fuera inmediatamente de ahí.[22]
Después de ese acontecimiento, la familia Alegría se vio inmediatamente en el exilio. Posteriormente, la familia viajo a El Salvador. Cuando Claribel cumplió los dieciocho años y partió a eeuu para estudiar, sin saber que no volvería a vivir en su tierra de refugio. En 1980, mientras la poetiza se preparaba para una lectura de sus poemas, le informaron del asesinato de Monseñor Romero. Con la muerte del arzobispo sus planes cambiaron, y decidió hablar sobre él y sobre las atrocidades que ocurrían en El Salvador:
Yo hablé de lo que había sucedido en mi país y del horrible asesinato de Monseñor Romero. Y en seguida de eso, mi primo, Vides Casanova, entonces Ministro de Defensa, me mandó a decir que no debería volver a El Salvador, de otra manera, el no se haría responsable de lo que me pasaría. Eso era exilio forzado. No volví por once años.[23]
Fue hasta 1990, con el triunfo de la Revolución Sandinista, que Alergia regresó a su tierra natal, acompañada de su esposo D.J. Flakoll. La ocasión dio pauta para que ambos comenzaran a escribir un libro de testimonios sobre el proceso y las secuelas de la revolución nicaragüense. Y en el proceso de gestación de aquel libro[24] decidieron quedarse en Nicaragua. Claribel declaró ante los periodistas que ella regresaba ahí después de su peregrinaje por varios países “porque estas son mis raíces” y, paralelamente, su esposo declaró que él radicaría ahí “porque mis raíces están en Claribel”.[25]
Para aquel entonces, se dio cuenta de que las secuelas de la guerra habían dejado en la sociedad. Halló en ésta un síntoma en común: una búsqueda de sentido. Durante años, los salvadoreños, así como los nicaragüenses se identificaron a sí mismos con la causa por la que luchaban. Se pensaron a sí mismos como revolucionarios, como guerrilleros. Pero concluida la batalla, retornaban a la búsqueda inicial de aquello que constituía sus raíces:
Cuando estábamos haciendo revolución nos identificábamos con la causa. Ahora, es como si el bote se hundiera […] Tal vez tengamos que esperar varios años […] Yo creo que estamos buscando más profundamente en nuestras raíces. Nosotros no teníamos tiempo para pensar en ello durante la guerra –nos identificábamos con el proletariado. Ahora será un proceso más consciente –estudiando quienes somos, estudiando lo que Vasconcelos dijo, “esta bella raza cósmica que somos. No sólo nuestras raíces indígenas, sino también nuestras raíces españolas, todo eso, todo es lo que somos.[26]
La obra de Claribel Alegría fue en extremo prolífica. Como lo declaró en una entrevista en mayo del 2011, después de la muerte de su esposo la poesía se convirtió en su motor de vida. En este apartado se mencionarán algunas de las obras que tuvieron mayor resonancia en el mundo de las letras; las traducciones y número de ediciones serán constancia del impacto de su escritura.
Una de las principales temáticas halladas en la obra de Claribel Alegría es el amor. En una entrevista realizada en el 2017, año en el que recibió el premio internacional “Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana”, mencionó que:
El amor es lo principal de la vida, tanto darlo como saberlo recibir; las dos cosas. Porque hay gente que no lo sabe recibir el amor […] Amo la vida, y amo todo lo que me rodea […] no le temo a la muerte, en absoluto. Ya estoy lista, y no le temo… al despegue un poquito, pero no le temo a la muerte. O voy a ser ceniza y me vuelvo abono para una planta, o a lo mejor tengo una aventura maravillosa: un viaje bonito.[27]
Y justamente ese amor a las cosas que la rodeaban lo que cohesionó su obra. El amor a su pueblo, el amor a la justicia y esperanza, el amor al verso y a la expresión sencilla son los tópicos que delimitan su obra por completo. Entre las obras que de esa línea temática están: su primer poemario, seleccionado y editado por Juan Ramón Jiménez, Anillo de silencio (1948). Luego se halla su primer libro de testimonios, inspirado en la revuelta campesina de 1932 Cenizas de Izalco (1966), que elavoró en colaboración de su esposo; escrito que concursaría y sería finalista del Premio Biblioteca Breve de Seix Barral en España. Posteriormente, se halla otro de sus poemarios, llamado Sobrevivo. Por esta obra Claribel Alegría recibiría el premio Casa de las Américas en 1978. Posteriormente, Alegría publicaría Flores del Volcán (1982), poemario en el confronta los elementos de la geografía para ejemplificar la coexistencia de elementos contrapuestos: alegría y tristeza, roza y humo, vida y muerte, el presente con el pasado (y los elementos míticos del mismo). Luego se considera Álbum familiar (1984), que es una novela corta que se puede ubicar justo en medio de Cenizas… y No me agarran viva (1983) de su desarrollo narrativo. En esta breve narración, Alegría combina elementos autobiográficos y condiciones históricas de su país y de la mujer (como actante social e histórico). Y destaca la fluidez del lenguaje común y la capacidad de autora en resolver los estereotipos y limitaciones de la mujer a través de la acción y el compromiso político. Dicha obra se traduciría al inglés, holandés y francés.
Después se halla la novela Luisa en el país de la realidad (1987), el cual se comprendía de narraciones y de poemas. En palabras de la propia Alegría, es un “collage”. Y finalmente cabe mencionar dos de sus poemarios: Fugas (1993) y Saudade (1999). En el primero, la poetisa hace un revisión de mitos y sucesos históricos en los que la mujer fue estigmatizada. Reelabora con su propia poética y estilo las escenas de las diversas mujeres con la finalidad de revinicar a la mujer con su lado humano, y para desplazar la imagen estática de aquellas heroínas y plantearlas como personajes dinámicos. Y en segundo lugar, se destacó su poemario Saudade, que escribió poco después de la muerte de su esposo. Y como el sustantivo mismo lo sugiere, en este poemario Alegría se enfoca en desentrañar las profundidades de la tristeza y la desolación. Este libro, que refleja más la vida interna de la autora, en la búsqueda de esperanza a través de la agonía y tristeza. Y aunque es intermitente los rayos de luz en este poemario, trasciende una vez más la poeta bal hallar esperanza de que su dolor se convertirá en canto, y su voz en poesía. Este texto fue seleccionado por la Academia de Poetas Norteamericanos para su Club de Lectores.
La obra de Claribel Alegría consta de 16 poemarios, seis novelas cortas, siete testimonios y diversos textos de corte histórico y ensayístico; sin dejar de lado las obras inditas o en proceso de publicación. De las cuales es posible observar, claramente, los cauces que siguen su poética, narrativa y prosa diversa. Su escritura ofrece a los anales literarios tres aportaciones principales: 1) dar voz a los grupos sociales que no tenían, 2) la trascendencia del yo lírico a través del amor, 3) la transformación a través del arte.
La poesía de Claribel tiende a realizar revisiones de sucesos plasmados en los anales de la historia y de literatura. Por una parte, reviviría sucesos trágicos de la historia para dotar de humanidad y voz a los grupos victimizados por injusticias sociales. Tal sería el caso de Cenizas de Izalco, en donde se relataría los trágicos eventos de la Matanza de Izalco. Por otra parte, relataría su propia versión de numerosos mitos grecolatinos con la finalidad reconciliar a la mujer con su propio carácter humano. La finalidad de escritos como Fuga o Umbrales es plantear el carácter femenino fuera de su concepción estereotípica e histórica
Claribel Alegría heredó de Juan Ramón Jiménez el verso breve, la expresión sencilla, la palabra clara y franca. La poetisa empeñó su labor como escritora para no depender de banderas o estandartes, sino redimir sus penas, cargas e ideales de forma individual:
La poesía de Claribel Alegría no ha estado marcada nunca por un carácter de género muy específico. Ella tiene claro, en este sentido, que “hay buena poesía y mala poesía. Ni femenina ni masculina. La inteligencia no tiene sexo”. La escritora considera que “como Virginia Woolf decía, la escritura tiene que ser andrógina.”[28]
Y en definitiva, la riqueza su obra radica en la brevedad y en la lucidez de su poética. En numerosas entrevistas y escritos Claribel declaró que de Juan Ramón aprendió el oficio de poeta. De su mentor comprendió que el poeta debe ser profesional y debe dominar el verso en cada una de sus formas. Ella cuenta al respecto lo siguiente:
Siempre me decía [Juan Ramón Jiménez] que un poema, cuando se vuelve a ver, es mejor sacarle versos que ponerle. Él tenía poemas con tachuelas en las puertas de su casa. Pasaba y tachaba un verso y otro más. Siempre me decía que había poemas largos maravillosos, pero que la síntesis era fundamental, que en la poesía tiene que quedar la esencia, porque si no es mejor escribir un cuento. Me quedó mucho de eso […] Respeto la poesía más oscura, pero lo que me gusta es comunicarme con la poesía con los demás, mantener una plática. Eso es muy difícil hacerlo con un lenguaje muy oscuro. Es verdad que hay poetas con un lenguaje más complicado que a mí me fascinan, por ejemplo Lezama Lima. Pero yo siempre he querido que mi poesía sea transparente, y es algo difícil.[29]
Y en términos generales, en esa misma línea se pueden orientar los juicios sobre su obra. Como se ha mencionado antes, se develan estos hilos principales que dotan de unidad a sus escritos: la brevedad, la trascendencia a través del amor y la transformación de las cosas y de los individuos.
Por una parte José Coronel Urtecho, en Líneas para un boceto de Claribel Alegría (1989), se ocupó del estilo y finalidad de los versos de Alegría. Destacó lo sucinto de sus poemas, gravedad de la palabra y la trascendencia de la poetisa por medio del canto:
En ese libro, el escribe que la poesía de Claribel es algo “tamizado” a través de su ser, después de haber pasado completamente a través de ella. Uno nunca sabe en donde convergen los bordes entre su ser y sus palabras, la zona o la línea donde la luz y la sombra se derriten o se encuentran, porque la poeta y su imaginación y sus palabras se mezclan en una sola realidad. Palabra por palabra, línea por línea, poema por poema, Claribel es su poesía y su poesía es ella […] También escribió que cada vez que él lee los poemas de Claribel se impresiona de nuevo por como ella puede ser una gran poeta en poemas tan breves, porque cada una de sus palabras está cargada con mucha vida y sentido. Él dice que todos sus poemas son maravillosos.[30]
Luego, se puede mencionar a Marc Zimmerman y John Beverley en Literature and politics in the Central Amercian Revolutions (1990):
El concluye que la trayectoria literaria de la carrera de Alegría procede “de la femenina dedicada, del centro lírico a una confrontación con la muerte y destrucción y sus fuentes históricas, al feminismo, a la narrativa lirica influida por el testimonio, a un discurso puramente testimonial, y de vuelta a una poesía que ahora se transforma así misma por su contacto con la historia y las figuras que han tratado de desarrollar un sistema literario relativo a un universo nuevo, modernizado y democratizado […] es la materialización de la intervención femenina y s efecto en la transformación del sistema literario” lo que marca a Alegría “de su contribución general a Centroamérica, Latinoamérica y, ahora, a través de las traducciones, alrededor de América y de la literatura mundial.[31]
Y finalmente, se halla a Daisy Zamora que publicó en Antípodas: Journal of Hispanic and Galician Studies (2006) acerca del estilo y expresión de Alegría. En su estudio concuerda con las mismas líneas antes vistas y agrega lo siguiente:
En un primer vistazo, su poesía puede ser juzgada superficialmente por ser simple, por sus líneas breves y lenguaje, los cuales le dan una cualidad pulsante y rápida, y un ritmo mercurio (incluso cuando la poeta se lee así misma lo hace em voz alta) que suena muy parecido al canto de un ruiseñor. Pero esa aparente simplicidad es solo un espejismo. En un examen más detallado, una lectura atenta revela una poderosa y precisa destilación del lenguaje, línea por línea, hasta que logra, como un ruiseñor, la máxima capacidad de una expresión compleja. El peso exacto que la poeta extrae de la aparente simplicidad de cada palabra, y la complejidad que realmente implica y expresa, da un trabajo de perfecto balance. Cada poema tiene en sí mismo una brújula que lo guía en el camino correcto, de tal manera que nunca retrocede, nunca se pierde y nunca extravía su propia ruta hacia la armonía y lucidez.[32]
---, “Claribel Alegría”, Encycloplopaedia Britannica, Encyclopædia Britannica Inc., January 21, 2020. En línea (consultado 20-02-20).
---, Lectura crítica de la literatura americana, (sele. y prol. de Saúl Sosnowski), Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1997.
Alegría, Claribel, Ars Poética: Antología (1948-2006), Francisco Ruiz Udiel (sel.), Nicaragua, Leteo Ediciones, 2005.
Coronel Urtecho, José, Líneas para un boceto de Claribel Alegría, Nicaragua, Editorial Nueva Nicaragua, 1989.
Flores y Ascencio, Daniel y Claribel Alegría, “Clarivel Alegría”, en BOMB, The Americas, no. 70, winter of 2000. En línea (consultado el 06-12-19).
Philips McGowan, Marcia, “The poetry of Claribel Alegría: A testament of hope”, Latin American Literary Review, no. 64, vol. 32, Jul-Dec of 2004.
Rodríguez Moya, Daniel, “Apuntes sobre Claribel Alegría”, Nexos: vida y cultura, 14 noviembre del 2017. En línea (consultado el 20-02-20).
Velásquez, Antonio, “Claribel Alegría” en Hispamérica, no. 86, año 29, agosto del 2000, pp. 83-92. En línea (consultado el 06-12-19).
Zamora, Daizy, “Knowing Clarivel Alegría” en Antípodas: Journal of Hispanic and Galician Studies, 2008. En línea (consultado el 06-12-19).
Enlaces externos
Alegría, Claribel, “Entrevista con Claribel Alegría”, en El Mixiti Fori, 1 de mayo de 2011. En línea (consultado el 18-02-20).
Alegría, Claribel, “Entrevista con Claribel Alegría: premio Reina Sofía de Poesía”, por Carlos Salinas Maldonado, 25 de mayo de 2017. En línea (consultado el 19-02-20).
Clara Isabel Alegría Vides (1924-2018) fue una poetisa, narradora, ensayista y periodista nicaragüense. Por más de 50 años fue unas las voces que protagonizaron la lucha por la liberación en El Salvador y en Latinoamérica;[1] así como una voz de autoridad en la literatura de Centroamérica.[2] Escribió obras que atrajeron la atención de autores a nivel internacional, como lo fue Anillo de silencio (1948), que fue editado por Juan Ramón Jiménez; Flores del volcán (1982), editado al francés por Carolyn Forché; Albúm familiar, traducido dos veces: al holandés por Van Gennero Publishers (1984) y al inglés por The Women Press (1990); y Cenizas de Izalco, traducida al inglés por D.J. Flakoll para Curbstone Press (1987); por mencionar algunas de las más relevantes.
Su producción literaria fue vasta y heterogénea. Incursionó en la novela, testimonio, ensayo y, sobre todo, en la poesía. De igual forma realizó numerosas traducciones, de obras propias y de colaboración. En numerosas ocasiones su narrativa y testimonios adquirieron tintes políticos (ejemplo de ello es Cenizas de Izalco, 1966) sin que la escritora nicaragüense considerara su prosa comprometida con alguna estética o causa social. Ella consideraba su oficio como escritora igual a la de un zapatero. Consideraba que el literato debía profesionalizarse en éste para saber comunicar; no obstante, era un trabajo como cualquier otro. Así lo manifestó en una entrevista publicada por Hispamérica en el año 2000.[3]
En palabras de la autora, la narrativa era un ejercicio lúdico y de versatilidad[4]; sin embargo, su forma de expresión predilecta siempre fue la poesía:
La poesía es mi pasión. Yo he incurrido en otros géneros como la novela y el testimonio, pero allá, al final de mi vida, me doy cuenta de que puedo dialogar conmigo misma, mucho más profundamente, con la poesía que con cualquier otro género. Dialogo conmigo misma y también pienso que me puedo comunicar mejor con los otros, mejor, con la poesía. Y también creo que sin la poesía no podría seguir viviendo.[5]
Y fue su vocación como poeta la que le ganó su segundo nombre: Claribel. Narra una anécdota de su infancia que, en 1930, el escritor e intelectual José Vasconcelos en uno de sus viajes pasó por la vivienda de la familia Alegría. En aquella visita, la novicia nicaragüense le recitó un poema de Rubén Darío. Aquel suceso atrajo la atención del escritor mexicano, quién decidió rebautizar a la hija mayor de la familia Alegría con su nombre de poetiza: “un día se me quedó mirando [José Vasconcelos] muy profundo a los ojos y me dijo: ‘Tú vas a ser poeta, pero quisiera que te cambiaras de nombre. Clara Isabel es un lindo nombre, pero para una abadesa, ¿por qué no Claribel?’”.[6] Y dictada la profecía por Vasconcelos, ella de inmediato abrazó el nombre, al igual que el hábito de poeta.
Su literatura se definió por dos aspectos: autonomía y sentimiento. En primer lugar, su pluma discurrió por las páginas para acentuar –aunque no deliberadamente– su independencia ante las corrientes artísticas de su época. Se sirvió de los géneros e innovaciones estilísticas para sus propios fines. Numerosas obras de Alegría no se ciñeron a la preceptiva literaria de los géneros que empleó. Haya sido novela, testimonio o poesía, su escritura siempre se diferenció de las tendencias artísticas.
En el caso del testimonio, ella no se sujetó a los lineamientos que Casa de las Américas publicó en 1970.[7] En la creación de No me agarran viva (1983) la escritora admitió que: “con todo mi amor y mi gran cariño por la Casa de las Américas, nunca seguimos esa metodología, sino que fue una metodología nuestra”.[8] También sucedió en el caso de Luisa en el país de la realidad (1987), que en su momento se consideró como novela. No obstante, la autora precisó que “el libro no es novela, ni testimonio, es un collage”.[9] O bien, sus versos no se adscribieron a una poesía política o de denuncia: “mis poemas son poemas de amor a mis pueblos. Yo no me siento a escribir poemas sobre algún hecho político; de ninguna manera […] para hacer literatura política, bueno… para eso están los testimonios, los panfletos”.[10]
De igual forma, la autonomía de Claribel Alegría se manifestó en su falta de pertenencia a grupos o generaciones de escritores. A lo largo de la trayectoria Clarivel Alegría, la crítica ha querido asociarla con dos grupos: la Generación Comprometida[11] y la Generación del Boom. Dicha relación fue establecida por haber sido ella coetánea a muchos de los integrantes de estas generaciones, así como por haber trabado amistad con muchos de los intelectuales de aquellos grupos. Tal fue el caso de su relación con Miguel Ángel Asturias (de la Generación Comprometida) o Carlos Fuentes, Julio Cortázar o Mario Benedetti (Generación del Boom), que en numerosas ocasiones visitaron su domicilio en Managua, Nicaragua. Ella habló de aquellas relaciones en numerosas entrevistas, pero Daniel Flores y Asencio lo dejó por escrito en un diálogo que sostuvo con la poetisa salvadoreña en el año 2000:
No, yo no creo tener el derecho a considerarme a mí misma– Arturo Arias fue quien dijo que yo era parte del boom, pero yo no lo creo así. Yo vine después del boom. Y los considero mis amigos, sí, pero no soy parte del boom. […] Culturalmente hablando, yo pertenezco a esa generación, la de Cortázar o Benedetti, o Vargas Llosa o Carlos Fuentes. Julio Cortázar era diez años mayor de lo que yo era, Vargas Llosa cerca de diez años menor y Fuentes dos o tres. Es la generación de Roque Dalton. Roque nació en 1935 y yo nací en 1924; Julio Cortázar nació en 1914.[12]
Y en otro diálogo, realizado por Carlos Salinas Maldonado, ella declaró que su poesía tampoco estaba alineada a una lírica comprometida. Sus poemas no se deben a una generación, sino al profundo surco que el dolor de los pueblos imprimió en su alma. Y por ese motivo, ella comenta: “Todo eso me marca espantosamente. Por eso dicen que mi poesía es comprometida, pero no es comprometida. Es que el sufrimiento de mis pueblos se refleja en mí, y yo soy un ser humano antes que ser poeta. Y me duele mucho lo que sufren mis pueblos”.[13]
Ella declaró abiertamente que la única relación que tuvo con las generaciones o estéticas de su época fue la amistad con sus actantes.[14] En palabras suyas, ella se consideraba en “el camino solitario” y “sin quien competir” por el exilio que vivió desde joven.[15]
Y por otra parte, su escritura trascendió por el sentimiento que imprimió en ésta. La poetisa se empeñó en plasmar las emociones más duras e insoportables del ser humano, siempre acompañadas de la ineludible esperanza que siempre acarreaba el futuro.
A lo largo de su vida, Claribel Alegría escribió dieciséis libros de poesía y diecisiete libros de prosa; entre los cuales destacaron la novela corta, el testimonio y la crónica histórica. Las obras que han trascendido en la historia de la literatura en algunos casos fueron acompañadas de premios (Sobrevivo, 1978, o Saudade, 1999), pero en su mayoría éstas navegaron el océano literario tan sólo impulsadas por la atención y difusión que recibieron de otros países y editoriales. Casi la mitad de los escritos de la poetisa nicaragüense han sido traducidos a más de catorce idiomas, entre las cuales destacan: Flores del Volcán (1982), El retén (1983), Álbum familiar (1984), No me agarran viva y Luisa en el país de la realidad (1987), Cenizas de Izalco (1989), Fugas (1993), Somoza: expediente cerrado (1996), etcétera.
2. Contexto sociocultural
Clara Isabel Alegría Vides nació el 12 de mayo de 1924 en la ciudad de Estelí, Nicaragua; mismo año en que las tropas norteamericanas invadieron el suelo nicaragüense. Fue hija de Daniel Alegría Rodríguez (1891-1965), un médico nicaragüense, y de Ana María Vides (1900 - 1982), mujer salvadoreña. La familia Alegría tuvo otros seis hijos, de los cueles Clara fue la mayor.
La orientación política y vida intelectual del padre de Claribel determinó sus primeros años de vida. Por una parte, Daniel Alegría se pronunció en contra del gobierno de Nicaragua (en aquel entonces encabezado por Anastasio Somoza) y en favor de la resistencia nacional (encabezada por César Sandino), que repelía la ocupación de EEUU. Y dicha oposición deparó en el exilió de la familia Alegría, primero en el 29 cuando Claribel tenía 5 años. Según narró la poetisa nicaragüense, el ejército le dispararía a ella y a su madre como un acto de intimidación: “…un día pasó algo terrible. Mi madre me tenía a mí en brazos y los marines yanquis, para asustarla, empezaron a disparar sobre la cabeza de ella, dando al muro. Mi madre fue la que le dijo a mi padre que ya no podía más”.[16] Y luego, en el año 36, cuando ella tenía 12 años, el presidente Anastasio Somoza emitió una orden de muerte al padre de Claribel. Y finalmente, desde su retiro en el Salvador, en el 42, ella dejaría Centroamérica y viajaría a Washington para estudiar bajo la tutela de Juan Ramón Jiménez.
Por otro lado, otra gran influencia que daría cause a su vida sería la basta biblioteca de sus padres. Ésta dispuso para poetiza nicaragüense su primer fontanar de influencias literarias. El primer contacto con la lírica fue a través de aquella basta colección de libros, tal y como ella lo declara: “Mi padre, como buen nica, recitaba siempre a su Rubén Darío y mi madre era una enamorada del Siglo de Oro español”.[17] En los ejemplares de aquel acervo, Claribel Alegría halló los autores que comenzaron a forjar su carácter lírico; tal como Rubén Dario, Gabriela Mistral, Rómulo Gallegos. Pero el más importante de ellos, fue Rilke: “una vez estaba leyendo un libro de Rilke que se llamaba Cartas a un joven poeta, y ahí yo sentí algo especial y dije: ‘yo eso quiero ser. Yo quiero ser poeta’. Ese libro me conmocionó tanto que me quedé toda la noche despierta diciendo: ‘no me importa que digan que yo sea; yo quiero ser poeta’, y desde entonces empecé disciplinadamente dedicada a eso”.[18]
En su tiempo, en 1948, fue partidaria de la revolución armada de El Salvador y celebró sus conquistas. Escribía y denunciaba las injusticias del gobierno nicaragüense y salvadoreño; acto que propició su exilio definitivo en 1980[19]. Aunque, finalmente, su compromiso se inclinó por la resistencia no violenta y por la denuncia de los regímenes dictatoriales e injusticias sociales que azotaron a Centroamérica. Por lo mismo, su poética se erige como testimonio de experiencias personales y nacionales; la ausencia del ser amado, la esperanza, el reconocimiento histórico y la búsqueda de identidad de los pueblos.
2.1 Alegría y las revoluciones centroamericanas
Uno de los eventos que marcaron la sensibilidad y trayectoria literaria de Claribel Alegría, sin duda, fueron los movimientos armados de Latinoamérica. En primer lugar, glosan numerosos testimonios (entrevistas y ensayos acerca de ella) que a la edad de siete años Alegría presenció uno de los eventos más escabrosos de la Revolución de El Salvador. En 1932 ella presenció la masacre de campesinos e indígenas en Izalco, El Salvador. Dicho suceso marcó un antes y un después en su vida. Aquel levantamiento campesino la acosaría durante años, hasta que las rogativas de sus amigos la orillaron a escribir del asunto:
Yo siempre estaba hablando de eso. Y fue Carlos Fuentes, cabalmente, el que me dijo ‘¿Claribel, por qué no escribes de esto? Tienes que escribirlo.’ Y yo le dije, no, Carlos, imposible porque yo no tengo oficio de prosista. A mí, Juan Ramón, me había inculcado eso del oficio […] Entonces, Bud, que era periodista, me dijo: ‘¿Y por qué no lo hacemos los dos juntos?’.[20]
Como resultado de aquella rogativa, y sucesiva colaboración con su esposo y periodista, D.J. “Bud” Flakoll, surgió la novela testimonial Cenizas de Izalco. El proceso de escritura de la autora nicaragüense entonces se convirtió en acto de protesta social, pero también, por encima de ello, se volvió en un ritual. En su entrevista con Daniel Flores y Asencio ella comenta las secuelas de haber presenciado aquel genocidio: “Yo cargué con ella como una terrible herida. Y no fue sino años después de que decidiera escribir Cenizas de Izalco con Bud para lograr exorcizarme a mi misma de aquel tiempo”.[21]
En segundo lugar, otro parteaguas en su evolución artística fue la Revolución Cubana. El impacto de ese evento histórico generó un fuerte contraste en su lírica. Dicho relieve predispuso a la crítica a verla como parte de la Generación Comprometida, pues la tónica de su poesía cambió a raíz del movimiento cubano. No obstante, se considera una toma de consciencia en su poética, antes que un viraje en su proyecto estético, tal y como lo comenta Daniel Rodríguez Moya en su escrito sobre la poetisa nicaragüense:
Muy al principio la poesía de Claribel “era puramente lírica”, sin ningún compromiso que no fuera la propia poesía. Pero entonces llegó, en 1959, la Revolución cubana y le abrió los ojos. Si pueden hacer eso los cubanos, a poco más de noventa millas del imperio, ¿por qué no nosotros?, se preguntó, y es así que se entusiasmó, como muchos de sus amigos escritores. Comenzó a reflexionar en todo lo que había sucedido históricamente, en la matanza en El Salvador, en 1932, por el dictador Martínez, que acabó con la vida de 30 mil campesinos.[22]
2.2 Formación y trayectoria académica
Poco después de que el padre de Claribel fuera expulsado de Nicaragua por su apoyo al movimiento sandinista, la poetisa decidió estudiar fuera de su país. En 1942 partió a Estados Unidos, a la Universidad de Loyola en Nueva Orleans. Ahí permaneció un semestre cuando Juan Ramón Jiménez se ofreció a ser su mentor. Entonces la poeta nicaragüense se mudó a Washington D.C. donde radicaba el poeta español. Una vez ahí fue recibida por éste y su esposa, consiguió un trabajo de medio tiempo en la compañía Pan-American Union y vivió en una casa de estudiantes (Internacional Students House). Y, al poco tiempo, en 1948 se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad George Washington; donde conoció al periodista y diplomático estadounidense Darwin J. "Bud" Flakoll. Personaje con el que contraería matrimonio el diciembre del año 1947.
Además de su formación universitaria, la poeta nicaragüense fue reconocida por numerosas instituciones debido a sus méritos artísticos. Por una parte, Claribel Alegría fue condecorada tres veces con el doctorado “honoris causa”: en 1998 por la Universidad de Connecticut del Este, en 2005 por la Universidad de León y, finalmente, en 2013 por la Universidad María Guerrero, en Managua. Y por otra parte, ha obtenido reconocimientos en centros de estudio y casas de cultura: fue miembro honorario del Ateneo Americano en Washington D. C. (1950) y de Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (2004), sin dejar de lado que el gobierno francés le concedió su Orden de las Artes y las Letras (2004). También fue cofundadora y presidenta honoraria de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE) y miembro del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE).
3. 1 Contexto estético y cultural
Claribel Alegría nació en la primera mitad del siglo XX, cinco décadas que estarían marcadas con sangre y pólvora para los países centroamericanos. Las dictaduras, los sucesivos golpes de estado y la pugna entre grupos conservadores y liberales sentarían las bases para las revoluciones y guerras civiles de la segunda mitad de siglo. En orden de aparición, entraría en escena el conflicto armado entre Nicaragua y los Estados Unidos de Norteamérica en 1924. Luego el levantamiento campesino de 1932 en el Salvador, revuelta que desembocaría en el intento de revolución de 1980; luego del asesinato del arzobispo Oscar Arnulfo Romero (también conocido como Monseñor Romero) que se pronunciaría en contra de las acciones de la Guardia Nacional salvadoreña. Posteriormente la Revolución Cubana en 1953 y la Revolución Sandinista de 1979 en Nicaragua.
Todos estos sucesos estarían en hervor en los primeros años de vida Clarivel Alegría; mismos que estarían presentes en su obra. La poetiza nacería bajo un cielo lóbrego, con inminentes tormentas armadas en el horizonte. Ella nacería en 1924, año en que las relaciones entre EEUU y Nicaragua llegaron a su punto más crítico. Y numerosos factores contribuyeron en la volatilización de los acuerdos políticos y comerciales de ambos países.
Por una parte, el plan norteamericano sobre la construcción del canal que uniría el océano Atlántico con el Pacífico se concretaría en Panama y no en el suelo nicaragüense. Por otra, la transformación de un gobierno liberal a uno nacionalista a manos del dictador José Santos Zelaya complicaría las relaciones comerciales. Asimismo, el gobierno nicaragüense incrementó los impuestos a la industria norteamericana asentada en su territorio. Dicho aspecto contrapuso a los empresarios estadounidenses y al gobierno de Zelaya. Y, aunado a ello, el conflicto entre el gobierno y los inversionistas extranjeros por el monopolio de las exportaciones bananeras generó una ruptura violenta en sus relaciones amistosas. Quiebre que resultaría en la intervención norteamericana en Nicaragua, de la segunda década del XX.
El padre de Claribel, Daniel Alegría, estuvo fuertemente vinculado a este suceso. Mientras vivió en suelo nicaragüense, y aún fuera de éste, él apoyó el movimiento armado de Augusto Nicolás Calderón Sandino. Desde 1924 hasta después del asesinato de Sandino, en 1934, la familia Alegría sufrió las secuelas de apoyar el movimiento sandinista, justo como lo cuenta la misma Claribel Alegría:
Mi papá era un gran sandinista, simpatizaba mucho con el sandinismo y con todo lo que Sandino decía. Fue un gran enemigo de Somoza y un hombre muy valiente. Cuando yo tenía unos doce años, el viejo Somoza mandó un emisario para decirle a mi papá que olvidara las diferencias y que eligiera la embajada que el quisiera, en cualquier parte del mundo. Mi papá le mandó a decir que él jamás estaría al servicio de un tirano y le dijo al emisario que se fuera inmediatamente de ahí.[23]
Después de ese acontecimiento, la familia Alegría se vio inmediatamente en el exilio. Posteriormente, la familia viajo a El Salvador. Cuando Claribel cumplió los dieciocho años y partió a EEUU para estudiar, sin saber que no volvería a vivir en su tierra de refugio. En 1980, mientras la poetiza se preparaba para una lectura de sus poemas, le informaron del asesinato de Monseñor Romero. Con la muerte del arzobispo sus planes cambiaron, y decidió hablar sobre él y sobre las atrocidades que ocurrían en El Salvador:
Yo hablé de lo que había sucedido en mi país y del horrible asesinato de Monseñor Romero. Y en seguida de eso, mi primo, Vides Casanova, entonces Ministro de Defensa, me mandó a decir que no debería volver a El Salvador, de otra manera, el no se haría responsable de lo que me pasaría. Eso era exilio forzado. No volví por once años.[24]
Fue hasta 1990, con el triunfo de la Revolución Sandinista, que Alergia regresó a su tierra natal, acompañada de su esposo D.J. Flakoll. La ocasión dio pauta para que ambos comenzaran a escribir un libro de testimonios sobre el proceso y las secuelas de la revolución nicaragüense. Y en el proceso de gestación de aquel libro[25] decidieron quedarse en Nicaragua. Clarivel declaró ante los periodistas que ella regresaba ahí después de su peregrinaje por varios países “porque estas son mis raíces” y, paralelamente, su esposo declaró que él radicaría ahí “porque mis raíces están en Claribel.”[26]
Para aquel entonces, se dio cuenta de que las secuelas de la guerra habían dejado en la sociedad. Halló en ésta un síntoma en común: una búsqueda de sentido. Durante años, los salvadoreños, así como los nicaragüenses se identificaron a sí mismos con la causa por la que luchaban. Se pensaron a sí mismos como revolucionarios, como guerrilleros. Pero concluida la batalla, retornaban a la búsqueda inicial de aquello que constituía sus raíces:
Cuando estábamos haciendo revolución nos identificábamos con la causa. Ahora, es como si el bote se hundiera […] Tal vez tengamos que esperar varios años […] Yo creo que estamos buscando más profundamente en nuestras raíces. Nosotros no teníamos tiempo para pensar en ello durante la guerra –nos identificábamos con el proletariado. Ahora será un proceso más consciente –estudiando quienes somos, estudiando lo que Vasconcelos dijo, “esta bella raza cósmica que somos. No sólo nuestras raíces indígenas, sino también nuestras raíces españolas, todo eso, todo es lo que somos.[27]
3.2 Cronología de sus principales obras del autor.
Una de las principales temáticas halladas en la obra de Claribel Alegría es el amor. En una entrevista realizada en el 2017, año en el que recibió el premio internacional “Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana”, mencionó que:
El amor es lo principal de la vida, tanto darlo como saberlo recibir; las dos cosas. Porque hay gente que no lo sabe recibir el amor […] Amo la vida, y amo todo lo que me rodea […] no le temo a la muerte, en absoluto. Ya estoy lista, y no le temo… al despegue un poquito, pero no le temo a la muerte. O voy a ser ceniza y me vuelvo abono para una planta, o a lo mejor tengo una aventura maravillosa: un viaje bonito.[28]
Y justamente ese amor a las cosas que la rodeaban lo que cohesionó su obra. El amor a su pueblo, el amor a la justicia y esperanza, el amor al verso y a la expresión sencilla son los tópicos que delimitan su obra por completo. Entre las obras que de esa línea temática están: su primer poemario, seleccionado y editado por Juan Ramón Jiménez, Anillo de silencio (1948). Luego se halla su primer libro de testimonios, inspirado en la revuelta campesina de 1932 Cenizas de Izalco (1966), que elavoró en colaboración de su esposo; escrito que concursaría y sería finalista del Premio Biblioteca Breve de Seix Barral en España. Posteriormente, se halla otro de sus poemarios, llamado Sobrevivo. Por esta obra Claribel Alegría recibiría el premio Casa de las Américas en 1978. Posteriormente, Alegría publicaría Flores del Volcán (1982), poemario en el confronta los elementos de la geografía para ejemplificar la coexistencia de elementos contrapuestos: alegría y tristeza, roza y humo, vida y muerte, el presente con el pasado (y los elementos míticos del mismo). Luego se considera Álbum familiar (1984), que es una novela corta que se puede ubicar justo en medio de Cenizas… y No me agarran viva (1983) de su desarrollo narrativo. En esta breve narración, Alegría combina elementos autobiográficos y condiciones históricas de su país y de la mujer (como actante social e histórico). Y destaca la fluidez del lenguaje común y la capacidad de autora en resolver los estereotipos y limitaciones de la mujer a través de la acción y el compromiso político. Dicha obra se traduciría al inglés, holandés y francés.
Después se halla la novela Luisa en el país de la realidad (1987), el cual se comprendía de narraciones y de poemas. En palabras de la propia Alegría, es un “collage”. Y finalmente cabe mencionar dos de sus poemarios: Fugas (1993) y Saudade (1999). En el primero, la poetisa hace un revisión de mitos y sucesos históricos en los que la mujer fue estigmatizada. Reelabora con su propia poética y estilo las escenas de las diversas mujeres con la finalidad de revinicar a la mujer con su lado humano, y para desplazar la imagen estática de aquellas heroínas y plantearlas como personajes dinámicos. Y en segundo lugar, se destacó su poemario Saudade, que escribió poco después de la muerte de su esposo. Y como el sustantivo mismo lo sugiere, en este poemario Alegría se enfoca en desentrañar las profundidades de la tristeza y la desolación. Este libro, que refleja más la vida interna de la autora, en la búsqueda de esperanza a través de la agonía y tristeza. Y aunque es intermitente los rayos de luz en este poemario, trasciende una vez más la poeta bal hallar esperanza de que su dolor se convertirá en canto, y su voz en poesía. Este texto fue seleccionado por la Academia de Poetas Norteamericanos para su Club de Lectores.
4. Recepción
La obra de Claribel Alegría consta de 16 poemarios, 6 novelas cortas, 7 testimonios y diversos textos de corte histórico y ensayístico; sin dejar de lado las obras inditas o en proceso de publicación. De las cuales es posible observar, claramente, los cauces que siguen sus poética, narrativa y prosa diversa. Su escritura ofrece a los anales literarios tres aportaciones principales: 1) dar voz a los grupos sociales que no tenían, 2) la trascendencia del yo lírico a través del amor, 3) la transformación a través del arte.
La poesía de Claribel tiende a realizar revisiones de sucesos plasmados en los anales de la historia y de literatura. Por una parte, reviviría sucesos trágicos de la historia para dotar de humanidad y voz a los grupos victimizados por injusticias sociales. Tal sería el caso de Cenizas de Izalco, en donde se relataría los trágicos eventos de la Matanza de Izalco. Por otra parte, relataría su propia versión de numerosos mitos grecolatinos con la finalidad reconciliar a la mujer con su propio carácter humano. La finalidad de escritos como Fuga o Umbrales es plantear el carácter femenino fuera de su concepción estereotípica e histórica
Claribel Alegría heredó de Juan Ramón Jiménez el verso breve, la expresión sencilla, la palabra clara y franca. La poetisa empeñó su labor como escritora para no depender de banderas o estandartes, sino redimir sus penas, cargas e ideales de forma individual:
La poesía de Claribel Alegría no ha estado marcada nunca por un carácter de género muy específico. Ella tiene claro, en este sentido, que “hay buena poesía y mala poesía. Ni femenina ni masculina. La inteligencia no tiene sexo”. La escritora considera que “como Virginia Woolf decía, la escritura tiene que ser andrógina.”[29]
Y en definitiva, la riqueza su obra radica en la brevedad y en la lucidez de su poética. En numerosas entrevistas y escritos Claribel declaró que de Juan Ramón aprendió el oficio de poeta. De su mentor comprendió que el poeta debe ser profesional y debe dominar el verso en cada una de sus formas. Ella cuenta al respecto lo siguiente:
Siempre me decía [Juan Ramón Jiménez] que un poema, cuando se vuelve a ver, es mejor sacarle versos que ponerle. Él tenía poemas con tachuelas en las puertas de su casa. Pasaba y tachaba un verso y otro más. Siempre me decía que había poemas largos maravillosos, pero que la síntesis era fundamental, que en la poesía tiene que quedar la esencia, porque si no es mejor escribir un cuento. Me quedó mucho de eso […] Respeto la poesía más oscura, pero lo que me gusta es comunicarme con la poesía con los demás, mantener una plática. Eso es muy difícil hacerlo con un lenguaje muy oscuro. Es verdad que hay poetas con un lenguaje más complicado que a mí me fascinan, por ejemplo Lezama Lima. Pero yo siempre he querido que mi poesía sea transparente, y es algo difícil.[30]
Y en términos generales, en esa misma línea se pueden orientar los juicios sobre su obra. Como se ha mencionado antes, se develan estos hilos principales que dotan de unidad a sus escritos: la brevedad, la trascendencia a través del amor y la transformación de las cosas y de los individuos.
Por una parte José Coronel Urtecho, en Líneas para un boceto de Claribel Alegría (1989), se ocupó del estilo y finalidad de los versos de Alegría. Destacó lo sucinto de sus poemas, gravedad de la palabra y la trascendencia de la poetisa por medio del canto:
En ese libro, el escribe que la poesía de Claribel es algo “tamizado” a través de su ser, después de haber pasado completamente a través de ella. Uno nunca sabe en donde convergen los bordes entre su ser y sus palabras, la zona o la línea donde la luz y la sombra se derriten o se encuentran, porque la poeta y su imaginación y sus palabras se mezclan en una sola realidad. Palabra por palabra, línea por línea, poema por poema, Claribel es su poesía y su poesía es ella […] También escribió que cada vez que él lee los poemas de Claribel se impresiona de nuevo por como ella puede ser una gran poeta en poemas tan breves, porque cada una de sus palabras está cargada con mucha vida y sentido. Él dice que todos sus poemas son maravillosos.[31]
Luego, se puede mencionar a Marc Zimmerman y John Beverley en Literature and politics in the Central Amercian Revolutions (1990):
El concluye que la trayectoria literaria de la carrera de Alegría procede “de la femenina dedicada, del centro lírico a una confrontación con la muerte y destrucción y sus fuentes históricas, al feminismo, a la narrativa lirica influida por el testimonio, a un discurso puramente testimonial, y de vuelta a una poesía que ahora se transforma así misma por su contacto con la historia y las figuras que han tratado de desarrollar un sistema literario relativo a un universo nuevo, modernizado y democratizado […] es la materialización de la intervención femenina y s efecto en la transformación del sistema literario” lo que marca a Alegría “de su contribución general a Centroamérica, Latinoamérica y, ahora, a través de las traducciones, alrededor de América y de la literatura mundial.[32]
Y finalmente, se halla a Daisy Zamora que publicó en Antípodas: Journal of Hispanic and Galician Studies (2006) acerca del estilo y expresión de Alegría. En su estudio concuerda con las mismas líneas antes vistas y agrega lo siguiente:
En un primer vistazo, su poesía puede ser juzgada superficialmente por ser simple, por sus líneas breves y lenguaje, los cuales le dan una cualidad pulsante y rápida, y un ritmo mercurio (incluso cuando la poeta se lee así misma lo hace em voz alta) que suena muy parecido al canto de un ruiseñor. Pero esa aparente simplicidad es solo un espejismo. En un examen más detallado, una lectura atenta revela una poderosa y precisa destilación del lenguaje, línea por línea, hasta que logra, como un ruiseñor, la máxima capacidad de una expresión compleja. El peso exacto que la poeta extrae de la aparente simplicidad de cada palabra, y la complejidad que realmente implica y expresa, da un trabajo de perfecto balance. Cada poema tiene en sí mismo una brújula que lo guía en el camino correcto, de tal manera que nunca retrocede, nunca se pierde y nunca extravía su propia ruta hacia la armonía y lucidez.[33]
Bibliografía
---, “Claribel Alegría”, Encycloplopaedia Britannica, Encyclopædia Britannica Inc., January 21, 2020. En línea (consultado 20-02-20).
---, Lectura crítica de la literatura americana, (sele. y prol. de Saul Sosnowski), Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1997.
Alegría, Claribel, Ars Poética: Antología (1948-2006), Francisco Ruiz Udiel (sel.), Nicaragua, Leteo Ediciones, 2005.
Coronel Urtecho, José, Líneas para un boceto de Claribel Alegría, Nicaragua, Editorial Nueva Nicaragua, 1989.
Flores y Ascencio, Daniel y Claribel Alegría, “Clarivel Alegría”, en BOMB, no. 70, The Americas 2000 (Winter, 2000), pp. 104-109. En línea (consultado el 06-12-19).
Philips McGowan, Marcia, “The poetry of Clarivel Alegría: A testament of hope”, Latin American Literary Review, no. 64, vol. 32, (jul-dec, 2004).
Rodríguez Moya, Daniel, “Apuntes sobre Claribel Alegría”, Nexos: vida y cultura, 14 noviembre, 2017. En línea (consultado el 20-02-20).
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