01 may 2019 / 11 may 2019 15:23
José Antonio Alzate y Ramírez de Santillana, (Ozumba, 1737-Ciudad de México, 1799), emparentado por línea materna con la también escritora mexicana Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana (1648-1695), fue el primer editor de publicaciones periódicas científicas y culturales en México. Lo fue tanto por su papel como financiador de dichas obras como por haber sido el responsable de sus contenidos y de su producción. Se apoyó en grabadores para la ilustración de algunos de sus textos, así como en diversos talleres novohispanos para su impresión, trámites legales y distribución. Se cree que invirtió su herencia en la capitalización de la última de las cuatro publicaciones que realizó. Diseñó perfiles editoriales acordes con lo que él creía que podía ser de utilidad para los novohispanos y de lustre para su nación ante los lectores extranjeros. Fue además el autor de la mayor parte de los escritos originales ahí aparecidos –firmados o no, con su nombre o un seudónimo, pues de cualquier modo las leyes de imprenta del momento lo hacían responsable ante las autoridades de todo lo que publicaba en sus papeles–. Determinado a conocer su entorno natural con un nuevo método, el de la ciencia experimental, parecía tener claro que la difusión de sus hallazgos por la palabra impresa tendría que ser, a su vez, con un concepto editorial nunca antes explorado en la Nueva España: una “producción literaria periódica”, como él mismo la llamaría. Por todo lo anterior, con la licencia de un anacronismo que revela en su justa dimensión la labor de Alzate, se puede decir que fue el primer editor de revistas científicas y culturales en México.
Vida y contexto de Alzate
Acorde con las semblanzas biográficas que se han escrito sobre Alzate[1] se dice, entre otras cosas, que era un individuo tenaz y perfeccionista, características, si no imprescindibles, útiles en un editor y en un escritor y hombre aplicado al estudio de las ciencias como lo fue también. Tuvo entonces un carácter favorable para superar los escollos administrativos, legales y de censura que su época le imponían como autor y editor, específicamente la obtención de licencias para imprimir al inicio de cada proyecto editorial, la aprobación de lo que proponía en cada número y la siempre posible cancelación del permiso si después de distribuido alteraba la paz pública. Prueba de su persistencia fueron sus tres primeros fugaces intentos de obras periódicas que, en vez de fracasos, consideró quizá como ensayos hasta alcanzar con el cuarto la consolidación y estabilidad esperados. Su faceta como editor quizá la facilitó una vida religiosa en la que las responsabilidades de párroco le fueron ajenas, y fue congruente con la de aficionado a las ciencias, pues su pasión por el conocimiento lo inspiraría a difundirlo al estilo en que ya se hacía en otras “naciones sabias”: mediante obras periódicas, y dado que no las había en la Nueva España, él mismo tendría que fundarlas.
Los conocimientos que adquirió Alzate al cursar los bachilleratos en Artes y en Teología en la Real y Pontificia Universidad de México distan de los que requirió en sus actividades editorial y científica. No obstante esta experiencia formativa y los títulos obtenidos le fueron útiles, primero, para dejarle claro que su opción por la vida religiosa era, no para estar cerca de una feligresía ni consagrarse a lo piadoso, sino para permitirle el retiro en la biblioteca, gabinete y expediciones, dedicado a lo que requiere pruebas y evidencia; también para brindarle el respaldo requerido en las actividades que le encomendaría la arquidiócesis de México y en los encargos que le harían diversos virreyes; y, finalmente, para ponerlo en contacto con el libro como fuente de lo que quería dejar atrás (un tipo de conocimiento basado en autoridades y restringido a una élite) e instrumento de lo que estaba por construir (conocimiento nuevo y útil para la sociedad en general). El hecho de haber sido traductor de letras apostólicas pudo facilitarle el acceso a diversa clase de manuscritos e impresos de su interés; sin contar con la calidad y cantidad de otros más que debió acopiar en su espacio privado de lectura, análisis, experimentación y escritura.
Todo se concertó para que, de 1768 a 1795, Alzate destinara parte de sus esfuerzos intelectuales a la edición de producciones literarias periódicas, actividad en la que fue autodidacta, como en las relacionadas con la ciencia. Se basó en la observación de este tipo de obras provenientes de otros países, algunas de las cuales tomaría como modelos, y en la experimentación tipográfica y editorial, reuniendo elementos de unas y de otras para configurar las suyas. Al tenerlas como referentes, de algunas incluso tomó textos y los tradujo cuando era necesario para ofrecerlos en español a sus lectores.[2]
Alzate editor
Inicialmente los historiadores de las ciencias se interesaron en explorar la trayectoria de Alzate como el más comprometido difusor de los saberes científicos en la Nuevo España; desde de su propia obra periódica y no periódica, y de fuentes de archivo, y junto con los estudios filosóficos, hasta reconocerlo como uno de los más importantes representantes de la Ilustración americana. Posteriormente los resultados de las investigaciones en historia de la prensa contribuyeron a darle su lugar como autor y editor de periódicos, al ser uno de los pioneros en México en este campo. Desde ambas subdisciplinas de la historia se ubica la labor de Alzate en el ámbito de lo que sus estudiosos reconocen como “prensa científica” o “prensa ilustrada” y a su actividad como “periodismo científico”. Finalmente el tema llega a los estudios literarios con la investigación que realiza Isabel Terán sobre los orígenes de la crítica literaria en escritos de Alzate.[3]
Actualmente acercamientos desde la historia del libro permiten brindar una mayor claridad a la faceta de Alzate como editor y a ofrecer una definición, todavía más precisa, de los tipos de objetos editoriales que produjo. Por ejemplo, los historiadores de la prensa adelantaron la comprensión de que, aunque Alzate llamó “obras periódicas de literatura” o “producciones literarias periódicas” a los objetos que fabricó, y que incluso dos de sus títulos incluyeron palabras relacionadas con “literatura”, en realidad se trataba de publicaciones periódicas científicas; de igual forma, distinguieron claramente entre lo que en el siglo xviii representaron para los novohispanos las Gazetas de México,[4] en términos de su orientación principalmente noticiosa y con información oficial del gobierno, y lo que definieron como prensa científica de Alzate y Bartolache.[5] Sin embargo, al colocar estos mismos materiales impresos como objeto de estudio de la historia de la edición y de la lectura, como resultado de una visión en cuanto a los contenidos como políticas editoriales, resalta no sólo que por la cantidad de temas que cubrían,[6] (hoy considerados científicos, humanísticos y culturales) en ese entonces se identificaban como obras “literarias”, sino que por las intenciones de su editor, por lo menos en su imaginario, contemplaba cubrir un público tanto de letrados como de menos instruidos.
A partir del estudio de aspectos que brindan un perfil de lectores de las obras periódicas de Alzate se puede obtener más información relevante. Resulta claro, por ejemplo, que si insertó traducciones de publicaciones periódicas científicas europeas, contemporáneas a las novohispanas, como el Journal des Sçavans, se trataba de textos dirigidos a lo que actualmente se identifica como un público especializado en ciencia. No obstante aparececieron también escritos cuyo estilo se percibe más a tono con el que hoy caracteriza a la divulgación científica, incluso al modo de noticias; es decir, para un público no especializado en la materia. Hasta aquí, sin ir más allá en el tema de cuántos alfabetizados había en ese momento o cuántos con la capacidad de suscripción a publicaciones como estas, lo que es prácticamente imposible saber con cifras precisas. Con esta nueva perspectiva se puede avanzar en la reconsideración de la actividad de Alzate como correspondiente al campo del periodismo científico y trasladarla, si no por completo, en gran parte, al campo de lo que desde mediados del siglo xx se concibe como de la edición científica, particularmente de revistas.
Con todos los elementos anteriores, vistos desde la historia de la edición y de la lectura, también es posible plantear que los productos editoriales de Alzate son precursores de las revistas científicas, especializadas y de divulgación, e incluso de las revistas culturales, más que de los periódicos entendidos actualmente como publicaciones que salen diariamente y que pueden incluir noticias sobre ciencia y cultura, como a diferencia de las de Alzate sí podrían serlo las Gazetas de México, publicaciones que quizá habrían sido diarias si la tecnología de su tiempo y lugar lo hubiera permitido. Es importante puntualizar que el tipo de tecnología de imprenta disponible en el momento en que Alzate fue editor hacía casi imposible la aparición diaria de una publicación. En todo caso, tal vez habría podido hacerlo de contar con su propia prensa (máquina) para imprimir, pero habría sido altamente costoso, pues además se requería de personal para manejarla, permisos del gobierno para operarla y un suministro de materiales. Ya de por sí era difícil cumplir con una periodicidad mensual o quincenal. Ni siquiera contó con ayuda permanente en la etapa propiamente editorial, pues la figura de los redactores surgiría hasta el siglo xix y la función de corrector la absorbía entonces el impresor o alguien que él asignara. Y aunque hubo autores que enviaron escritos para su publicación y recibió cartas de lectores, careció de un equipo de colaboradores fijo.
La distinción puntual de los aspectos editoriales de las obras periódicas de Alzate revela que se está ante productos de factura literalmente personal y artesanal. A pesar de haber desempeñado todas las funciones requeridas para la edición de sus obras periódicas, debe reconocerse a Alzate como innovador en cuanto a la “identidad del editor” en su momento, pues se concibió como editor en tareas que hasta entonces, en la Nueva España, se habían atribuido como propias de los impresores o trabajadores de sus talleres; como la de ajustar la extensión de los textos a los espacios posibles de las páginas tipográficas. Concibió además perfiles editoriales en los que teje diversos elementos temáticos, materiales y de tipos de textos, en una combinación de escritos periodísticos (noticias científicas y culturales), literarios (crítica y reseña), especializados (memorias) y de divulgación (consejos). Aquellos con un lenguaje especializado los destinaría a sus pares letrados de incluso más allá de un Atlántico que, sin duda, como parte del sello novohispano canalizado en un concepto editorial, quería transcender. Y lo logró.
Sobre la recepción de los textos de las obras periódicas de Alzate en su propia época, algunos indicios están en cartas de lectores que iban de breves comentarios a disertaciones, e incluso respuestas a debates que se suscitaron sobre distintos temas. Publicó tanto elogios a su trabajo como crítica negativa, y respondía a unos y a otros. Tenía de hecho una clara inclinación por la polémica. Se encuentran también comentarios en publicaciones periódicas de España, por ejemplo, en los que se le reconoce su labor editorial.[7] Estudiosos de Alzate como Roberto Moreno y Alberto Saladino han puesto énfasis en el comentario que sobre Alzate hizo el barón Alejandro de Humboldt en su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, publicado originalmente en París, en 1811. Frente a un juicio sobre la actividad científica de Alzate que resalta su poca exactitud como observador, se encuentra otro sobre la recepción de su gaceta literaria, más de una década después de haberse publicado el último número: “La Gaceta de Literatura que [Alzate] publicó por largo tiempo en México, contribuyó muy particularmente a dar fomento e impulso a la juventud mexicana”.[8]
Los papeles periódicos de Alzate libraron todo lo aparentemente infranqueable ya que, por sobre la censura que no implicó su destrucción física sino su cese editorial, ni siquiera naufragaron a causa del paso del tiempo. Las posteriores ediciones de las obras periódicas de Alzate realizadas en los siglos xix y xx revelan por sí mismas la oportunidad detectada de sus editores por ofrecer una actualización de dichas obras al público de su tiempo, debido a que contienen textos que siguen dando elementos de compresión de la sociedad novohispana en numerosas vertientes. El resguardo y cuidado hasta hoy de las primeras ediciones del siglo xviii, se debe al reconocimiento que siempre tuvo el trabajo intelectual de Alzate; a lo que se le fue sumando su valor como objeto, un producto del periodo de la imprenta manual.[9] Aunque en el siglo xviii se imprimieron en un formato conocido como cuarto menor, correspondiente en teoría a unas medidas de 22 x 16 cm, difícilmente se encuentran actualmente con estas dimensiones exactas. En todos los casos se desconoce el tiraje y el número de suscriptores.
Contrasta que mientras Alzate publicó sus títulos científico-nobiliarios en la portada de su última obra periódica, en la primera habría preferido que sus lectores desconocieran incluso su verdadero nombre, lo que a pesar de solicitarlo fue imposible.[10] Las exigencias de la legislación de imprenta le impidieron el uso del anagrama (Letaza) de su primer apellido (Alzate), por lo que la primera publicación periódica científico-cultural en México se anunció como dedicada a la utilidad pública por José Antonio de Alzate y Ramírez, impreso con las licencias necesarias en México, en la Imprenta de la Biblioteca Mexicana, ubicada en el Puente del Espíritu Santo, donde se encontrarían el primer número y siguientes, así como en la Librería del Arquillo. Aparecieron ocho números en total que oscilaron entre las siete y once páginas. El número 1, en el que se publica el prólogo de la obra periódica, es del 12 de marzo de 1768, y el número 8 del 10 de mayo de 1768. Por decreto del virrey de Croix del 15 de mayo de 1768 se prohibió continuar con la publicación de la obra y se mandaron recoger los números distribuidos, especialmente el número 8 que fue objeto de censura posterior.
Viraje interesante dio Alzate al pasar de una dedicación a la utilidad pública a una al “Rey Nuestro Señor que Dios guarde” en Asuntos varios sobre ciencias y artes, su segunda obra periódica que surgió en el escenario novohispano a la par del Mercurio volante de José Ignacio Bartolache, orientada a asuntos médicos y única que se adicionó a las de Alzate en la lista de publicaciones periódicas científicas novohispanas. Apareció como impresa en México, en la Imprenta de la Biblioteca Mexicana de José de Jáuregui, ubicada en la calle de San Bernardo. Salieron trece números, el primero correspondiente al lunes 26 de octubre de 1772 y el último al lunes 4 de enero de 1773. Una dedicatoria y el prólogo aparecieron como los textos del número primero. Tuvo la particularidad de ser la única obra periódica novohispana que a la usanza de las obras no periódicas, insertó al principio los textos correspondientes a las censuras y licencias que dan cuenta de la revisión del plan de la obra periódica y de los permisos que dan el gobierno y la Iglesia católica para iniciarla.
Observaciones sobre la física parece haber servido a Alzate para retomar sus actividades como editor en 1787, después de más de una década de abandonarlas. Para las cuestiones tipográficas eligió apoyarse en José Francisco Rangel, con imprenta ubicada en el Puente de Palacio. En el curso de este ensayo se sintió finalmente listo para dar el salto a su magna y perdurable Gazeta de literatura de México, como siempre, con las debidas licencias del gobierno, y ahora con lucimiento de los logros adquiridos: socio correspondiente de la Real Academia de las Ciencias de París, del Real Jardín Botánico de Madrid y de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Publicadas en México, los once primeros números se hicieron y vendieron en la imprenta de Gerardo Flores Coronado, en la calle de las Escalerillas, junto al correo; mientras que los restantes del tomo primero, más todos los del tomo segundo y tercero, en la imprenta de Felipe Zúñiga y Ontiveros, ubicada en la calle del Espíritu Santo.[11] Se inauguró el 15 de enero de 1788 con un prólogo que expone el plan de la obra, mientras que la dedicatoria que esta vez recayó en el arzobispo de México Antonio Núñez de Haro y Peralta, debió esperar a los tiempos del tomo tercero.
En el taller de los Zúñiga trabajaba como administrador Manuel Antonio Valdés, editor de la Gazeta de México, de la que Alzate era colaborador previo al inicio de su gaceta literaria. Valdés tuvo un papel determinante en esta última producción de Alzate, pues como buen administrador de un taller, no sólo supervisó su impresión, sino que se encargó de los trámites de revisión (censura) que las autoridades debían hacer de cada número e incluso la anunció en su propia gaceta política. Las dos gacetas ofrecían respectivamente un costo de suscripción, por veinticuatro papeles, a tres pesos para México y a veintiocho reales para los foráneos. El perfil editorial que definió Alzate en su última obra periódica, reflejo de su capacidad de generar conocimiento desde la Nueva España y de seleccionar para sus lectores el que se daba a conocer desde otras latitudes, así como de representar una sociedad novohispana cuyos miembros eran capaces de reconocer la utilidad del conocimiento de los objetos de la naturaleza y de la cultura y de incorporarlo para la mejora de sus vidas, lo convierte en modelador de un espíritu propio de la Ilustración en la Nueva España. Alzate no mostró un interés en alcanzar el grado de doctor y, por lo tanto, se mantuvo situado lejos de las aulas en un papel de catedrático. Sino que hizo contribuciones en el ámbito científico, gracias a su estudio en la naturaleza; y si fue un educador, lo fue gracias a su labor editorial.
Acervos
Archivo General de la Nación
Hemeroteca Nacional de México
Bibliografía
Alzate, José Antonio, Memorias y ensayos, ed. e intro. de Roberto Moreno, México, Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario: 103), 1985.
Aureliano, Ramón, Ana Buriano y Susana López (coords.), Índice de las Gacetas de Literatura de México de José Antonio Alzate, México, D.F., Instituto de Investigaciones José Luis Mora, 1996.
Clark, Fionna, “‘Read All About It’. Science, Translation, Adaptation and Confrontation in the Gazeta de Literatura de México, 1788-1795”, Science in the Spanish and Portuguese Empires, 1500–1800, Daniela Bleichmar, Paula De Vos, Kristin Huffine y Kevin Sheehan (eds.), Stanford University Press, 2009.
Moreno, Roberto, “José Antonio de Alzate y los virreyes”, Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, núm. 12, 1969. En línea (consultado el 4 de enero de 2019).
Saladino García, Alberto, “José Antonio Alzate y Ramírez: Máxima figura de la cultura novohispana del siglo xviii”, La Colmena, s.i, núm. 21, oct. 2017. En línea (consultado el 4 de enero de 2019).
Terán, Isabel, Orígenes de la crítica literaria en México: la polémica entre Alzate y Larrañaga, México, D. F., Universidad Autónoma de Zacatecas, El Colegio de Michoacán, 2001.
Torres Alamilla, Silvia, “Alzate y la divulgación científica”, en José Antonio Alzate y la ciencia mexicana, Michoacán, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Históricas, Sociedad Mexicana de la Ciencia y la Tecnología, Secretaría de Educación Pública, 2000.
Valdez Garza, Dalia, “La Gazeta de literatura de México (1788-1795). Tránsitos entre periódicos novohispanos y de la metrópoli”, en El Argonauta español, núm. 14, 2017. En línea (consultado el 2 de mayo del 2019).
Enlaces externos
Asuntos varios sobre ciencias y artes (1772-1773), enlace a la publicación digitalizada. En línea (consultado el 2 de mayo del 2019).